El concepto de counseling está ganando cada vez más importancia en el mundo empresarial, como un método para lograr que los empleados superen sus barreras internas y alcancen su máximo potencial. Para entender el concepto, primero hay que acudir al significado de counseling. Este término proviene del mundo anglosajón y viene a significar algo similar a «aconsejando».
Aunque, como vas a poder comprobar en este post, tampoco hemos de ceñirnos a esta definición exacta. A grandes rasgos, uno de estos consejeros sería, en realidad, una especie de consultor psicológico. Se trata de una asistencia que provee de recursos para afrontar los conflictos más habituales del día a día.
El término inglés counseling presenta dificultades para su traducción al castellano. De hecho se están utilizando diversos términos para denominar a esta disciplina, tales como consejo psicológico (Krumboltz y Thorensen, 1981), consejería o, como hemos hecho nosotros, consultoría. En el contexto hispano no sólo presenta dificultades el término que se utiliza para designarla sino también la delimitación y definición de la consultoría como una forma de actuación diferenciada dentro de la psicología clínica.
Una de las definiciones más aceptadas es la de Southern y Caprara (1984) quienes habla de una disciplina que optimiza el comportamiento de los individuos en su medio social mediante la facilitación del desarrollo personal, la integración del individuo en el ambiente, la aceptación de las diferencias individuales, la comprensión del desarrollo vital y la reformulación de las propias demandas y problemas. En definitiva, se trataría de que el piscólogo promoviese el proceso de cambio optimizando los recursos que ya existen en el repertorio conductual del cliente.
¿Qué rasgos distinguen al counseling?
Una vez hemos definido el concepto, es un buen momento para diferenciarlo de otros términos similares. Esta metodología forma parte de la misma familia que otras provenientes del terreno de la psicología. Sin embargo, el counseling no trata de abordar el estado mental del individuo. No se centra, por lo tanto, en el paciente ni en ningún problema psíquico. Eso sí, los profesionales que se dedican a esta disciplina comparte el decálogo de valores con el resto de especialistas de la psicología.
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Por consiguiente, no va a recurrir a medicamentos ni a terapias farmacológicas. Aunque también está claro que los efectos de sus sesiones no van a ser muy distintos a los que producen algunos de estos tratamientos. Suele ser habitual que las personas que acuden a sesiones de counseling afirmen sentirse acompañadas como las que van psicoterapias.
¿Qué diferencia hay entre counseling y psicólogo?
Aunque el counseling y la psicología comparten el objetivo de ayudar a las personas a mejorar su bienestar, existen diferencias clave entre ambas disciplinas. El counseling se centra en ofrecer apoyo en momentos puntuales de dificultad, crisis personales o toma de decisiones. El profesional que lo ejerce, el counselor, no necesariamente es psicólogo clínico, aunque sí está formado para escuchar activamente, empatizar y guiar al consultante hacia una mejor comprensión de sí mismo.
Por otro lado, el psicólogo tiene una formación universitaria reglada y está capacitado para evaluar, diagnosticar y tratar trastornos mentales, emocionales o del comportamiento. Su enfoque suele ser más clínico y, en muchos casos, puede apoyarse en herramientas como test psicológicos o técnicas terapéuticas específicas como la terapia cognitivo-conductual.
| Aspecto | Counseling | Psicólogo |
|---|---|---|
| Formación | Formación específica en counseling u orientación. No siempre universitaria ni clínica. | Titulación universitaria en Psicología, con posibilidad de especialización clínica. |
| Objetivo principal | Acompañamiento emocional, orientación, desarrollo personal. | Diagnóstico, tratamiento y prevención de trastornos mentales y emocionales. |
| Ámbito de intervención | Situaciones cotidianas, crisis puntuales, toma de decisiones. | Trastornos psicológicos, problemas de conducta, salud mental. |
| Enfoque terapéutico | No directivo, centrado en la persona y la escucha activa. | Clínico o terapéutico, basado en corrientes psicológicas (cognitivo-conductual, psicoanálisis, etc.). |
| Duración del proceso | Suele ser breve o de medio plazo. | Puede ser a corto, medio o largo plazo, según el caso clínico. |
| Herramientas utilizadas | Comunicación, empatía, preguntas abiertas, dinámicas de reflexión. | Pruebas psicológicos, diagnósticos, técnicas terapéuticas estructuradas. |
| Regulación profesional | No siempre regulado oficialmente según país. | Regulación profesional y colegiación obligatoria en muchos países. |
Un método que se basa en la persona
Como en esta metodología no se duda del estado mental del asistente, se tiene plena confianza en él. De este modo, se va a invertir tiempo de calidad en mejorar su autopercepción. Este aspecto ha de ir vinculado a un programa de actuaciones que le beneficien. Pero en ningún caso el counselor se va a convertir en un prescriptor del guion de estas acciones a realizar.
