Esta es una historia de amor y superación. Nuria Varela-Portas, una mujer que cambió la ciudad por el campo, transformó una finca familiar en un exitoso negocio de huevos camperos. Su historia es un ejemplo de cómo la pasión, la perseverancia y la visión pueden convertir un sueño en una realidad rentable.
De la ciudad al campo: Un cambio de vida radical
Hoy Nuria tiene 55 años y parece una mujer de campo, de toda la vida. Pero no siempre ha sido así. Ella vivía en Madrid, cursó la carrera de Ciencias Económicas en la capital e incluso se fue un año entero a Londres para estudiar el idioma. Era una mujer de ciudad, pero solo en apariencia.
“Londres es una urbe enorme llena de gente y allí identifiqué que no quería vivir en una gran ciudad y quería volver al campo, a mis orígenes, a la finca familiar de mi abuelo donde hace años hubo actividad agrícola. Siempre tuve un vínculo sentimental muy grande con Galicia, de pequeña quería aprender gallego y la vinculación de mi padre con esa tierra también la sentía yo. Viviendo en Madrid me sentía muy gallega y de alguna manera en mí estaba ese deseo de volver y ese sueño de darle vida al pazo y a sus fincas.
Con 26 años, cambió el ruido de los coches por el sonido de los árboles y los pájaros. Puso en marcha el Pazo cuando estaba medio en ruinas. Hizo la maleta y se trasladó con sus padres al Pazo de Vilane para emprender desde cero y producir huevos camperos.
“El pazo estaba más o menos mantenido pero no se había invertido nada en la finca en muchos años, había partes muy deterioradas, y toda la antigua explotación ganadera de vacas estaba vieja. Lo que hicimos fue emprender desde la nada. Fue muy complejo, tomar decisiones sobre qué hacer y ponerlo en marcha, mucha inversión y aprendizaje, de gallinas yo no sabía nada y ahora soy una experta.
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El inicio: 50 gallinas y una visión clara
La empresa familiar dio sus primeros pasos vendiendo puerta a puerta por los alrededores de la propia finca los huevos, que sus 50 primeras gallinas criadas en libertad les proporcionaban y que ellos mismos envasaban a mano en un pequeño local.
Así comenzó la producción de huevos camperos de gallinas en libertad y la marca Pazo de Vilane. Ése fue el punto de partida de un periplo de año y medio para conseguir financiación hasta que "el gerente de una SGR de aval recíproco se enamoró de la idea y nos avaló". Esos 20.000 euros dieron para rehabilitar una antigua nave de producción que "hace años acogía a becerros y que se adaptó para la cría de gallinas, compramos 50 por 300 euros".
“La base de nuestro proyecto y nuestro producto está en el cuidado animal, porque consideramos que un producto que nos da un animal que tiene bienestar, siempre iba a ser un producto mejor” ha resaltado.
Superando obstáculos: Mujer, joven y en el ámbito rural
No lo ha tenido fácil como mujer emprendedora en el campo. “Yo he tenido la tormenta perfecta: mujer, joven y en el ámbito rural. En el entorno decían que la niña de Madrid se iba a volver, que no aguantaría, en los bancos me decían ¿cómo una economista se quiere venir aquí, estás loca? En un momento en que la banca estaba poniendo el foco en el sector inmobiliario. Me costó mucho hacer entender que el campo tendría beneficios. Tuve todas las dificultades pero fui perseverante y tuve suerte”. Se sintió abrumada por el cambio pero tenía un apoyo fundamental, su padre.
Crecimiento y expansión: De 50 gallinas a 220.000
Empezó con 50 gallinas y hoy tiene 220.000 y factura 10 millones de euros. Pero no ha sido un camino de rosas.
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Tres décadas en un proyecto familiar que ha resultado también ser muy rentable. Pero cocinado a fuego lento, progresivo y con obstáculos. “Vivimos momentos complicados en el año 2006 con la gripe aviar o la crisis financiera en 2008 pero nunca nos hemos dejado caer del todo, siempre poco a poco, ha sido una trayectoria larga y lenta que ha permitido un proyecto muy asentado y con decisiones prudentes en el ámbito empresarial sin hacer alardes ni grandes riesgos y con el foco muy claro: una empresa que retornara las rentas al territorio, que creara riqueza en el entorno, respeto al medioambiente, a los animales y personas y siempre buscando el producto de calidad. Y muy importante: ser transparentes y honestos, siempre hacer lo que decimos que hacemos. Y esta fórmula le ha funcionado.
