Comparación del Liderazgo de Hitler y Churchill

El juicio histórico tiende en ocasiones a simplificar el pasado y atribuye a algunos estadistas una mirada profética que, en realidad, se formó y desplegó en medio de dudas, acosada por la incertidumbre y ensombrecida por el desasosiego.

La Visión Temprana de Churchill sobre Hitler

En relación con la trayectoria de Churchill como estadista, dos aspectos destacan por encima de todo: en primer término, sus tomas de posición y advertencias acerca del revanchismo alemán, luego de la derrota de 1918, y en particular la amenaza representada por Hitler y el nazismo.

Observaba Churchill en su texto: “Los vencedores están en camino de llegar a ser vencidos, y los vencidos, vencedores”.

Para el momento en que Churchill escribió el texto comentado, Hitler había dado amplias muestras de su radicalismo y disposición a acabar por la violencia con cualquier oposición a sus designios. Habían tenido lugar episodios macabros como la liquidación de los altos mandos de las S.A. o “tropas de asalto”, durante una fatídica y sangrienta incursión en la que participó el propio líder nazi.

La visión de Churchill sobre Hitler no fue homogénea, rígida o permanente, sino que experimentó algunas variaciones durante los años cruciales de 1933 a 1938.

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El Problema de la Percepción Revolucionaria

Los problemas para Churchill se acrecentaban debido a las singularidades de Hitler como revolucionario. La particularidad de Hitler como revolucionario estuvo en que reunió en su persona varios de los atributos comentados: estuvo, como Napoleón, a la cabeza de un gran poder y pretendió conducirle al dominio hegemónico de Europa entera, y tal vez del mundo.

El gran logro de Churchill, más allá de los obstáculos psicológicos comentados en cuanto a la íntegra apreciación de la naturaleza revolucionaria del liderazgo hitleriano, estuvo en su comprensión de que el resurgimiento de Alemania bajo Hitler tenía que ser contrarrestado en el terreno de las capacidades, y no solo o principalmente en el de las intenciones probables o hipotéticas del líder nazi.

El problema de Chamberlain estuvo en que procedió con ingenuidad y nunca entendió adecuadamente la naturaleza revolucionaria de Hitler.

¿Hubiese sido posible disuadir a Hitler? No es algo inverosímil, pero sólo amenazándole creíblemente con una fuerza superior. También es sabido que, en septiembre de 1939, cuando Hitler invadió Polonia, el líder nazi fue el primer sorprendido ante la declaración de guerra británica y francesa, pues había aprendido a despreciar a sus enemigos y por lo tanto los mecanismos de la disuasión ya no hacían mella en su espíritu temerario.

Churchill como Líder en Tiempos de Crisis

Aquellas jornadas de mayo de 1940 en las que el primer ministro británico Winston Churchill tomó decisiones cruciales para el curso de la II Guerra Mundial en un momento crítico: las tropas de Adolf Hitler imponían su ley a sangre y fuego.

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Los británicos llevaban ocho meses de sufrimiento y derrota.

Como primer lord del Almirantazgo, Winston Spencer Churchill «había sido el principal arquitecto de la desastrosa estrategia naval de Inglaterra».

Sin embargo, su experiencia en guerra y distintas maniobras en la trastienda política le convirtieron en un inesperado sucesor de Chamberlain. Y el hombre que se plantó ante la fiera nazi.

Desde el día 10 en que las fuerzas alemanas iniciaron la invasión de Holanda hasta el 29, cuando los soldados británicos y franceses embarcaron en Dunkerque para buscar cobijo en Inglaterra, hubo muchas incertidumbres, hasta el punto de que llegó a pensarse en negociar con Hitler.

El 20 de mayo, ya como primer ministro, Churchill acertó en la diana con una decisión que distaba de ser una opción segura: que el Almirantazgo reuniera un gran número de barcos pequeños civiles para enviarlos a los puertos y ensenadas de la costa francesa cruzando el canal de la Mancha para rescatar al ejército británico atrapado en el continente. El éxito de la operación hizo fuerte a Churchill y le allanó el camino para uno de los discursos más famosos de todos los tiempos.

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El libro rastrea, con un admirable sentido del ritmo y con una tensión propia de una novela de suspense, en los entresijos de la evolución del pensamiento de Churchill, finalmente decidido el 4 de junio, en un discurso histórico, a no dar ni un paso atrás. Nada de rendición.

Churchill, subraya el autor, «se convirtió en una fuerza independiente del mundo, y en un ser formidable, con un poder mayor que el de un rey, y de esa forma estableció el dominio de las pasiones de su pueblo».

