El Estado Emprendedor: Desmitificando la Oposición Público-Privada

El Estado Emprendedor de Mariana Mazzucato es un libro muy comentado, ensalzado y criticado desde que se publicó en 2014, pasando por una reedición 5 años después y recientemente mencionado en el congreso de los diputados.

En la sociedad está ampliamente difundido el planteamiento de que el sector privado es innovador, dinámico y competitivo, mientras que el Estado tiene un rol más estático que corrige posibles fallos en los mercados (en el mejor de los casos) o como obstáculo de creación de riqueza (en el peor). Por lo que su intervención debe de ser mínima.

Sin embargo, en este libro el lector encontrará una defensa ferrea del papel del estado. La autora presenta otro enfoque radicalmente distinto, afirmando que el planteamiento anterior es un falso mito ampliamente extendido.

El Estado, afirma la autora, lejos de ser un lastre para la innovación, es su principal motor. Para reforzar su enfoque, utiliza múltiples ejemplos de empresas e intervenciones de los estados, comentarios de otros autores y estadísticas.

El Estado, según Mazzucato, es el que debe crear estrategias de crecimiento a largo plazo, moldeando o incluso creando mercados; que debe por tanto recibir retorno con los casos de éxito que genera como cualquier capitalista de riesgo para no “socializar los gastos y privatizar los beneficios”; y crear sistemas de innovación o “ecosistemas” entre lo público y privado para relaciones simbióticas y no parásitas.

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Algunas Hipótesis del Libro

Las afirmaciones de este apartado son directamente sacadas del libro, y resumen la filosofía de la autora:

  • El estado ha sido indispensable para la creación y éxito de productos y empresas como Apple o Tesla. Posiblemente el argumento más controvertido y criticado.
  • El estado tiene papel en demanda pero también oferta, fomentando desarrollo y difusión de nuevas tecnologías.

Por ejemplo:

  1. El iPhone se financió con fondos públicos. Depende de internet, cuyo progenitor es ARPANET financiada por el Departamento de Defensa (1960 DARPA). El GPS con un programa militar de EEUU (1970 NAVSTAR). La tecnología de pantalla táctil por la empresa FingerWorks fundada por un profesor de la Universidad de Delaware con financiación pública. Incluso Siri puede tener ascendencia en DARPA.
  2. Las empresas de Elon Musk como Tesla Motors, SolarCity o SpaceX han sido beneficiadas por ayuda y tecnologías públicas. Tesla tuvo préstamo de 465 millones de dólares por EEUU (papel en demanda) y en Noruega gracias a las políticas verdes, se venden más ahí que en EEUU (papel en oferta). Con esto intenta romper la idea del “emprendedor solitario”.
  3. Fundación nacional para la Ciencia financió el algoritmo de Google (Battelle, 2005).

El estado debe de ser un visionario. No debe obstinarse en proyectos en funcionamiento, sino a pensar estratégicamente en cómo las inversiones pueden contribuir a conformar las perspectivas a largo plazo de los ciudadanos. Por el contrario, los políticos y funcionarios no son considerados como emprendedores, creadores de riqueza o de mercados, sino que son considerados como los que corrigen los mercados (en el mejor de los casos) o como obstáculos de creación de riqueza (en el peor).

Viene de la teoría económica convencional que cree que el estado debe limitarse a arreglar mercados en lugar de intentar crearlos o moldearlos directamente.

Se le acusa al estado de crowding out (desplazar) a ciertos sectores por tener presencia. Sin embargo argumenta que las inversiones gubernamentales tienen efecto de crowding in (incentivar), haciendo que el output nacional se expanda. Esto es gracias al papel estratégico “visionario” del gobierno como en los casos de Internet o nanotecnología.

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El Estado como Capitalista de Riesgo

Si el Estado debe actuar como un capitalista de riesgo necesariamente cometerá muchos errores pero también éxitos superlativos. Sin embargo, como cualquier capitalista de riesgo debe recibir compensación en caso de acertar y no realizar el intento de socializar los gastos y privatizar los beneficios.

Por ejemplo, Solyndra de paneles solares recibió 535 millones del Departamento de Energía y tras su fracaso los conservadores fiscales lo vieron como un ejemplo de errores derivados de “elegir triunfadores” por parte del estado. Cuando el caso de éxito de Tesla no se critica, recibiendo una cantidad de dimensiones parecidas.

