El Buenas Migas es un clásico de Barcelona, una franquicia que encontrarás cerca de la mayoría de los puntos turísticos que ver en la ciudad. Las focaccias, un tipo de pan plano tradicional de la cocina italiana cubierto con especias y otros productos, son el plato estrella de la cadena de restauración Buenas Migas, que inició su actividad en 1998 con la apertura de su primer restaurante en Barcelona.
En el Raval tienen una terracita perfecta para descansar y tomarse algo en esos días de temperatura perfecta de Barcelona (cómo los echo de menos). 15 años después, sus fundadores Patrick Pescetto (italiano) y Clare Helen Budden (inglesa) siguen apostando por ofrecer productos frescos y saludables elaborados artesanalmente en su cocina de Sant Feliu (Barcelona). Desde estas instalaciones elaboran dos toneladas semanales de alimentos y cocinan 3.000 unidades de focaccias al día para abastecer a sus 11 restaurantes ubicados en la capital catalana.
"Hemos cogido lo mejor de Italia (la pasta) y de Inglaterra (la repostería) para construir nuestra marca" dice Pescetto. Para diferenciarse de las panaderías, inició en 2012 un cambio de imagen para transformar sus locales en espacios más modernos y actuales.
Servicio de Restauración y Cafetería
Sus restaurantes abren los 365 días del año y ofrecen servicio de restauración -pasta, ensaladas o focaccias, entre otras referencias- y cafetería -postres, bollería, mermelada, té y cup cakes-. Pescetto considera que cada vez hay más competencia de cadenas de restauración que ofrecen platos precocinados muy económicos. Los ciudadanos quieren comer "rápido, barato y sano", tres componentes que considera que ofrecen en Buenas Migas.
Expansión y Futuro
Una plantilla de 130 trabajadores integra el equipo de la empresa, que factura seis millones, casi el doble que en 2008, cuando contaba con siete restaurantes. En estos momentos la empresa está estudiando la posibilidad de franquiciar el negocio, una opción que no descarta en el futuro si surge una buena oportunidad.
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Experiencia Personal y Opiniones
A una hora bastante tardía (16h) después del trabajo y recomendado por mi pareja, habíamos quedado los dos para comer en este local que forma parte de la conocida franquicia. Comentar que ésta es la primera crítica que hago después del confinamiento. El espacio es muy pequeño pero bien diseñado y dispone de mucha luz natural. El funcionamiento es como el de cualquier establecimiento fastfood: se pide y paga primero y luego te llaman y lo llevas a la mesa.
De entrante escogí unos macarrones al pesto. Aceptables pero algo pasados de cocción. Se puede escoger unos tantos entrantes y otros tantos principales siempre que el precio en el que están a la carta no sobrepase un límite. Punto "flojo" el del vino. Si bien se agradece que en un menú tan económico puedas tomar una copa (en este caso) de vino sí tendrían que tener el tinto frío (lo del vaso lo encuentro normal en un local de estas características).
Ya sé que por espacio/presupuesto no pueden tener una nevera de vinos pero una o dos botellas de tinto sí que las podrían dejar en un frigorífico estándar. De postre tomé un yogur natural (no de supermercado) servido en el mismo tipo de vaso que el vino.
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