El Liderazgo de Estados Unidos: Historia y Actualidad

Desde la independencia en 1776 hasta la actualidad, la historia de Estados Unidos ha sido escrita, en gran medida, por 45 hombres que han ocupado el Despacho Oval. Cada presidente ha dejado su huella, definiendo momentos cruciales que han moldeado la trayectoria del país y su papel en el mundo.

Presidentes que Marcaron la Historia

Desde los visionarios fundadores como George Washington, que sentaron las bases de una joven república, hasta Joe Biden, que, durante tres años, tomó los mandos del gobierno en medio de desafíos contemporáneos complejos (rivalidades estratégicas con potencias emergentes como China y Rusia, la redefinición de alianzas globales o el manejo de flujos migratorios, la seguridad en la frontera y las políticas de asilo, entre otros), los mandatarios estadounidenses han sido actores centrales en los giros de la historia, no solo a nivel interno, sino también a escala global.

Elecciones Presidenciales de 2024: Una Encrucijada Política

Ahora, con las elecciones presidenciales del 5 de noviembre a la vuelta de la esquina, Estados Unidos se encuentra en una encrucijada política que podría marcar un punto de inflexión en su rumbo. La contienda se perfila como un choque de titanes entre dos figuras que encarnan visiones opuestas del futuro: la actual vicepresidenta Kamala Harris, que se presenta como abanderada de la continuidad de las reformas sociales y el multilateralismo, y el expresidente Donald Trump, quien aspira a un regreso sin precedentes, evocando el ejemplo de Grover Cleveland como el único presidente que ha conseguido dos mandatos no consecutivos.

Un Recorrido por los Presidentes de Estados Unidos

A continuación, te presentamos un listado de todos los presidentes que han ocupado la Casa Blanca, junto con los años en los que desempeñaron su mandato.