Comentario

Siempre he creído en el libre mercado y la reducción de las competencias del estado a lo mínimo salvo en tres materias: la educación, sanidad y energía limpia. Creía (y sigo creyendo) que la educación pública de calidad (relacionada con los ODS 4, 5 o 10) otorga a todas las personas las mismas oportunidades sin importar de dónde vengan. El mérito individual debe triunfar sobre la procedencia, al igual que el esfuerzo triunfa sobre el talento innato si no se ejercita.

En cuanto a sanidad (ODS 3), partía del mismo argumento anterior. Para que todo el mundo tenga las mismas oportunidades, debe existir una sanidad pública que reduzca aún más las desigualdades. Finalmente, estos esfuerzos serían sin sentido si acabamos con la casa común, la Tierra. El desarrollo sostenible tiene tres dimensiones: económica, ecológica y social. Por lo tanto la apuesta por energías limpias (ODS 7, 11 o 3) permite una industrialización responsable y sostenible y mejora la salud de los ciudadanos. Combatiendo además el peligro del cambio climático ampliamente mencionado en el libro.

He encontrado un refuerzo de esta filosofía en el libro, aportándome además interesantes ejemplos como los descritos e incluso haciendo que me cuestione si en determinadas ocasiones el Estado debe de ser el que moldee parte de un mercado viendo ejemplos como los que menciona la autora.

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Pero ciertos ejemplos y argumentos parten de datos incompletos, dudosos o erróneos. Una crítica que se le puede hacer en determinados ejemplos es el uso de 2 falacias básicas: confundir condiciones superfluas o redundantes con condiciones necesarias (es decir, imprescindible para que se produzca); y confundir condiciones necesarias con condiciones suficientes.

Un ejemplo de intervención estatal superflua es relativo al caso Apple al que recurre en múltiples capítulos del libro. Antes de que la empresa saliera a bolsa, el estado estadounidense a través de un fondo de capital riesgo, inyectó medio millón en el capital de Euros. Lo cual la autora destaca como necesario para la “supervivencia de Apple”. Sin embargo, previamente Apple ya había captado más de medio millón y estaba valorada en más de 3 millones. Habría que probar que no había ninguna otra opción para tomarlo de argumento de la imprescindibilidad de la intervención pública, esfuerzo que no realiza la autora.

Para explicar la segunda falacia, se puede recurrir a ejemplos de grandes genios de la cultura popular. Todo lo que se innova toma base en tecnologías y medios desarrollados anteriormente y es la creatividad la que permite tender puentes entre disciplinas y conceptos nunca imaginados. El secreto para llegar lejos es subirse a “hombros de gigantes” como dijo Isaac Newton.

Formulo algunos ejemplos que se me ocurren a continuación:

  • Sin el desarrollo de motores de combustión y automoción, Enzo Ferrari no podría haber fundado su marca de deportivos.
  • Sin la tecnología de grabación de películas, Francis Ford Coppola no habría podido dirigir el Padrino.
  • Sin el desarrollo de los vinilos, The Beatles no se habrían convertido en uno de los mayores grupos de la historia de la música.

¿Pero alguien le diría a Paul McCartney que el disco Sgt. Peppers se debe exclusivamente gracias a las tecnologías de grabación de audio e invención de instrumentos musicales?

Podemos afirmar que el desarrollo de las tecnologías e industrias, muchas de ellas con base o ayuda importante en el sector público, es necesario para que grandes genios y empresas a lo largo de la historia hayan realizado sus innovaciones, pero por supuesto no suficiente.

El talento, diferenciación y diseño añadido, además de la posterior comunicación y desarrollo de marca, es mucho más que la suma de las tecnologías que hacen posibles una innovación.

Como afirma el libro, los paneles solares fueron impulsados por el sector público, al igual que tecnologías como la luz LED. Además, parte del asesoramiento vino de organizaciones como el Instituto de Energía Solar de la Universidad Politécnica de Madrid, ENISA o el Programa de Creación de Empresas ActúaUPM, todas creadas con fondos públicos. Y si eso fuera poco, actualmente dispongo de becas públicas para contratación de estudiantes en prácticas y fondos públicos para nuevos prototipos.

