Manolo Lozano, empresario, apoderado de grandes figuras del toreo y matador de toros por accidente, ha fallecido este jueves 19 de junio a los 94 años de edad. Su muerte pone fin a una vida que abarcó casi un siglo de pasión constante por la tauromaquia, una entrega silenciosa y profunda que le convirtió, sin buscarlo, en referente moral y profesional para varias generaciones.
Manuel Lozano Martín, nacido en Alameda de la Sagra (Toledo) el 17 de agosto de 1930, fue una de las personalidades más respetadas y con una de las trayectorias más extensas y variadas en el mundo del toro. Era el hermano mayor de Pablo -ya fallecido-, Eduardo y José Luis, la gran familia de taurinos.
Fue el mayor de una saga histórica de taurinos, los Lozano de Alameda de la Sagra (Toledo), junto a sus hermanos Pablo, Eduardo, José Luis y Conchita, pero Manolo siempre siguió con independencia su camino como empresario y apoderado.
Su vida ha estado intrínsecamente ligada a la tauromaquia en todas sus facetas: como novillero, matador de toros circunstancial y casi como él decía de manera anecdótica, empresario en España y en numerosas plazas de América, ganadero -Alcurrucén, más en manos de la familia- y, sobre todo, uno de los apoderados más influyentes y exitosos de la historia reciente: Ortega Cano, El Soro, Roberto Domínguez, El Juli o Morante pasaron por sus manos.
Hoy, Corpus, uno de los tres jueves del año que “relucen más que el sol”, el toreo ha amanecido gris y triste por la muerte de Manolo Lozano, uno de esos (pocos) taurinos a los que tal adjetivo no hace justicia y se queda corto.
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Un hombre sabio y polifacético
Fue muchas cosas en el mundo del toro: novillero, matador por un solo día, apoderado de figuras, empresario de éxito en España y América, ganadero... Pero, ante todo, fue un sabio. Un hombre de criterio y de fondo, elocuente y asertivo.
Manolo Lozano (Alameda de la Sagra, Toledo, 1930) fue muchas cosas en el mundo del toro, pero sobre todo fue sabiduría. Su trayectoria es la de un personaje singular, polifacético y apasionado que vivió la tauromaquia desde todas sus esquinas, con una lucidez y una entrega que le convirtieron en referente silencioso para varias generaciones.
Era el verso suelto de una saga histórica -los Lozano-, un tipo singular, un bohemio irredento y un conversador inextinguible.
Su memoria prodigiosa, su amabilidad innata, su independencia y su afición sin fisuras le convirtieron en un personaje querido por todos, y en una fuente de consulta permanente hasta el final de sus días.
En su casa, decorada con retratos de Marcial Lalanda, Antonio Ordóñez o Curro Romero, desfilaban toreros, periodistas y amigos en busca de su palabra pausada y su memoria prodigiosa. Era una enciclopedia viviente del toreo, con una capacidad asombrosa para recordar detalles, fechas, gestas y nombres.
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Sus inicios y su alternativa insólita
Nació en 1930 en Alameda de la Sagra (Toledo), el mayor de la histórica saga de los Lozano. Desde joven vivió por libre, al amparo de sus tías y de un abuelo que le inculcó el respeto por la palabra y por el campo. Estudió Veterinaria en Madrid, pero pronto lo atrapó el toreo: se escapaba al Rastro para comprar fotos antiguas de Gitanillo de Triana o Curro Puya, y leía con devoción la revista El Ruedo.
Aunque estudió Veterinaria en Madrid, muy pronto se sintió atraído por el toreo, primero como aficionado, luego como novillero, hasta tomar la alternativa en 1970 en Tánger, en un cartel insólito con El Cordobés como padrino. Aquel día cortó dos orejas y un rabo. Desde ese nuevo rol construyó una carrera formidable.
Gran aficionado, llegó a ser novillero e incluso a tomar la alternativa en 1970 en Tánger (Marruecos), plaza que él mismo regentaba, en un cartel insólito con Manuel Benítez "El Cordobés" como padrino.
Manolo Lozano (Alameda de la Sagra, Toledo, 1930) se convirtió en matador de toros a los 40 años por una extraña carambola, en la plaza de Tánger (Marruecos) que él mismo gestionaba, de manos de Manuel Benítez "El Cordobés". Lo quisieron emborrachar la noche antes, le echaron polvos pica-pica en el vestido de torear, cortó cuatro orejas y rabo y se retiró en el mismo día como no podía ser de otro modo.
Su alternativa como matador, a los 40 años en la plaza de Tánger, fue un episodio tan insólito como inolvidable. Lo apadrinó El Cordobés, cortó cuatro orejas y un rabo, y se retiró ese mismo día.
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Manolo Lozano fue también torero, aunque sólo por un día. Lo fue a los 40 años, el 4 de octubre de 1970, en la plaza marroquí de Tánger, de la que era empresario. El Cordobés le dio la alternativa y Gabriel de la Casa actuó como testigo, en una corrida con toros de La Jarilla, propiedad de Palomo Linares.
El cartel se imprimió en tres idiomas. Aquel día, Manolo cortó cuatro orejas y un rabo. Y al terminar, se cortó la coleta. Fue su primera y última tarde como matador.
Su debut con picadores había sido doce años antes, en 1958, en Aranjuez, con idéntico balance de trofeos.
Autodefinido como torero medroso, sin valor, debutó con picadores en 1958 en Aranjuez, plaza de su propiedad y cortó cuatro orejas y rabo.