En la actualidad Pazo de Vilane factura más de ocho millones de euros al año y cuenta con 200.000 gallinas repartidas en sus fincas de la Comarca de A Ulloa. Tienen claro que el negocio puede crecer, pero despacio y sin cambiar la esencia: el bienestar animal frente a todo. Porque sólo las gallinas bien cuidadas y alimentadas, con pastoreo diario y con crianza controlada en gallineros pequeños, ponen los huevos más sabrosos.
El valor de la marca y la diferenciación
Otro de los hitos importantes de la historia del Pazo, explica Piedad Varela-Portas, fue “el tema del marketing, del envase, porque nos hizo diferenciarnos de los productores industriales que manejaban el huevo como un producto estándar y corriente”.
“Nosotros al huevo campero le hemos dado una personalidad, una presentación y un mensaje que es toda la filosofía del proyecto” ha explicado Piedad Varela-Portas, co-fundadora y responsable de comunicación de Pazo de Vilane, a AyE.
El buen marketing también ayudó en el éxito de Pazo de Vilane. La elección del envase, su reconocida caja de cartón con la emblemática gallinita punteada en verde, fue todo un acierto. Su caja artesanal no sólo les brindó una imagen memorable y reconocible por parte del consumidor, sino que llegó a marcar un hito en el lineal.
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Impacto en la comunidad y el medio ambiente
Y ahora el Pazo genera más de 50 puestos de trabajo directos y trabajan con granjeros colaboradores “porque tenemos granjas de gestión integrada, vecinos de la zona a los que les asesoramos, pero con su propia instalación, y el impacto positivo en la zona es mayor. En un momento en el que lo rural pierde población, el negocio ha generado un pequeño impacto. En una aldea de apenas ocho personas aunque a un kilómetro del ayuntamiento que tiene más de 1.000.
La vocación de esta empresa familiar no es quedarse en la venta de huevos camperos y de mermeladas, sino que va más allá: “Queremos seguir poniendo en producción fincas de nuestra zona, ya no solo las nuestras, si es que se nos terminan nuestras tierras.
Asimismo, otro de los consejos que ofrece a cualquier persona que quiera emprender es tener “vocación, motivación y ganas". "No producimos huevos, cuidamos gallinas".
Claves para la rentabilidad de un negocio de gallinas ponedoras
En el mundo de la avicultura, la producción de huevos se ha consolidado como una actividad con un gran potencial económico, tanto para pequeños productores como para grandes empresas. Muchas veces se escucha que "las gallinas ponedoras son rentables" y que "es rentable producir huevos", ya que, con un manejo adecuado, se pueden generar buenos ingresos mes a mes.
La rentabilidad de criar gallinas ponedoras depende de diversos factores que influyen directamente en la producción y en los costes de operación. Para comenzar con la producción avícola, es esencial conocer la inversión necesaria y los costes fijos asociados.
- Infraestructura: Construcción o adecuación de instalaciones adecuadas para albergar a las gallinas, con espacio suficiente y condiciones higiénicas apropiadas.
- Equipamiento: Compra de comederos, bebederos, sistemas de iluminación y calefacción, y otros insumos necesarios para mantener un ambiente óptimo.
- Permisos y licencias: Costes relacionados con la autorización de la actividad avícola, que varían según la normativa local.
Además de la inversión inicial, es fundamental tener en cuenta los costes operativos recurrentes, que pueden afectar significativamente la rentabilidad.
- Alimentación: Uno de los gastos más altos, ya que la calidad y cantidad de alimento influye directamente en la producción de huevos.
- Manejo y mantenimiento: Costes asociados al personal, el manejo diario del plantel y el mantenimiento preventivo de las instalaciones.
