Muchos nos hemos sorprendido al encontrarnos en el número 7 de la Avenida de Reina Victoria, muy cerca de Cuatro Caminos, un moderno edificio acristalado cuya parte baja está recubierta por la fachada de otro edificio anterior de ladrillo, con una profusa decoración a base de ladrillo y azulejo. El nuevo edificio, que fue construido en el año 2005, respetó parte de las fachadas del antiguo mercado de San Antonio de Padua, en la avenida y hacia la pequeña calle de Esquilache.
Cuando Madrid empieza a mirar hacia su extrarradio norte, crecido informalmente a las puertas de la ciudad, lo hace a menudo como un espacio de comercio informal. La venta callejera hacía de la calle de Bravo Murillo un inmenso mercado callejero en el que se abastecían sus vecinos y los madrileños que salían a comprar en busca de mejores precios, ya que algunos productos aforaban impuestos al atravesar, precisamente, Cuatro Caminos.
Pronto empezaron a pedir al Ayuntamiento la construcción de un mercado cubierto vecinos agrupados y algunas figuras influyentes en el nuevo vecindario. Algunos de ellos, conviene tenerlo en cuenta, eran los industriales de la barriada, es decir, comerciantes con establecimiento cuyos pagos al municipio están regulados, por lo que la venta callejera suponía una competencia desleal para sus intereses.
“Es digna de censura la pasividad que preside todos los actos de nuestro Ayuntamiento. Hace varios años existe en la acera de la derecha de la calle de Bravo Murillo, a partir de la glorieta de los Cuatro Caminos, una larga fila de puestos fijos, donde se expenden carnes fritas al aire libre, pescados y verduras. Aparte de lo antiestético de su aspecto, producen emanaciones nada agradables, que aumentan en cuanto caen cuatro gotas, por tener estos vendedores convertida la carretera en depósito de desperdicios, y son un estorbo para la circulación.
En realidad, la imagen de los cajones atestando las calles y formando mercados había sido la normal en Madrid hasta hacía algunas décadas. El primer mercado cubierto fue el de San Ildefonso, que se construyó en 1835. A partir de ese año empezaron a levantarse el resto, lo que no acabó ni mucho menos con la venta en la calle, que a menudo se extendía por los alrededores de los nuevos mercados.
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Los trámites para la licitación del mercado de los Cuatro Caminos comenzaron en 1915 y el edificio fue una realidad inaugurable en 1919. El mercado cubierto vino a unirse al resto de hitos y servicios del entorno de la glorieta, que más o menos en los mismos años llegaban a una barriada huérfana de atención municipal. En los alrededores estaban la casa de socorro, el colegio Cervantes, la biblioteca popular o la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. Justo enfrente, se levantaron los edificios Titanic que aún dominan las alturas de la glorieta.
Fue la misma compañía Metropolitana que llevó el metro a la barriada, en la que fue la primera línea de la red, y urbanizó Reina Victoria. La misma que había levantado las cocheras justo al lado del mercado, que fueron derribadas en 2021 tras una larga lucha vecinal por su conservación. De la enorme infraestructura hoy solo queda, precisamente, el viejo muro de perfil dentado en la calle Esquilache, junto a una de las fachadas del mercado.
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