Pedro Muñoz Seca: Vida, Obra y el Escándalo Straperlo

Aunque aún se mantiene la confusión, creada por el propio autor, en torno al año de su nacimiento, lo cierto es que Pedro Muñoz Seca nació en El Puerto de Santa María el 21 de febrero de 1879. Hijo de José Muñoz Cesari, procurador, y María Seca Miranda, era el cuarto de diez hermanos en una familia acomodada y religiosa. Estudió en el Colegio San Cayetano hasta el curso 1893-94 y terminó la Segunda Enseñanza en el famoso colegio jesuita de San Luis Gonzaga, realizando los exámenes en el Instituto Provincial de Jerez de la Frontera.

Finalizado el Bachillerato, marchó con su hermano Francisco a Sevilla y, entre 1896 y 1901, cursó paralelamente estudios de Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad Hispalense.

Inicios profesionales y estabilidad económica

El primer trabajo, que permitió a Muñoz Seca continuar en Madrid, fue como profesor de latín, griego y hebreo en la Academia de Valdeavellano. Pero su situación cambió al relacionarse con importantes personalidades de la época, como Antonio Maura (líder del partido conservador y Presidente de Gobierno) que lo contrató de pasante en su bufete. Después, en 1908, gracias a José Sánchez Guerra (político conservador y ministro) consigue un puesto como Jefe de Negociado en la Comisaría General de Seguros del Ministerio de Fomento. Este empleo como funcionario, que nunca abandonará y en el que irá ascendiendo, le proporciona la estabilidad económica necesaria para establecerse definitivamente y dedicarse al teatro.

También por mediación de Sánchez Guerra conocerá a su futura esposa, Asunción Ariza, natural de San Fernando, con la que contrae matrimonio el 1 de abril de 1910 y con la que tendrá nueve hijos.

Vida social y aficiones

Esta situación familiar y profesional no le alejó de su ciudad natal. Muy activo y disciplinado, su jornada diaria era apretada y metódica: trabajo, labor creativa, ensayos, estrenos, representaciones, vida familiar... pero aún le quedaba tiempo de ocio. Asistía casi diariamente a tertulias como "El Molinero", en Gran Vía, "El Gato Negro", junto al Teatro de la Comedia, etc. Se contaba entre sus aficiones la ópera, el cine (escribió varios argumentos de películas) y, de forma especial, los toros. Los veranos los pasaba en San Sebastián ciudad a la que tenía gran cariño.

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Su generosidad y carácter bondadoso y abierto lo hacía una persona carismática y accesible a todos. Siempre pulcro y elegante, rayaba a veces en lo extravagante y caprichoso. Su sentimiento profundamente religioso tenía raíces en la tradición familiar, así como una especial devoción a la Virgen de los Milagros, Patrona de El Puerto.

Éxito y popularidad

Los reiterados éxitos de sus obras convirtieron a Muñoz Seca en un personaje muy popular y admirado por el público, popularidad que trascendió fuera de España. Eran frecuentes sus apariciones en la prensa: entrevistas y reportajes en revistas de actualidad, fotografías en portadas y numerosas caricaturas realizadas por famosos dibujantes que hicieron familiar su carácter y peculiar imagen. También son muchas e interesantes las cartas dirigidas a él manifestándole admiración, nombrándolo presidente o socio honorífico de diversas asociaciones culturales o pidiéndole algún favor (papeles en obras, colaboraciones, dinero, recomendaciones...).

Tenía una intensa vida social, participando a menudo en actos públicos y sociales (benéficos, homenajes, certámenes literarios, banquetes, etc.).

El trágico final

A Muñoz Seca le sorprendió el alzamiento militar del 18 de julio de 1936 en Barcelona, adonde había viajado con su mujer para asistir al estreno, la noche anterior, en el Teatro Poliorama de su obra La tonta del rizo. El autor, personaje muy conocido y que nunca había ocultado sus ideas monárquicas, corría peligro y por ello se trasladó del Hotel Ritz a una pensión de la madre de una actriz, en el nº. 24 de la calle Lauria. Pocos días después es detenido y, más tarde, trasladado a Madrid y encarcelado en el colegio de San Antón, convertido en prisión. Allí permanece los cuatro meses siguientes y, tras ser sometido a juicio sumarísimo, fue fusilado en Paracuellos del Jarama el 28 de noviembre de 1936.

