José María Galán, un empresario riojano de 67 años, ha invertido más de seis millones de euros en restaurar la aldea de Couso, ubicada a unos 10 kilómetros de Sarreaus (Orense). Galán adquirió casa por casa hace más de siete años.
Galán, quien comenzó como agricultor en Calahorra, construyó un pequeño imperio empresarial desde cero. "Con 20.000 pesetas que me dio mi padre, monté una empresa de botes de hojalata para conservas", recuerda.
Después de toda la vida yendo a Galicia a vender botes, decidió por consejo de un amigo comprarse allí una aldea abandonada. Couso llevaba abandonada desde 1994, cuando marchó la última familia, la de Eligio Mellado.
El resultado de la restauración es impresionante: once casas con 22 estancias independientes, un restaurante, un bar en lo que fue la cuadra, tres molinos, un gran horno de pan, una fuente de piedra, un salón común y otro de congresos. El entorno natural es excepcional, con el río Limia pasando por el centro de la aldea.
Galán tiene una concesión por 15 años para cazar en 750 hectáreas de los alrededores.
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El alcalde de Sarreaus (PP), explica cómo sucedió todo: «Queríamos explotar Couso porque es una aldea emblemática, hacer algo similar a lo que se ha hecho, pero esta nueva familia nos pedía cuatro veces más de lo que valía la casa y no pudimos hacer frente a eso, debía encargarse un promotor privado. Y apareció Galán. Nosotros le ayudamos a localizar a los propietarios".
Una vez que Galán hubo comprado toda la aldea, comenzaron las tareas de restauración. Contrató un arquitecto que mantuviera la esencia de las construcciones gallegas y un ejército de trabajadores se adueñó de sus calles. Incluso su hijo y su mujer ayudaron en la labor.
El Ayuntamiento se encargó de proporcionarle luz, agua, alcantarillado y alumbrado público. También asfaltaron el camino que llega desde Sarreaus. En total, unos 60.000 euros de las arcas públicas.
El boliviano Edgar Mojica y su mujer, Daniela Vacas, son los encargados de vigilar y proteger el pueblo ahora que todavía está vacío.
Manuel Seguín, un chico de 35 años nacido en Couso, vuelve cada verano: «La aldea estaba viejita y deteriorada. No tenía futuro. Pero ahora está nueva y han respetado su estructura. Nadie se ha quejado, a todo el mundo nos ha parecido perfecto, estoy deseando de que les vaya bien y la cosa prospere».
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Galán pasea ahora henchido por Couso, entre sus casas. «Ha sido mucho dinero, tiempo y esfuerzo. Tú lo ves ahora y está precioso, pero... ¿Cuántas veces he dicho que iba a coger un palo y a tirarlo todo abajo!». Parece que este enamorado de Galicia aún no se da cuenta de que no hay muchos hombres que puedan decir que son dueños de un pueblo: «Sí que es extraño, pero es verdad. Es mío, ja, ja. Estoy muy contento».
Si todo va bien, en dos meses la aldea abrirá sus puertas. Galán llamará a unos gaiteiros, traerá pulpo, cocinará cordero en el gran horno restaurado, llamará a un amigo bodeguero que ponga el vino y montará una gran fiesta que la gente de los alrededores espera ansiosa.
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