A todo ello estoy muy agradecido y siempre lo valoro como esfuerzos del sector público por fomentar el emprendimiento, sin embargo, aunque fuera la opción que más viable contemplé, no era la única que tenía de desarrollar el producto y fundar una startup. Y el proyecto no es resultado exclusivo de unir tecnologías a lo loco sin añadir ventajas competitivas propias.

Por supuesto, la imagen de “emprendedor solitario” que critica la autora a la hora de describir casos de éxito como el de Jobs o Musk no existe, sino que es más una idealización debida a la búsqueda de ídolos por parte de la sociedad, y más cuando el país tiene un sector público que otorga múltiples oportunidades a los emprendedores. Pero el mérito individual creativo y de riesgo debe de ser correctamente valorado como propiamente defendía Schumpeter.

Existen además otros casos en los que las tecnologías que fueron desarrolladas por el gobierno, como cuando pone de ejemplo el GPS para el iPhone, no iban para fomentar la industrialización y que toda la sociedad se beneficiara, sino que fue concebido exclusivamente con la motivación de usarlo en la guerra. Justificar el beneficio de la sociedad a través de este ejemplo concreto, es como justificar un estado militar porque "tiene sus beneficios".

Finalmente hay que comentar que otro de los aspectos que no desarrolla la autora es la posibilidad de que la inversión estatal expulse a la privada del mercado, debido en parte a su clara oposición al pensamiento económico tradicional y en cierta medida al liberalismo en sus ramas más puras, que considero que le puede cegar, siendo argumentos liberales válidos y probados.

El empresario tiene incentivos para mejorar más allá de sus convicciones e ideales -que la autora defiende utópicamente que tiene el sector público, ya que para ella no está sujeto a intereses políticos del partido de turno, con su corazón solo en el progreso de la sociedad y no en el corto plazo y en las elecciones de 4 años más tarde"-, como son los de supervivencia de la empresa, mayor crecimiento, más dinero…

Mientras que la seguridad del trabajo en el sector público hace que, por nuestra naturaleza humana, se vuelva en muchos casos estático. Diego Sánchez de la Cruz afirma que el “liberalismo es el que piensa en los demás”, afirmando que:

En una economía abierta y competitiva, el lucro solamente puede llegar sirviendo a los demás: uno puede enriquecerse, sí, pero esa riqueza es inseparable del beneficio que obtiene la sociedad gracias a los emprendedores.

Además, la figura de emprendedor social -a la que yo aspiro y estoy desarrollando, montando una red de distribución de mini sistemas fotovoltaicos para poblados en África sin acceso a electricidad con beneficios de la startup-, incentivada con organizaciones como Ashoka y casos de éxito como la española Auara, hace que crezca la idea de que el cambio se debe realizar en gran parte a través del sector privado y la demanda de una sociedad concienciada.

Y el estado encargarse en mayor medida de asegurar las 3 dimensiones comentadas al comienzo, mantener el libre mercado pero incentivando en cierta manera a las personas que se atreven a tener objetivos que se unen con los Objetivos de Desarrollo Sostenible a la par que se lucran.

Por lo general, como esperaba, el libro me ha despertado y aportado ideas interesantes que comparto. En mi vida de continua búsqueda de la verdad y libertad, me gusta replantearme teorías y aspectos que debido al pensamiento generalizado daba por hecho, como la idea de que el estado se debería restringir a las materias básicas y no intervenir apenas en los mercados, con una reducción derivada de los impuestos.

Entiendo aún más la importancia de que ante las necesidades actuales médicas, educativas y en materias de sostenibilidad principalmente, el estado debe ir un paso más allá tratando de crear e incentivar las tecnologías e iniciativas que lo hacen posible y del poder de los sistemas público-privados simbióticos.

Creo que la autora pretende dar una visión opuesta al pensamiento generalizado acerca del estado que enriquece mucho, ya que hace cuestionar y aporta ideas a políticos y gobernantes en materias de innovación, aunque a veces cayendo en errores y falacias por querer demostrar que su argumentación es una verdad universalmente válida, o posiblemente, para crear mayor impacto y controversia.

Los desafíos del planeta deben unir a los dos sectores público y privado, valorando a los emprendedores, sin expulsar la inversión privada y reconociendo el valor de la investigación pública, para hacer del mundo un lugar más sostenible económica, ecológica y socialmente.

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