  • George Washington (1789-1797): el fundador de una nación. Reconocido por su papel decisivo como comandante del Ejército Continental durante la Guerra de Independencia, estableció precedentes clave para el gobierno federal y la transferencia pacífica del poder. Tras dos mandatos, se retiró voluntariamente, reafirmando su compromiso con la democracia. Washington falleció en 1799 por una grave infección en la garganta, dejando un legado como símbolo de unidad e integridad nacional.
  • John Adams (1797-1801): defensor de la ley y la diplomacia. Reconocido por su papel en la independencia, defendió la Constitución y el Estado de Derecho. Durante su mandato, enfrentó tensiones con Francia que casi derivaron en guerra, pero optó por la diplomacia para mantener la paz. Aunque perdió la reelección en 1800 ante Thomas Jefferson, estableció la primera transición pacífica de poder entre partidos opuestos, consolidando así el sistema democrático del país.
  • Thomas Jefferson (1801-1809): arquitecto de la expansión territorial. Durante su mandato, impulsó la expansión del país con la compra de Luisiana en 1803 y promovió políticas de gobierno limitado. Sin embargo, su segundo periodo enfrentó desafíos económicos por el embargo de 1807. Al dejar el cargo en 1809, dejó un legado de expansión territorial y defensa de la libertad.
  • James Madison (1809-1817): padre de la Constitución y líder en guerra. Conocido como el "padre de la Constitución" presidió durante la Guerra de 1812 contra Gran Bretaña, que reafirmó la independencia del país. Aunque enfrentó desafíos económicos y militares, dejó el cargo en 1817 con un legado de resiliencia y fortalecimiento nacional.
  • James Monroe (1817-1825): la era de los buenos sentimientos. Monroe es famoso por la Doctrina Monroe de 1823, que estableció principios de no intervención europea en el continente americano y reafirmó la independencia de las naciones latinoamericanas. Su administración también destacó por la adquisición de Florida en 1819 y la promoción de la expansión territorial. Monroe dejó el cargo en 1825, siendo recordado por su enfoque en la unidad nacional y la defensa de la soberanía de Estados Unidos en el hemisferio occidental.
  • John Quincy Adams (1825-1829): visionario de la modernidad. Hijo de John Adams, fue un destacado diplomático que promovió una agenda de modernización centrada en la infraestructura y la educación. Su elección fue polémica, ya que se decidió en la Cámara de Representantes, generando desconfianza pública. A pesar de la oposición, defendió su visión de un gobierno activo en el bienestar social. Después de dejar la presidencia en 1829, continuó en el Congreso, donde abogó por la abolición de la esclavitud y los derechos civiles.
  • Andrew Jackson (1829-1837): el presidente del pueblo. Su mandato se caracterizó por un liderazgo fuerte y políticas que promovían la democracia, aunque también fue marcado por decisiones controvertidas, como la reubicación forzada de tribus indígenas, conocida como la "Ruta de las Lágrimas." Jackson defendió la supremacía del poder ejecutivo y se opuso al Segundo Banco de los Estados Unidos, lo que llevó a su disolución. Su legado es mixto: es celebrado por aumentar la participación política, pero criticado por sus políticas hacia los pueblos nativos y su estilo agresivo de gobernar.
  • Martin Van Buren (1837-1841): el artífice del Partido Demócrata. Reconocido por su habilidad política, fue clave en la formación del Partido Demócrata y en consolidar su estructura. Su presidencia se centró en estabilizar la economía y reducir el déficit federal, aunque fue criticado por no aliviar adecuadamente el sufrimiento económico de la población. Al final de su mandato, no logró ser reelegido en 1840, dejando un legado mixto como líder en tiempos difíciles.
  • William Henry Harrison (1841): el presidente de un mes. Sin embargo, su mandato fue extremadamente breve; falleció el 4 de abril de 1841, apenas un mes después de tomar posesión, debido a una neumonía, convirtiéndose en el presidente con el mandato más corto en la historia. A pesar de su corta presidencia, su elección marcó un cambio significativo en la política estadounidense al ser la primera victoria del Partido Whig.
  • John Tyler (1841-1845): el primer sucesor presidencial. Su mandato estuvo marcado por tensiones con su partido, ya que mantuvo creencias demócratas, lo que llevó a la pérdida de apoyo legislativo. A pesar de esto, firmó la ley que anexó Texas, sentando las bases para la expansión territorial de Estados Unidos. Tyler dejó la presidencia en 1845 con un legado complejo y controvertido.
  • James K. Polk (1845-1849): el presidente de la expansión. Durante su mandato, logró la anexión de Texas y lideró la Guerra Mexicano-Americana (1846-1848), que resultó en la adquisición de vastos territorios, incluidos California y Nuevo México, consolidando el concepto del "Destino Manifiesto". Polk también trabajó para reducir tarifas y establecer un sistema de tesorería independiente. Aunque cumplió la mayoría de sus objetivos, su enfoque en la expansión generó tensiones sobre la esclavitud en los nuevos territorios. Al finalizar su mandato en 1849, dejó un legado de crecimiento territorial significativo.
  • Zachary Taylor (1849-1850): el general presidente. Su presidencia se centró en la expansión territorial y la gestión de los nuevos estados resultantes de esa guerra. Firme opositor a la expansión de la esclavitud en los nuevos territorios, enfrentó crecientes tensiones entre el norte y el sur. Sin embargo, su mandato fue breve; falleció el 9 de julio de 1850, apenas 16 meses después de asumir el cargo. Aunque su tiempo en la presidencia fue corto, dejó un legado como líder militar y un presidente que abordó desafíos cruciales antes de la Guerra Civil.
  • Millard Fillmore (1850-1853): el presidente del compromiso. Su presidencia se centró en la conciliación en un periodo de creciente tensión sobre la esclavitud. Fillmore apoyó el Compromiso de 1850, que intentó mantener el equilibrio entre estados libres y esclavistas, pero su respaldo a la Ley de Esclavos Fugitivos generó descontento en el norte. Aunque buscó mantener la paz, su administración enfrentó críticas y conflictos internos. Fillmore dejó el cargo en 1853, con un legado de compromiso en tiempos difíciles, aunque su enfoque no logró prevenir la división que conduciría a la Guerra Civil.
  • Franklin Pierce (1853-1857): Demócrata. Su apoyo a la Ley de Kansas-Nebraska de 1854, que permitía a los territorios decidir sobre la esclavitud, desató la violencia conocida como "Bleeding Kansas." A pesar de sus esfuerzos por mantener la paz entre el norte y el sur, su administración fracasó en unificar al país, aumentando la polarización política. Pierce dejó el cargo en 1857 con un legado controvertido, recordado como un presidente incapaz de abordar las tensiones críticas de su tiempo.
  • James Buchanan (1857-1861): un legado de inacción. Su mandato estuvo marcado por la crisis de la esclavitud y la inminente secesión de los estados del sur. A pesar de sus intentos de conciliación, como el apoyo a la decisión del Tribunal Supremo en el caso Dred Scott, su enfoque fue ampliamente criticado y considerado ineficaz. Con el aumento de la violencia en Kansas y la división creciente, Buchanan no logró contener los conflictos que finalmente llevarían a la Guerra Civil. Al finalizar su mandato en 1861, su legado fue uno de inacción en un periodo crítico de la historia estadounidense.
  • Abraham Lincoln (1861-1865): el gran emancipador. Su liderazgo fue fundamental para preservar la Unión durante este conflicto crítico. Es ampliamente reconocido por la Proclamación de Emancipación de 1863, que liberó a los esclavos en los estados rebeldes, y por su compromiso con la igualdad y los derechos humanos. Lincoln también se destacó por su habilidad para comunicarse y su enfoque en la reconciliación nacional. Fue asesinado el 14 de abril de 1865, poco después de la rendición de las fuerzas confederadas, dejando un legado perdurable como símbolo de lucha por la libertad y la unión en Estados Unidos.
  • Andrew Johnson (1865-1869): la era de la reconstrucción conflictiva. Su presidencia se centró en la complicada tarea de la Reconstrucción después de la Guerra Civil, buscando reintegrar a los estados del sur y abordar los derechos de los recién emancipados. Johnson adoptó un enfoque indulgente hacia el sur, lo que generó tensiones con el Congreso controlado por los republicanos radicales. Su oposición a sus políticas llevó a su juicio político en 1868, aunque fue absuelto por un voto corto en el Senado. Su mandato se caracteriza por la inestabilidad política y una lucha constante entre el poder ejecutivo y el legislativo.
  • Ulysses S. Grant (1869-1877): el general en la Casa Blanca. Su presidencia se enfocó en la reconstrucción y la defensa de los derechos civiles, implementando políticas para proteger a los afroamericanos y a los republicanos en el sur. Sin embargo, su administración se vio empañada por numerosos escándalos de corrupción que afectaron su legado. A pesar de sus buenos intentos, enfrentó desilusión y oposición en el norte. Al finalizar su mandato en 1877, dejó un legado mixto, recordado por sus esfuerzos en la defensa de los derechos civiles y los problemas de corrupción en su gobierno.
  • Rutherford B. Hayes (1877-1881): el presidente de la reconciliación. Su presidencia se enfocó en reconstruir las relaciones entre el norte y el sur, además de recuperar la integridad del gobierno tras los escándalos de Ulysses S. Grant. Hayes promovió la reforma del servicio civil para combatir la corrupción y buscó mejorar las condiciones laborales, aunque no realizó grandes avances en los derechos civiles. Al finalizar su mandato en 1881, dejó un legado de moderación y reconciliación, siendo recordado como un presidente que buscó la unidad en un país dividido.
  • James Garfield (1881): un mandato breve y trágico. Su presidencia se centró en la reforma del servicio civil y la lucha contra la corrupción en el gobierno. Trágicamente, su mandato fue interrumpido cuando fue víctima de un atentado en julio de 1881. Aunque sobrevivió inicialmente, las heridas lo llevaron a una larga agonía.