Él, simplemente, va a jugar un papel de acompañamiento. Al fin y al cabo, se trata de que sea el propio sujeto quien llegue a sus conclusiones. Y, una vez las tenga claras, es el momento de poner en marcha un proceso de cambio al que acabe llegando por él mismo. Sin embargo, no debes de olvidar que la asistencia del counselor es clave en dicho proceso, al igual que en el coaching. Ten en cuenta que su concurso ayuda a poner en valor unas nuevas decisiones basadas en sus auténticos intereses.
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Este profesional, por otra parte, no se va a mostrar nunca ni autoritario ni paternalista. A continuación, te explicamos cómo contribuye a la evolución de quien recurre a sus servicios.
¿En qué consiste una de estas sesiones?
En primer lugar, aunque estemos hablando de un individuo concreto, te aclaramos que los beneficiarios pueden ser diversos. Nos referimos a parejas, familias, hermanos, compañeros de trabajo, etc.
En definitiva, cualquier colectivo o perfil que imagines puede hacer uso de estos servicios. Pero, en todas estas actividades, siempre hay un nexo común. Se trata del diálogo en su más amplia acepción. Es decir, un diálogo libre, abierto y en todo tipo de formatos. El counselor, aunque acompaña en todo momento, va a dejar que hable sobre todo su interlocutor, ya que la base de este método es el autoconocimiento. En este sentido, ha de potenciar la comunicación y la extracción de conclusiones.
¿Cómo es una sesión de counseling?
Una sesión de counseling es un espacio seguro, confidencial y libre de juicios en el que un consultante puede expresas sus pensamientos, emociones y preocupaciones. Generalmente, tiene una duración de entre 45 minutos y una hora, y se basa en la escucha activa, la empatía y la confianza mutua. El objetivo no es dar consejos, sino acompañar a la persona para que encuentra sus propias respuestas.
Durante la sesión, el counselor puede utilizar preguntas abiertas, dinámicas de reflexión o herramientas de comunicación no verbal para facilitar la toma de conciencia. No se busca interpretar ni etiquetar, sino fomentar la autonomía emocional del consultante. Por eso, es frecuente que se trabaje con objetivos a corto o medio plazo, enfocados en aspectos como la toma de decisiones, la gestión del estrés o el desarrollo personal.
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Las herramientas que se utilizan
El talante del counselor se materializa, por ejemplo, en la validación de las opiniones. Por supuesto, esto no significa que siempre esté de acuerdo con ellas. De hecho, se van a dar multitud de casos en los que esté radicalmente en contra de lo que le cuentan. No has de olvidar que esta validación inicial es un instrumento para aumentar la confianza y, de este modo, poder establecer un diálogo en el se que desea que el peso lo acabe llevando quien ha solicitado los servicios de counseling.
Validar las opiniones de los demás significa que las podemos entender. Por una cuestión de comprensión de sentimientos, como, por ejemplo, la ira, el enfado, la frustración, la apatía, la resignación, la empatía o el aburrimiento. A partir de este reconocimiento, se trata de que la persona confronte sus ideas. Pero no de una manera violenta ni dándole la solución. Siempre en positivo, el counselor facilita que el flujo de alternativas, sin llegar a ser extenuante, no se detenga.
Rebuscando en su mente y verbalizando todo lo que siente, quien acude a la sesión va a hallar sus propias soluciones. En este sentido, el counselor se apoya en diversas técnicas para estimular el diálogo y la locuacidad. Nos referimos a técnicas tales como la reformulación de frases, las evocaciones de citas o el storytelling. Pero también hace uso de otras, como la entrevista o el brainstorming. En cierto modo, el interlocutor se va a considerar escuchado, lo que siempre es reconfortante, aunque hablemos de temas espinosos. Frases como «¿qué sientes?» o «¿qué te parece?» van a ser útiles para generar este clima de intercambio de ideas.
¿Cuándo es adecuado recurrir a esta metodología?
Por último, hemos de señalar que cualquier motivación es válida para echar mano de este método. Pero no es ningún secreto que suele ser más solicitado para abordar situaciones de crisis. Estos contextos pueden ser muy diversos. De hecho, tanto como lo pueden ser los problemas personales. Es obvio que cada uno los experimenta de una manera. Sin embargo, hay inconvenientes que suelen pesar más que otros en estas justificaciones.
No olvidemos, en este aspecto, los problemas sentimentales de pareja, los familiares, los laborales, los generales de autorrealización personal, etc.
