Allen Frances es un famoso psiquiatra norteamericano, Jefe del DSM-IV que, curiosamente, en los últimos años se ha convertido en el estandarte de la crítica al DSM-5 y al fenómeno de la masiva psiquiatrización de problemas normales.
Robert Whitaker es un periodista norteamericano que lidera en su país el movimiento crítico contra la psiquiatría biomédica.
Recientemente he compartido dos debates con Robert Whitaker - en octubre en el Festival de Cine de Mad in America en Boston, y en noviembre en el encuentro de la Sociedad Internacional de Psicología y Psiquiatría Ética en Los Ángeles.
Bob es uno de los críticos de la psiquiatría más elocuente y mejor informado, y sin duda el más influyente.
No soy defensor de la APA y he condenado con dureza su incompetencia y los conflictos de intereses financieros en la elaboración de un apresurado y mal realizado DSM 5.
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También estoy de acuerdo con la crítica de Bob en que la APA se alejó de su modelo original bio-psico-social y en su lugar ha promovido un modelo excesivamente biológico, un modelo médico de cuidados.
Pero disiento con la interpretación de Bob en que la APA es lo suficientemente potente y lo suficientemente inteligente como para haber vendido al mundo el modelo bio-médico y el tratamiento farmacológico excesivo.
En vez de ello, veo a la APA como una organización desafortunada e inepta - ni muy potente y tampoco muy inteligente.
El único poder real de la APA es el control del DSM e incluso esto es sobreestimado, ya que los daños debidos al DSM, en gran medida, se deben a su mal uso por poderosas fuerzas externas.
La APA es un blanco fácil, pero inútil.
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El verdadero gorila dentro de la habitación es Big Pharma.
Las compañías farmacéuticas son ricas, poderosas, e inteligentes, y están muy motivadas para gastar miles de millones de dólares vendiendo enfermedades que impulsen el mercado de las pastillas.
Las campañas de marketing masivo de Big Pharma han convencido al público y a los médicos que las aflicciones y los problemas de la vida diaria son en realidad trastornos mentales no diagnosticados y causados por un desequilibrio químico que requiere una píldora como solución.
Algunas personas en la APA ayudaron a expandir este punto de vista, otras se opusieron - ambas fueron en gran medida irrelevantes.
El músculo del marketing eficaz es con todo Big Pharma - en la televisión, en las revistas, en Internet, y con vendedores guapos en los despachos médicos.
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Bob y yo estamos muy de acuerdo con el objetivo de reducir el exceso de medicación, pero disentimos en el método.
Él piensa que esto se puede conseguir sometiendo el poder de la psiquiatría.
Creo que la lucha contra la APA es una distracción inútil.
El único camino real y rápido para contener la locura de la medicación es acabar con toda la publicidad directa al consumidor de Big Pharma (permitida sólo en los EEUU y Nueva Zelanda) y de todo el marketing a los médicos.
Bob acepta que la medicación es necesaria en ocasiones, pero creo que ha leído la literatura de una forma unilateral, la que enfatiza los daños y minimiza sus beneficios.
No podría estar más de acuerdo con Bob en que la medicación se usa con demasiado frecuencia en personas que no la necesitan, pero mi experiencia clínica, experiencia de investigación, y la lectura de la literatura me convencen de que tiene un papel fundamental en la estabilización de las personas durante lo que a menudo son episodios psicóticos agudos de riesgo y que también reducen el riesgo de recaída.
Los testimonios de muchas personas que he conocido en Hearing Voices y en Mad in America es una evidencia convincente de que ellas mismas no necesitan la medicación que se les prescribió y les va mejor sin ella.
Esto es consonante con mi propia experiencia en cientos de mis pacientes medicados - “des-prescribir” a menudo lleva a una notable mejoría.
Pero esto no es generalizable a todo el mundo.
Lo que nos lleva al que creo que es con mucho el problema ético mayor que confrontamos - el hecho de que al menos 300.000 personas con problemas psiquiátricos graves son inadecuadamente encarcelados y más de 250.000 están sin hogar.
Estos no son delincuentes comunes, como Bob parece asumir.
Esto se ha visto agravado por las políticas policiales de la “ventana rota” que se han extendido desde Nueva York a muchas jurisdicciones en todo el país.
La teoría es que los delitos mayores se pueden prevenir mediante el aumento de la sensación de orden en la comunidad y que esto se hace mejor siendo riguroso y arrestando a personas que cometen incluso delitos muy leves.
La policía está obligada a ser la primera en responder porque los servicios son tan difusos.
Saben que no hay que molestarse en llevar a los enfermos mentales a los hospitales porque no hay camas, no hay servicios, y sólo habrá una cita inútil en un futuro lejano.
La cárcel parece la única opción y conlleva abusos coercitivos horribles.
Y a veces el resultado es aún peor.
Los policías tienen miedo de los enfermos graves psicóticos y agitados.
Así que de buena gana apoyo la cruzada de Bob contra la sobre-medicación cuando no es apropiada, pero me preocupa que pueda ser perjudicial si se extiende a aquellos que realmente necesitan la medicación para estabilizar los síntomas que de otro modo les llevarán a la cárcel o la calle.
Mi presunción es que si Bob pasara tiempo en las salas de emergencia, cárceles, y con las personas sin hogar, probablemente estaría de acuerdo conmigo en los casos individuales.
Siempre es más fácil recomendar en contra de la medicación en abstracto, que cuando se enfrenta a las personas que tienen crisis psiquiátricas en la vida real.
Bob y yo estamos de acuerdo en el papel fundamental de empoderar a las personas con problemas psiquiátricos.
He escrito durante 30 años sobre la necesidad de negociar las decisiones de tratamiento, lo que permite a los pacientes elegir lo que más les convenga entre todas las opciones disponibles.
Tom Szasz, el valiente cruzado contra el tratamiento involuntario, estuvo totalmente certero cuando 650.000 personas fueron involuntariamente e inhumanamente almacenadas en hospitales estatales.
Pero los tiempos han cambiado dramáticamente.
Las cosas son muy diferentes ahora que el 90% de esas camas están cerradas y hay diez veces más pacientes en las prisiones que en los hospitales.
Ahora es mucho más difícil conseguir entrar en un hospital que salir de uno.
Y las condiciones carcelarias de los enfermos graves son degradantes e indignantes.
Ellos no encajan bien con las rutinas carcelarias y desproporcionadamente consiguen ser enviados al régimen de aislamiento - que puede volver loco a cualquiera y es devastador para aquellos que parten de un juicio sobre la realidad comprometida.
Muchos se golpean contra las paredes o se embadurnan totalmente con excrementos o son medicados hasta quedar como zombis.
Hay 200.000 violaciones en prisión cada año - y los que tienen problemas psiquiátricos son los más vulnerables.
Así que de buena gana apoyo el objetivo de Bob del empoderamiento, pero creo que su objetivo es equivocado.
La coacción psiquiátrica fue una vez una amenaza abrumadora, pero ahora la lucha principal debe estar en contra de la cruel criminalización de la enfermedad mental y la coerción mucho más horrible que se desprende de ella.
Bob es probablemente demasiado modesto para reconocer que la suya es ahora una de las voces más poderosas del país, que influye en las actitudes y políticas.
Mi súplica es que use su poderoso púlpito para abogar por las personas más vulnerables, desatendidas y coaccionadas en nuestro país - las personas con problemas psiquiátricos graves que están inadecuadamente encarceladas y sin hogar.
Es triste decirlo, ahora son la policía y las asociaciones de sheriffs los mayores partidarios de una mayor financiación de salud mental para dar cabida a las necesidades desesperadas de los enfermos graves.