La figura de Winston Churchill, como la de cualquier político, no está exenta de claroscuros y en ciertas etapas de su ­carrera pudo actuar como un diletante o un aventurero. Pero si ha pasado a la ­historia como un gran líder es porque en los momentos verdaderamente trascendentales supo estar a la altura, asumir su ­papel y tomar las riendas con firmeza. Por eso sigue fascinando y proyectando unas cuantas lecciones útiles para el presente.

El Legado Indomable de Churchill

«Defenderemos nuestra isla, cueste lo que cueste. Lucharemos en las playas, en las pistas de aterrizaje, en los campos y en las calles. Lucharemos en las colinas, nunca nos rendiremos».

Las palabras pronunciadas en 1940 por Winston Churchill, mientras las bombas de la Alemania nazi caían sobre Londres, resuenan hoy más que nunca y evocan a otros líderes actuales, en un mundo marcado por los conflictos bélicos y unas tensiones geopolíticas cada vez más evidentes.

Ese espíritu indomable le valió al que fuera dos veces primer ministro del Reino Unido el apodo de bulldog inglés.

A través de una oratoria inspiradora y una visión estratégica decisiva, el político conservador fue uno de los primeros en alertar sobre el peligro de los autoritarismos, incluso cuando otros prefirieron mirar hacia otro lado. Unificó a su pueblo frente al nazismo y, con el paso del tiempo, entendió que ninguna nación podría enfrentarse en solitario a un enemigo común.

Su disposición a colaborar con dirigentes ideológicamente opuestos a su política evidenció que incluso las diferencias más profundas pueden superarse y su habilidad para identificar el poder de las alianzas sentó un precedente para los conflictos posteriores.

Liderazgo: Hitler y Churchill

Winston Churchill y Adolf Hitler nos muestran estilos de liderazgo contrapuestos y una evolución diferente en su devenir como líderes durante la Segunda Guerra Mundial.

Por tradición democrática, Churchill tuvo que consensuar la dirección de la guerra, como él la entendía y según sus criterios, con personas que no siempre estuvieron de acuerdo con él. Hitler en cambio imponía su voluntad y no toleraba discrepancias con sus ideas o planes, aunque los expertos le aconsejaban, tomaba decisiones según su “intuición” o por ideas preconcebidas.

Aunque los dos se entusiasmaban con sus propios planes, Churchill dejaba las líneas de acción a los especialistas después de haber establecido las líneas generales, mientras que Hitler intervenía en cada estadio del proyecto, y no siempre con racionalidad.

Churchill tuvo que buscar alianzas, incluso contra natura con la Unión Soviética, y trabajó mucho en la coordinación con sus aliados. Hitler buscaba sumisiones en los gobiernos de otros países; su único aliado de cierto peso, Mussolini, no se concertó eficazmente con el ejército nazi y tuvo que recibir la ayuda alemana en Grecia y en Egipto.

Sabemos que Hitler enfrentaba a sus colaboradores, dividiéndolos, repartiendo parcelas y prebendas, enemistándolos, para ser un árbitro de conflictos. El dictador alemán primaba la lealtad o el servilismo por encima de la valía. En cambio, Churchill procuraba rodearse de personas capaces y trabajadoras, aunque no estuvieran siempre de acuerdo con él. Además insistía en la colaboración entre personas, proyectos y departamentos.

A pesar de su personalidad autosuficiente, Churchill “aprendió” a delegar en sus oficiales, a aceptar que en ocasiones sus propias ideas fueran inviables o descabelladas, sus oficiales se exasperaban por tener que insistir y convencerle, tal era el ardor con el que Churchill defendía sus puntos de vista, aunque una vez reconocido el mejor curso de acción lo asumía como propio. Por contra, Hitler desconfiaba de muchos de sus oficiales, toleró cada vez menos la discrepancia, e imponía sus planes en contra de los especialistas sobre el terreno. Mostraba carencia de autocontrol y sus enfados llevaron a que no se le contradijera, empeorando así su situación en la guerra.

Churchill no escondía sus responsabilidades y reconocía méritos a soldados, oficiales y funcionarios. Visitó las zonas devastadas por los bombardeos sobre Londres. Hitler en cambio rara vez salía de su búnker en Berlín y es notoria su ausencia en público en el último año de guerra en mítines y desfiles. Hitler incluso llegó a quejarse de que el pueblo alemán le había abandonado.

La evolución diferente de ambos personajes fue una de las claves del triunfo aliado y de la derrota alemana: mientras que Churchill fue interviniendo cada vez menos en las acciones directas, dejando que los militares profesionales hicieran su trabajo, Hitler se empeñó en intervenir más y más directamente, lastrando la eficacia de su ejército.

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