Según testimonios de compañeros, mantuvo su humor y espíritu optimista hasta el final y así en una de sus últimas frases que se ha hecho famosa, dijo: "...Me podéis quitar todo, menos el miedo". La carta de despedida a su esposa es una muestra de entereza y fe religiosa.

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Queridísima Asun: Sigo muy bien. Cuando recibas estos renglones estaré fuera de Madrid. Voy resignado y contento. Dios sobre todo. (...)/ Voy muy tranquilo sabiendo que todos estáis buenos, y que tú seguirás siendo el ángel bueno de todos. El mío lo has sido siempre y si Dios tiene dispuesto el que no volvamos a vernos mi último pensamiento será siempre para ti./ No te olvides de mi madre. Procura que Pepe mi hermano me sustituya en los deberes para con ella, y tú dile cuando la veas que su recuerdo ha estado siempre conmigo./ Nada tengo que encargarte para los niños. Sé que todos ellos, imitándome, cumplirán siempre con su deber y serán para ti como yo he sido para con mis padres, un modelo./ De eso es de lo único que puedo vanagloriarme./ Siento proporcionarte el disgusto de esta separación, pero si todos debemos sufrir por la salvación de España y ésta es la parte que me ha correspondido, benditos sean estos sufrimientos./Te escribo muy deprisa porque me ha cogido la marcha un poco de sorpresa./ Adiós vida mía. Muchos besos a los niños, cariños para todos y para ti, que siempre fuiste mi felicidad, todo el cariño de tu...

El caso Straperlo

Fue a raíz del caso Straperlo de 1935 que la palabra “estraperlo” se empezó a usar en castellano para referirse a chanchullo, intriga o negocio fraudulento. Posteriormente, ya en un contexto de posguerra, el significado de la palabra derivó a lo que comúnmente entendemos hoy por estraperlo, es decir, a comercio ilegal de artículos intervenidos por el Estado o sujetos a tasa.

La palabra Straperlo viene del acrónimo de los apellidos Strauss y Perlowitz, dos socios holandeses que patentaron una particular ruleta que permitía adivinar en qué número se posaría la bola a partir de un cálculo con los números por los que había pasado previamente. Este artilugio acabaría siendo protagonista de un curioso suceso que estallaría en forma de escándalo y que salpicaría al gobierno del Partido Republicano Popular (PRR) de la Segunda República determinando, de este modo, la historia de nuestro país.

Dentro del expediente de la Comisión destaca el informe sobre la ruleta que realizó un ingeniero general de seguridad en el que se hace una descripción técnica del artilugio, así como un dictamen pericial sobre el mismo. Pero, sobre todo, destaca el documento que contiene la denuncia que realizó Daniel Strauss en la que se narra lo que, a su modo de ver, fue una gran estafa siendo él mismo el principal agraviado. En su relato Strauss hace numerosas referencias a los distintos documentos que demostrarían la veracidad de los hechos que describe, de hecho, el expediente de la comisión también contiene un informe emitido por los peritos químicos que confirman la autenticidad de dichos documentos.

De esta manera, la Comisión revestía de veracidad el relato del empresario holandés, en contraste con las declaraciones de los demás principales actores en el asunto, las cuales contradecían directamente la versión de Strauss. La Comisión terminaría por quitarles crédito y por dictaminar que “Las comprobaciones efectuadas de documentos (…) llevan a la convicción moral de que se han manifestado en quienes intervinieron en los hechos que se examinan, conductas y modos de actuar en el desempeño de funciones públicas que no se acomodan a unas normas de austeridad y ética que en la gestión y dirección de los asuntos públicos se suponen como postulado indeclinable”, enumerando a José Valdivia, Rafael Salazar Alonso, Eduardo Benzo Cano, Sigfrido Blasco-Ibáñez Blasco, Aurelio Lerroux, Juan Pich i Pon, Santiago Vinardell y Miguel Galante; todos ellos, destacados miembros o con una relación estrecha con el PRR, partido derechista que desde noviembre de 1933 estaba en el gobierno gracias a la coalición con la derecha católica de la CEDA y del Partido Agrario.