Entonces, si hablamos de counseling laboral, se trata de adaptar esta forma de asesoramiento al marco de la empresa. Ayudar a afrontar situaciones de estrés laboral o ansiedad. Abordar las causas que provocan la indisciplina en el trabajo. El counseling laboral se debe emplear en aquellos casos en los que se detecta alguna debilidad o incapacidad del empleado para desarrollar su máximo potencial.
Existen ciertas características diferenciadoras de la consultoría conductual con respecto a la consultoría tradicional (Southern y Caprara, 1984). Así, la consultoría tradicional utiliza estrategias fundamentalmente instruccionales, enfatiza el mantenimiento de una actitud empática y comprensiva, considera que se tiene que producir un cambio valorable a través de tests y establece que la relación entre el psicólogo y el individuo que presenta el o los problemas ha de ser una relación de ayuda (del experto al paciente).
- Los problemas son identificados por el cliente y especificados en colaboración con el psicólogo.
- El psicólogo es responsable de la adecuada especificación y clarificación de los problemas y de los resultados esperados y de la elección del tipo de intervención.
- Uno de los objetivos más importantes de la consultoría conductual es lograr el incremento de la autoeficacia del individuo: desde el primer momento el cliente aprende a sentirse responsable de los cambios; él es quien posee los recursos y habilidades para solucionar sus problemas actuales o futuros (la vertiente preventiva de la disciplina es fundamental), aunque quizás hasta ese momento lo desconozca, no sepa como usarlos o los haya estado utilizando de forma inadecuada o insatisfactoria.
Es difícil explicar que es lo que hace que el individuo que participa en terapias de este tipo modifique su comportamiento y mantenga el cambio. Se han dado explicaciones alternativas (Janis, 1987; Southern y Caprara, 1984) que, desde nuestra perpectiva, no tienen que ser excluyentes si no todo lo contrario, complementarias: sin duda se produce un proceso de racionalización del problema que facilita la comprensión del mismo y, de ahí, la puesta en práctica de soluciones eficaces. También parece claro que la credibilidad del psicólogo, su habilidad para operativizar el problema, comunicárselo al cliente y mostrarle cual puede ser la forma de iniciar y afrontar el proceso de cambio, son factores fundamentales para explicar la eficacia de la consultoría.
Los procesos de evaluación y tratamiento en la práctica de la terapia de conducta van íntimamente unidos, si bien las primeras sesiones suelen dirigirse a la evaluación del problema sin un objetivo terapéutico definido; inevitablemente se producirán algunos cambios en la conducta del individuo (aunque sólo sea por la reactividad del autorregistro o el efecto de «saberse en tratamiento»), pero tales cambios espontáneos ni suelen ser duraderos ni el objetivo del psicólogo es que lo sean (de hecho no tiene que haber un objetivo terapéutico claro hasta que tengamos el análisis funcional del problema).
Para conseguir que el individuo actúe es necesario que, en primer lugar, entienda por qué tiene que actuar (es decir, que la solución de su problema radica en su propio comportamiento y que la actuación que el psicólogo le sugiere o indica es un paso hacia ésta); para ello el psicólogo ha de saber explicar (y, por supuesto, entender) por qué el problema se mantiene. Pero una correcta explicación y comprensión del problema no garantiza el cambio; para actuar en la dirección adecuada el cliente ha de sentirse capaz de hacerlo, o al menos estar motivado para intentarlo. En este punto son fundamentales las dos variables a que antes nos referíamos: credibilidad y empatía.
Una adecuada selección de las tareas que el cliente haya de realizar, la selección de objetivos de acuerdo con las habilidades que el cliente muestre en cada momento de la terapia (y especialmente en estos primeros momentos) garantizará el éxito en la consecución de los mismos y reforzará la ejecución futura: el individuo comprobará que ese es el camino correcto hacia la solución de sus problemas y que él es capaz de seguirlo.
La Psicología de la Intervención Social es una actividad profesional de una de las ramas de la Psicología que en su evolución histórica surge como respuesta a la necesidad de analizar y/o actuar sobre los problemas de las interacciones personales y su entorno en los diversos contextos sociales. Su continua acción, reflexión e investigación tiene como principal marco de referencia la Psicología Social, además de la Sociología, la Antropología y otras disciplinas afines. La Psicología de la Intervención Social se centra, con mayor frecuencia, en problemas o cuestiones sociales que se dan en el seno de sistemas o procesos sociales complejos, multifacéticos y dinámicos.
Toda interacción social se da siempre en una continua dialéctica donde las personas, los grupos, las instituciones y las comunidades se encuentran más capacitados o más marginales frente a la posibilidad de conseguir sus objetivos. La marginalidad supone una pérdida de poder y capacidad para la autonomía del individuo respecto a los condicionamientos de su entorno.
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