El Liderazgo de Adolf Hitler: Carisma, Autocracia y Destrucción

Adolf Hitler (1889-1945) fue un político, militar, pintor y escritor alemán, de origen austríaco; canciller imperial desde 1933 y Führer (líder) de Alemania desde 1934 hasta su muerte. Llevó al poder al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán o Partido Nazi, y lideró un régimen totalitario durante el período conocido como Tercer Reich o Alemania nazi.

¿Cómo fue posible que Adolf Hitler, "un líder de lo más inverosímil", terminara siendo "el líder carismático por antonomasia"? ¿Qué queremos decir con el concepto de "carisma", un término usual entre sociólogos y politólogos desde que Max Weber analizara el "liderazgo carismático"? ¿Por qué muchas sociedades buscan o necesitan una figura de esa naturaleza, "casi religiosa"? Estas son las preguntas que el gran divulgador británico Laurence Rees se plantea en el prólogo de su nueva obra y que trata de responder a lo largo de los dieciséis capítulos restantes.

Características del Liderazgo de Hitler

Adolf Hitler tenía un fuerte carisma mediante el cual imponía sus ideas al equipo, en lugar de permitir a los demás integrantes hacerse responsables de sus propias conductas, no permitiéndoles con ello, ser independientes. Tenía una gran personalidad y era firme en sus convicciones. Tomaba decisiones críticas aun teniendo consecuencias devastadoras. No se dejaba influencias por las opiniones y juicios de otros.

Era inflexible y le gustaba ordenar. Fue un verdadero destructor de la creatividad de los demás miembros de su equipo. El fin justificaba los medios. El resultado estaba por encima de las personas.

Por todo ello, podemos concluir afirmando que el estilo de liderazgo de Adolf Hitler era el autocrático o autoritario. El líder dictador fuerza sus ideas en el grupo en lugar de permitirles a los demás integrantes hacerse responsables de sus propias conductas y no permitiéndoles ser independientes.

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Todo gira alrededor del líder, considerado como la única persona capaz de tomar decisiones: marca objetivos, toma decisiones, controla los procesos, no delega responsabilidades. Tiene la creencia de que los colaboradores necesitan de alguien que les guíe asumiendo al ciento por ciento este rol.

El Carisma y la Retórica

El punto de partida es que nadie hubiera podido imaginar en 1913 que aquel joven pintor austríaco pobre, huraño y poco agraciado se convertiría en apenas dos décadas en el "futuro líder carismático de Alemania". Su único sello distintivo (que se mantendría en los años siguientes) era su "capacidad para odiar". Su participación en la I Guerra Mundial le reforzó en su concepción de la vida como "lucha constante y brutal".

Para Rees su "triunfal ascenso al poder" se basó en sus "habilidades retóricas". Sin olvidar que otra clave de su éxito era que "predicaba para gente que estaba desesperada". Su nacionalismo regenerador encandilaba a los jóvenes, que consideraban que era el momento de "forjar una nueva Alemania". Su maniqueísmo y aparente seguridad en sí mismo contagiaba a sus seguidores de confianza en las propias fuerzas y agresividad contra los "extraños", en particular los judíos, pronto convertidos en responsables de los males de la nación.

Consiente de los resortes para encandilar a las masas, Hitler se construyó un "pasado heroico" y se presentó, con respecto al futuro, como un visionario, un profeta. Ofreció a sus compatriotas algo tan importante como esperanzas de mejora y plenitud en una etapa de crisis total. La consecuencia fue que una considerable parte del pueblo alemán se mostró dispuesta a seguirle, a sabiendas de que su objetivo era "destruir el sistema democrático" y desarrollar "actos de violencia criminal".

La Fórmula del Éxito Inicial y el Declive

Rees disecciona las características peculiares del liderazgo de Hitler: su hábil manejo del odio, sus decisiones solitarias, su radicalismo, la puesta en escena de los mítines, su conexión con las masas, su audacia, etc. El autor resume en una fórmula muy expresiva esa tendencia del Führer: lo suyo era una "apuesta a lo grande". En este incuestionable éxito inicial su carisma "desempeñó un papel esencial".