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Desarrollo del escándalo

Ya introduciéndonos en los hechos ocurridos, éstos tuvieron comienzo a finales de febrero de 1934 cuando el empresario holandés Daniel Strauss, después de haber intentado de un modo fallido sacar rédito de la ruleta en Países Bajos, decidió intentarlo en la España de la Segunda República. En ese momento, en España los juegos de azar estaban prohibidos, sin embargo, el proyecto de Strauss consistía en sortear las leyes promocionando la ruleta como un juego de cálculo y no como un juego de azar.

Strauss llegó primeramente a Barcelona con la intención de introducirse en la alta sociedad burguesa catalana, a fin de establecer contactos e influencias que le permitieran entablar relaciones con miembros de la Generalitat de Catalunya. Lo que había planeado no le dio resultado, no obstante, en Barcelona Strauss obtuvo un prometedor hilo del que poder tirar hasta llegar a miembros del mismísimo gobierno de la República. Ciñéndonos a su versión, Strauss describe cómo conoció a Juan Pich i Pon en la ciudad condal, político que en aquel momento ostentaba la subsecretaría de Marina en Barcelona y, asimismo, destacado miembro del PRR. Pich i Pon le presentó a Aurelio Lerroux, sobrino e hijo adoptivo de Alejandro Lerroux, líder del PRR y Ministro de la Guerra en ese momento. Aurelio Lerroux, personaje clave de esta historia, se prestó para conseguir los permisos personalmente a través de las relaciones con su padre adoptivo y con Salazar Alonso, en ese momento Ministro de Gobernación. Strauss estaba a sólo un paso del Gobierno del Estado.

Strauss viajaría hasta Madrid y se instalaría en el Hotel Ritz en donde tendría preparada una habitación para poder exhibir la ruleta Straperlo. Allí se rodearía de un séquito de colaboradores, entre los que se encontraban Pich i Pon, Aurelio Lerroux, el periodista Santiago Vinardell y el boxeador Paulino Uzcudun. A partir de ahí iniciaron una serie de peripecias al más puro estilo vodevil. Entre todos idearon un plan para conseguir la autorización que permitiría utilizar la ruleta en salas de juego, para ello crearon una sociedad anónima en la que hicieron constar los porcentajes que se llevarían cada uno de los participantes del proyecto y en los que estaría incluido el mismo Alejandro Lerroux. En su relato, Strauss cita explícitamente las cantidades de los sobornos y regalos que tuvo que costear para los altos funcionarios y políticos, además de los numerosos gastos de todo el grupo en transportes, restaurantes y hoteles. Entre muchas de las andanzas del grupo, destaca el traslado clandestino de la ruleta desde el Hotel Ritz al Ministerio de Gobernación en una medianoche para exhibirla ante el ministro Salazar Alonso y otros altos cargos.

Cabe decir que finalmente el grupo sí consiguió ciertos permisos para emprender el negocio de la ruleta, lo cual llevaron a cabo en el Casino de San Sebastián y posteriormente en el Hotel Formentor de Mallorca. En ambos lugares la policía del gobierno regional, motivada por la burguesía local que veía con recelo que un extranjero pusiera en funcionamiento un negocio de tal calibre, clausuró rápidamente los salones de juego a falta de haber resuelto los permisos y licencias en el ámbito regional.

A finales de 1934, completamente arruinado, Strauss decidió volverse a Holanda y no seguir con el proyecto no sin antes pedir que se le devolvieran todos los pagos de soborno que había realizado los meses anteriores.

La denuncia y el estallido del escándalo

A lo largo de 1935, ante la nula respuesta de toda la red de funcionarios y políticos sobornados, Strauss quiso chantajear al que entonces ya era Presidente del Consejo de Ministros, Alejandro Lerroux. Lo hizo a través del envío de cartas con la documentación que demostraba todos los hechos. Lerroux hizo caso omiso a dichos correos, lo cual motivó a Strauss a dirigirse directamente al Presidente de la república, Niceto Alcalá-Zamora.