Razas de gallinas ponedoras rentables
Entre las gallinas ponedoras más rentables se destacan la Leghorn, valorada por su alta productividad y eficiencia alimenticia; la ISA Brown y la Hy-Line Brown, que ofrecen una puesta constante y se adaptan bien a diferentes sistemas de manejo; y, en algunos casos, la Rhode Island Red, apreciada por su robustez y doble propósito (es ponedora y tiene carne de gran calidad).
Tamaño óptimo del plantel
Determinar el tamaño óptimo del plantel es un paso esencial para maximizar la rentabilidad. No se trata solo de aumentar el número de aves; se debe evaluar cómo el crecimiento del plantel incide en los ingresos, en la eficiencia operativa y en la capacidad para gestionar la producción.
- Inversión y capital: Para un proyecto a pequeña escala en España, se estima una inversión inicial de entre 10.000 y 15.000 € que cubre la adecuación de las instalaciones, la compra de equipos básicos y la adquisición de un plantel inicial de unas 500-600 gallinas.
- Espacio e infraestructura: Se recomienda mantener una densidad de 8 a 10 gallinas ponedoras por metro cuadrado para evitar el hacinamiento y garantizar el bienestar de las aves.
- Capacidad de manejo y control: Contar con un equipo capacitado es crucial para monitorear la salud y la producción. En una operación pequeña es recomendable contar con al menos un técnico especializado.
El tamaño del plantel no solo influye en la producción total de huevos, sino también en la eficiencia operativa e ingresos generados.
Mayor diversificación en la producción, permitiendo ajustar la oferta frente a la demanda del mercado. Sin embargo, es fundamental evitar el sobrecrecimiento, ya que esto podría derivar en problemas de manejo, mayores índices de mortalidad o la disminución en la calidad del producto final.
Retorno de la inversión
El camino hacia la rentabilidad de un plantel de gallinas ponedoras es progresivo. Desde el montaje del plantel (semana 0), no se generan ingresos, ya que las aves requieren tiempo para crecer y alcanzar la madurez. Generalmente, las gallinas comienzan a poner huevos alrededor de la semana 20, momento en el que empieza la producción.
Sin embargo, debido a la inversión inicial y a los costes operativos acumulados durante el período previo, se necesita un tiempo adicional para recuperar esa inversión. De forma conservadora, se estima que tras unas 12 a 16 semanas de producción constante -es decir, aproximadamente en la semana 32 a 36 desde el montaje del plantel- es cuando se comienza a ver beneficios netos.
Comercialización y sostenibilidad
Existen distintos enfoques para comercializar los huevos y posicionar el negocio de gallinas ponedoras en el mercado. Cuando se piensa en la sostenibilidad a largo plazo, optimizar el proceso y buscar la escalabilidad se convierte en un factor decisivo. El avance tecnológico ha transformado la manera en que se gestiona la producción avícola.
En definitiva, si bien la producción de huevos con gallinas ponedoras requiere de una planificación meticulosa y una gestión constante, las ventajas son evidentes. Con las estrategias adecuadas y una visión a largo plazo, se puede afirmar que, efectivamente, las gallinas ponedoras son rentables y es rentable producir huevos.
El futuro de Pazo de Vilane
Pazo de Vilane también produce y comercializa mermeladas de frambuesa y arándanos y de tomate ecológico, y el jugo de frambuesa. Aumentar la producción de estos productos, que ahora suponen el 10% de su facturación, es su reto. Nuria comenta que no buscaron esta diversificación: "Aprovechamos una iniciativa de desarrollo agrario de la zona para cultivar frambuesas. Utilizamos el estiércol de las gallinas y plantamos dos hectáreas. Al principio las vendíamos, pero luego decidimos producirlo y comercializarlo nosotros. La mermelada tiene un origen trazable y un porcentaje de fruta más elevado que uno industrial. El objetivo es devolverle al pazo su actividad económica ". ¿El futuro? Elaborar zumos deshidratados de productos ecológicos, "pero no tenemos prisa", asegura.
“Yo soy super feliz y disfruto mucho del campo pero es que además en mi tiempo libre me gusta pasear por el bosque, ya nunca volvería a Madrid. Me adaptaría porque soy una superviviente pero por voluntad propia, no”. La mujer de Madrid que encontró su sitio en el silencio de la aldea gallega.
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