La Política Exterior Estadounidense y la Supremacía Internacional

La política exterior de los Estados se define en torno a las necesidades, capacidades e intereses de cada actor, así como por su contexto interno y externo. Uno de los intereses de los Estados es lograr un entorno de seguridad, definida por Buzan (1992: 432) como “la búsqueda de la libertad de las amenazas y la habilidad de los Estados y sociedades para mantener su identidad independiente y su integridad funcional contra las fuerzas de cambio que perciben como hostiles”.

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En el caso de Estados Unidos, ese entorno seguro no se limita a la protección de sus fronteras territoriales, sino que las trasciende. Esto ocurre en medio de un fenómeno en el que las fronteras han dejado de definirse solamente en términos territoriales, dando lugar a las fronteras no territoriales (Cuttita, 2006). Así, las fronteras se extienden y transforman debido al proceso de mapeo del mundo, dando lugar a la redefinición multidimensional de los diversos tipos de fronteras: económicas, sociales, culturales, lingüísticas, geopolíticas, etc., por lo que se abarcan diversas regiones del globo y, por ende, diversos actores y temas.

Cabe señalar que el interés estadunidense por mantener esta postura no es reciente, sino que ha existido desde antes de su fundación como nación moderna, cuando los primeros colonos ingleses llegaron al continente americano, compartiendo la idea de John Winthrop de fundar una “ciudad sobre la colina”, idea que por cierto no devino exclusivamente de las expectativas que el potencial del territorio privilegiado al cual arribaron les producía, sino de la creencia puritana de haber sido elegidos por la divinidad para civilizar al mundo.

De tal forma, el afán de mantener el statu quo en el mundo dicta el quehacer de la política exterior de Estados Unidos, que en su papel de actor aún predominante produce e impone las condiciones necesarias para que esta condición se mantenga. Para ello es necesario el empleo y optimización de los recursos y las capacidades con que el Estado cuente, todo lo cual se traduce en el ejercicio del poder nacional y, más específicamente, en el ejercicio del poder duro de coerción o del poder suave de atracción o de la combinación de ambos expresada en el poder inteligente (Nye, 2011).

La Administración Bush y "El Silencio del Centro Racional"

Cuando George W. Bush llegó a la presidencia acompañado de la segunda generación de neoconservadores en el poder (Velasco Grajales, 2010) consideró que la mejor manera de conservar la supremacía estadunidense en el mundo era a través de la fuerza (poder duro).