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Todo eso permitió que Alemania desencadenara la guerra sin que apenas se resintiera su liderazgo. De hecho, el "punto álgido de su carrera" puede datarse en junio de 1940, tras la aplastante victoria militar contra los países limítrofes. En ese verano, después de supervisar la capitulación de Francia, Hitler recibe en Berlín el más rendido baño de masas de su carrera.

El momento de máximo esplendor acoge en el subsuelo las semillas del declive. La seguridad del dirigente nazi en sí mismo -su megalomanía- le llevó a cantar victoria antes de tiempo. "Es un momento que ejemplifica a la perfección las ventajas y los inconvenientes de un liderazgo carismático", apunta Rees, porque las mismas cualidades que le llevaron a la cima precipitaron su caída.

La resistencia británica desconcertó a Hitler. Siguiendo a Ian Kershaw, Rees sostiene que la decisión suicida de invadir la URSS fue el resultado de un propósito que hoy resulta rocambolesco: conseguir la rendición de Londres noqueando a Moscú en otra edición de la guerra relámpago. El aura carismática del dictador contuvo casi todas las críticas. Hitler había conseguido inculcar a su alrededor un principio movilizador de proporciones hercúleas: todo era posible. "Nosotros somos un pueblo extraordinario".

En ese contexto, la persecución de los judíos revela que buena parte de las decisiones del Führer estaban basadas más en prejuicios, impulsos y odios que en un análisis racional y una "estrategia meticulosa". Y confirma otra consecuencia del liderazgo carismático: una vez que el líder ampara o promueve una iniciativa, no hace falta que entre en los detalles, pues ya se encargan los subordinados de ejecutar estos pormenores con la máxima eficiencia para complacer al dirigente máximo. Hitler contagió así su odio antisemita y su deseo de aniquilación brutal hasta el último eslabón de la cadena de mando.

La Muerte del Carisma

El capítulo final da cuenta de cómo muere el carisma. El carisma muere cuando Alemania se sume no solo en la derrota sino en un abismo insondable. Rees enfatiza que "Hitler no había cambiado (…). Lo que había cambiado era la percepción que el resto de la gente tenía de él".

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Tipos de Liderazgo y el Caso de Hitler

Existen diversos tipos de liderazgo, cada uno con sus propias características y aplicaciones. A continuación, se presenta una tabla con algunos de los tipos más comunes y cómo se relacionan con el estilo de liderazgo de Hitler:

Tipo de Liderazgo Descripción Relación con el Liderazgo de Hitler
Autocrático El líder toma todas las decisiones sin consultar a los demás. Muy similar. Hitler tomaba decisiones unilaterales y no permitía la disidencia.
Participativo El líder involucra a los miembros del equipo en la toma de decisiones. Opuesto. Hitler no fomentaba la participación ni la delegación.
Transaccional El líder utiliza recompensas y castigos para motivar a los empleados. Presente. Hitler utilizaba recompensas para sus leales y castigos severos para los opositores.
Transformacional El líder inspira y motiva a los empleados para alcanzar su máximo potencial. En cierta medida. Hitler inspiró a muchos alemanes con su visión de una Alemania poderosa, pero de manera distorsionada.
Laissez-faire El líder delega la toma de decisiones a los empleados. Opuesto. Hitler controlaba todos los aspectos del gobierno y la sociedad.
Estratégico El líder define objetivos y estrategias a largo plazo. Presente. Hitler tenía una visión estratégica, aunque basada en ideologías extremas y destructivas.
Del Entrenador El líder desarrolla las habilidades individuales de los miembros del equipo. No aplicable. Hitler no se centraba en el desarrollo individual, sino en la obediencia y la lealtad al régimen.

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