El Presidente de la República recibió la carta de Strauss a mediados de noviembre de 1935. En un primer momento, Alcalá-Zamora quiso dirigir el caso ante la fiscalía sin hacerlo público, no obstante, pocos días después, dicha información había llegado a los grupos de izquierda. Hay que tener en cuenta que en ese momento entre la izquierda había una importante indignación y agitación, en gran parte a causa de la actuación del gobierno ante la revolución de mineros de Asturias de 1934. El día 20 de noviembre, la izquierda había organizado un multitudinario mitin en la explanada de Comillas y Alcalá-Zamora tuvo el convencimiento de que utilizarían la información de este caso para arremeter contra del gobierno, por ello, decidió adelantarse y hacer un comunicado escueto y ambiguo a la prensa.

Nota publicada en La época. “Ha llegado oficialmente a poder del Gobierno una denuncia suscrita por un extranjero cuya personalidad no consta de modo auténtico en España, en la que se formulan acusaciones contra determinadas personas por supuestas irregularidades cometidas con ocasión del ejercicio de funciones públicas. El Gobierno ha trasladado de oficio esta denuncia al fiscal, con el propósito de que se practique la más amplia y escrupulosa investigación”.

Al día siguiente, su publicación en los periódicos suscitó un gran revuelo con toda clase de rumores en la opinión pública y la prensa ponía el foco en el Gobierno con tal de esclarecer qué hechos subyacían bajo el comunicado. Estallaba así el caso Straperlo.

Consecuencias políticas

En los Diarios de Sesiones de esos días de octubre de 1935, se muestra el impacto que tuvo el caso Straperlo en el hemiciclo. En el diario del 22 de octubre de 1935, el día que estalló el escándalo, se observa cómo el gobierno quiso plantear la entrega de la nota a la prensa del día anterior como un ejercicio de transparencia de un caso carente de importancia, la intención era quitar hierro a la denuncia poniendo énfasis en el factor de que el denunciante era un extranjero cuya personalidad no consta de modo auténtico en España, tal como se decía en la nota, de este modo se ponía en duda la veracidad de los hechos descritos por Strauss. El gobierno defendía, además, que el caso debía seguir los cauces ordinarios del procedimiento judicial sin la necesidad de constituir una comisión puesto que, según ellos, no era pertinente que el Congreso tuviera que constituir una comisión especial de investigación cada vez que hubiera una acusación por parte de un desconocido.

Una vez se debatieron las conclusiones del dictamen, el pleno decidió votar la culpabilidad de los señores señalados por la Comisión como implicados en la corrupción del caso, a través de una votación con bolas en la que participaron 180 diputados. Salieron 14 bolas blancas de “inocente” y 166 bolas negras de “culpable”. Justo después todos los incriminados dimitirían de los cargos que ocupaban, al día siguiente Alejandro Lerroux, en ese momento ministro de Estado, abandonaría el Gobierno.

Por otro lado, en el expediente de la Comisión se encuentran las declaraciones de numerosos testigos e implicados en el asunto. Destacan las declaraciones de Aurelio Lerroux, las declaraciones de Rafael Salazar Alonso, Ricardo Samper y Sigfrido Blasco Blasco.

Por último y como curiosidad, también contiene una carta que Francisco Franco publicó en el periódico El Debate el 29 de octubre de 1935. En dicha carta el General desmentía que él mismo tuviera ninguna implicación con las licencias de la ruleta de Strauss y su puesta en funcionamiento en el Hotel Formentor de Mallorca en 1934. Hay que tener en cuenta que en ese momento Franco ocupaba el cargo de jefe comandante del ejército en las Islas Baleares. Además de la carta, el expediente también recoge la declaración de Franco como testigo.

Este caso de corrupción, junto con el caso Nombela, supuso la caída del Partido Radical, lo que puso fin al denominado «bienio negro» de la Segunda República. Tras este período se celebraron unas elecciones generales en febrero de 1936 que fueron ganadas por el Frente Popular.

Tabla resumen del caso Straperlo

Aspecto Detalle
Origen del nombre Acrónimo de los apellidos Strauss y Perlowitz
Principal artífice Daniel Strauss, empresario holandés
Principal implicado Alejandro Lerroux, líder del Partido Republicano Radical
Consecuencia política Caída del Partido Republicano Radical y fin del "bienio negro"

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