Una vez ocurridos los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la guerra contra el terrorismo global y la doctrina Bush, o doctrina de la acción anticipatoria (preemptive action), cedieron el paso al poder duro, primero en Afganistán y posteriormente en Irak. En estos últimos confines quedaron atrapados Irak, Irán y Corea del Norte, denominados por Bush como el “eje del mal”.

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No obstante, hubo un obstáculo por el cual esa política exterior no produjo durante la era de Bush los efectos deseados (capturar a Osama bin Laden, derrotar a Al-Qaeda y a los talibán, así como lograr el predominio mundial) sino que, por el contrario, condujo a Washington a una crisis de liderazgo internacional. Ese obstáculo radicó en que la política exterior se desarrolló en el contexto de lo que Halper y Clarke (2007) denominan “el silencio del centro racional”.

Así fue como diversas decisiones de política exterior, pero especialmente las concernientes a la guerra en Afganistán y la invasión de Irak, son las razones parciales que condujeron a Estados Unidos al caos económico y político que Obama heredó en 2008. Por un lado, el elevado gasto militar contribuyó al incremento del déficit presupuestal y de la deuda pública, por el otro, Estados Unidos se sumió en una crisis política interna y en el exterior producto de los factores que se enlistan a continuación:

  1. La práctica del unilateralismo expuso críticamente la credibilidad y respetabilidad del liderazgo estadunidense en el mundo, al tiempo que otros actores, como China, aprovecharon los ocho años de la ausencia de una política exterior estadunidense equilibrada y efectiva para perfilarse como potenciales actores decisivos en el concierto internacional.
  2. El ejercicio de la política exterior, predominantemente en manos del Departamento de Defensa, pasando por alto la opinión del Departamento de Estado. Se trató de una política exterior militarizada al extremo. Esto y la excesiva con -fianza en la tecnología militar condujeron al caos que hoy sigue dominando en Afganistán e Irak, con las implicaciones directas e indirectas en el resto de las respectivas subregiones.
  3. Objetivos no cumplidos, pues al final de la administración Bush el mundo no era un lugar más seguro.

Reconducir la Estrategia: Obama y el Poder Inteligente

Ante esa crítica situación, era menester el replanteamiento de la estrategia de política exterior. El reto para el nuevo presidente era mayúsculo, en tanto que no solamente había que proteger a Estados Unidos de las amenazas tradicionales y mantener la condición de país dominante. También había que despejar y sanear el terreno que la administración Bush dejó minado en el ámbito esencial de sus alianzas tradicionales, con miras a recuperar el liderazgo estadunidense en el mundo, evitar un declive mayor del poder de Estados Unidos y, en ese sentido, emprender el camino hacia el cumplimiento de los compromisos esperados de Estados Unidos en política exterior.

En este contexto, la elección de Barack Obama aumentó considerablemente las expectativas por tratarse de un político sui géneris: cosmopolita, intelectualmente bien dotado, profesionalmente educado en la misma Ivy League donde se formaron algunos de sus predecesores.

Estados Unidos en la Actualidad

Estados Unidos, uno de los países más extensos y poblados del planeta, es descrito comúnmente como la primera potencia mundial. Nacida al abrigo de una de las primeras revoluciones liberales, la nación estadounidense ha jugado desde entonces un papel clave en la historia del mundo occidental.

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En la actualidad, Estados Unidos continúa siendo un actor clave en la política mundial y, pese al auge de nuevos rivales que aspiran a arrebatarle la hegemonía -como China-, sigue siendo la principal potencia económica, militar e industrial del mundo. Sin embargo, sus profundas divisiones internas y el sentimiento de declive que muchos estadounidenses perciben ha dado lugar al surgimiento de dos visiones contrapuestas de la identidad nacional, que se enfrentarán, por tercera vez consecutiva, en las elecciones del 5 de noviembre de 2024.

La preocupación por la vuelta de Trump entra de lleno en el actual debate mundial referido al fin del viejo orden internacional y a la duda razonable sobre su probada capacidad histórica de adaptación. Será posible que el orden liberal imperante pueda sobrevivir ante esta tendencia irremisible al caos en donde Estados Unidos no puede, pero tampoco ambiciona poner orden. Para Estados Unidos y para el resto del mundo puede ser peligroso enarbolar un nacionalismo de nueva hechura siguiendo los pasos de China y Rusia.

Justamente, uno de los desafíos que presenta el debate sobre el futuro del orden mundial liberal actual con Trump, es que dicho poder estadounidense ha sido la fuente principal y el sistema regulador central de ese equilibrio. No hay duda de la implicación casi salvadora de la diplomacia estadounidense en algunos momentos históricos en la progresiva solución de conflictos como los de Haití, Oriente Medio, Bosnia, Kosovo e, incluso, el de Zaire y Ruanda, a finales del siglo XX.

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