Pero él mismo reconocía, con humor y humildad, que había sido un torero “anecdótico y medroso”. Toreó para comprender desde dentro, para sentir la tensión, el miedo, la emoción. Porque solo conociendo el rito completo se podía opinar con la autoridad que él tuvo después.
Su gesto fue una rareza, sí, pero también una lección de compromiso. No buscaba una carrera en los ruedos: buscaba conocer el toreo por dentro, hasta el último detalle. Y eso lo hizo mejor que nadie.
Apoderado y empresario de éxito
La lista de toreros que apoderó es larga, Ortega Cano, El Soro, Roberto Domínguez, y en los últimos años se hizo cargo de carreras de figuras como El Juli o Morante de la Puebla.
Apoderó a figuras como El Juli, Morante de la Puebla, Ortega Cano, El Soro o Palomo Linares.
Si hubo un terreno en el que Manolo Lozano dejó una huella determinante fue en el de la gestión. Como apoderado, guio con mano firme y voz pausada a más de cuarenta toreros, desde Vicente Punzón hasta El Juli, pasando por Ortega Cano, Roberto Domínguez, Manili o Morante de la Puebla, con quien se retiró en 2018. A quince de ellos los llevó hasta la alternativa, y nunca hizo un movimiento sin ética.
Entre esa larga lista de toreros que pusieron sus asuntos en manos del mayor de los Lozano figuran Gabriel de la Casa, Vicente Punzón, Juan José, Curro Girón, El Cali, José Fuentes, Pedrín Benjumea, el norteamericano Robert Ryan, Ortega Cano, Alfonso Galán, Curro Durán, Manili, José Antonio Campuzano, Richard Milian, Rafael de Paula, Roberto Domínguez, El Soro, El Juli y, finalmente, el propio Morante de la Puebla, su último representado, ya en 2018.
Se enorgullecía de haber llevado a quince toreros hasta la alternativa, aunque bromeaba diciendo que le habían salido muy caros.
Presumía de haber llevado hasta la alternativa a 15 toreros y se quejaba con su humor inagotable de que le habían cosatdo una fortuna.
“Nunca he quitado un torero a otro apoderado”, decía con legítimo orgullo.
Gestionó muchas plazas de toros, tanto en España como en América, especialmente en Colombia, siendo propietario de algunas de ellas como Baza (Granada) y Segovia.
Dirigió hasta 40 plazas de toros en España, además de gestionar otras en América, donde pasó más de medio siglo trabajando sin interrupción. Fue también propietario de la plaza de toros de Segovia.
Fue también un empresario clave. Junto a sus hermanos, gestionó hasta cuarenta plazas en España, entre ellas Aranjuez, Segovia, Manzanares o Barbastro, y muchas otras en América, especialmente en Colombia y Ecuador, donde no faltó un solo año desde 1967.
Además, también llegó a ejercer como empresario de varios cosos como el de Segovia, Baza (Granada) Tánger (Marruecos) y varios en Colombia, algunos de ellos en solitario y otros asociado a la familia Balañá.
Manolo Lozano, en solitario o con sus hermanos, fue propietario y/o empresario de más de tres decenas de cosos taurinos en España y América, con la plaza madrileña de Carabanchel como uno de sus referentes más populares en las llamadas “corridas de la oportunidad” de los años 60 y con el diestro Palomo Linares a la cabeza.
Mantuvo una relación estrecha con Pedro Balañá Espinós, el gran empresario catalán, con quien compartió visión y trabajo. Juntos soñaron una red de 40 plazas, un proyecto que se truncó con la muerte del catalán.
Reconocimientos y legado
Bohemio sin remedio, con el conocimiento del Cossío, dos temporadas atrás plasmó en un libro ('Manolo Lozano. Historia viva del toreo', de Ediciones Temple) su memoria en los ruedos, la cual abarca casi un siglo en sus diversas facetas de aficionado, novillero y matador, empresario y apoderado. Desde que el 25 de octubre de 1942, con los ojos asombrados de un niño de 12 años, viera en su pueblo la despedida de Marcial Lalanda hasta que en 2018, con los 88 de un abuelo que nunca fue, cerró el círculo como apoderado de Morante en un dúo irrepetible.
Y en 2023 publicó 'Manolo Lozano. Historia viva del toreo' (Editorial Temple), un libro que recogía parte de su memoria y su sensibilidad, entre testimonios y fotografías.
En 2021, la Junta de Castilla-La Mancha le concedió, junto a sus hermanos, la Placa al Mérito Regional. Fue un reconocimiento a toda una vida dedicada al toro.
Con su muerte, se apaga una de las voces más sabias y auténticas del toreo moderno. La de un hombre que no necesitaba alzar la voz para ser escuchado, porque todo en él era verdad, experiencia y temple.
Ha tenido que ser en el Corpus, día grande de Toledo, con la Custodia de Arfe desfilando por las calles del Casco Histórico entre la devoción popular y Morante de la Puebla haciendo el paseíllo en el coso de Mendigorría, cuando ha fallecido ... Manuel Lozano Martín (Alameda de la Sagra, 1930).
Hoy ha muerto a los 94 años, depués de que una neumonía lo abocara al desenlace final después de unos meses complicados.
Este jueves ha dejado de latir el corazón de Manolo Lozano.
Sus restos serán velados en el Tanatorio Sur de Madrid, hasta su traslado, este viernes, a Alameda de la Sagra, donde recibirán sepultura.
Sus restos han sido velados en el Tanatorio Sur de Madrid, hasta su traslado, este viernes, a Alameda de la Sagra, donde recibirán sepultura.
Allí recibirá este viernes cristiana sepultura.
Desde la redacción de APLAUSOS queremos hacer llegar nuestro más sentido pésame a toda la familia Lozano.
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