El motor de esta reflexión ha sido una pequeña de seis años, hija de un buen amigo mío de la infancia. Ella me preguntó hace unos días que yo en qué trabajaba, que su papá apaga fuegos y salva la vida a muchas personas. Después de aplaudir y reír con ella por lo bueno que era papá y lo que ayudaba a los demás, le dije que yo me dedicaba a crear cosas para que mucha gente pudiera trabajar y cuidar de sus familias, ella, con la curiosidad infinita de los pequeños, seguía preguntándome cosas hasta que escuchó la palabra prohibida, su padre le dijo, cariño, Paco es empresario, y ella volvió la cara a su padre y preguntó con mucha inocencia, pero ¿esos no son malos, papá?, después de un silencio atronador, llegaron las risas y seguimos con nuestra alegría de compartir el momento y recordar nuestras vivencias.
Me fui para casa pensativo y preocupado, ¿quizás el mensaje de esta banda de caraduras que está volviendo loco a nuestro país estaba calando socialmente más rápidamente de lo que yo en un principio pensaba?… Aviso a caminantes, creo que estamos en un momento social muy delicado y que los empresarios tenemos que empezar a movilizarnos para intentar frenar o, al menos, contrarrestar esa ola de odio e ira que principalmente la nueva izquierda (según ellos renovada y mejorada, qué pena me da lo que están viviendo y soportando los hombres de izquierda de verdad) lleva años arrojando sobre la figura del empresario.
La normalidad e impunidad con que nos insultan y nos llaman ladrones, especuladores, explotadores, etc., sin que nadie les recrimine ni les contradiga, son asombrosas. Sé que la envidia es un mal endémico de nuestro país y que ha sido uno de los principales motores para mantener viva la llama de la discordia entre nosotros, pero este ataque frontal con tanta maldad e impunidad yo no lo había visto nunca, al menos en los 50 años de vida que yo tengo. La política cambió el tono y hemos visto en los parlamentos regionales y Congreso nacional momentos realmente circenses que bien podrían haber ocurrido en un patio de colegio. Y, por desgracia, este tono bajuno sin ningún tipo de educación se está trasladando a la sociedad civil.
Se refieren a nosotros como los enemigos de una clase trabajadora a la que extirpamos todo tipo de derechos para explotarla con el único fin de enriquecernos vilmente. Pero no se preocupen, pueblo, existe una nueva clase de hombres superiores de bien, los encargados de luchar por la igualdad y el progreso, los elegidos para señalar, perseguir y empobrecer a una élite burguesa, desecho de tienta sin moral.
Dentro de esa estirpe de iluminados existe un gremio de profesionales especialmente ungidos para esa misión, algunos personajes destacados del mundo del cine y la música, que desde la dureza de sus mansiones de Nueva York o Miami nos dan lecciones a los empresarios -que tributamos en nuestro país y nos estamos jugando la piel con los nuestros- de solidaridad y buen comportamiento. Todos estos elegidos del mundo de la política y una parte de la sociedad civil se agrupan y reconocen bajo una palabra clave ahora muy chula, progresistas, así que, si no piensas como ellos, ya sabes, eres un antiguo, un cateto y un rancio que no está entendiendo hacia dónde caminan el nuevo mundo y la nueva España.
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Su planteamiento es bastante simple, el pueblo contra los empresarios, los progresistas contra los empresarios, en fin, oradores de salón que de forma vehemente nos quieren guiar hacia ese paraíso en el que todos viviremos en igualdad, armonía y felicidad. Un rollo tipo paraíso en el que un grupo de sabios lidera un Estado buenísimo y benefactor del que emanan todos los bienes necesarios para una vida digna, creando así su maravilloso mundo de igualdad, eso sí, con su inconfundible estilo y sello de identidad, haciéndonos a todos igualitariamente mucho más pobres y dependientes.
¿Empresarios contra el pueblo?
La verdad es que cuando oía a esos políticos y grupo de progresistas, al principio, siempre decía: pero ¡coño!, yo soy empresario, y entonces ¿yo no soy pueblo? Es que yo que soy empresario, entonces, ¿no soy un trabajador? El juego de palabras es malévolo, siempre buscando su tétrico objetivo, enfrentar y polarizar cada vez más a la población. Miren, en nuestro mundo existen dos tipos de personas, las buenas y las malas.
Pues claro que existen empresarios malos y defraudadores, al igual que trabajadores que están continuamente engañando en sus empresas y defraudando a Hacienda. Caras y sinvergüenzas existen en todos los sitios, del mismo modo que el número de gilipollas por metro cuadrado es constante independientemente del nivel de renta de la zona que analicemos. Pero por Dios, Alá, la Energía o lo que a cada uno le dé la real gana, ya está bien de contar mentiras sobre nosotros.
Demonizar constantemente la figura del empresario y del emprendedor está provocando que los jóvenes de nuestro país tengan cada vez menos motivación para querer ser empresarios y emprendedores, y entonces, almas de cántaros, ¿quién va a generar el valor y la riqueza suficientes en nuestro país para mantener y proteger a los colectivos más desfavorecidos?, ¿de dónde vamos a sacar el dinero para pagar los servicios públicos tan necesarios como la sanidad, la educación, etc.? Pero ¿qué piensan?, ¿que el dinero lo crea el Estado con una maquinita?, es que ahora tenemos que decir y repetir que el 100% del dinero que se destina a los recursos públicos lo genera el sector privado.
Es que tenemos que explicar que un país sin un sector privado sano y fuerte es un país pobre e incapaz de proteger a los más desfavorecidos. Por favor, ya está bien de verbalismos, palabras elocuentes e ideologizantes que buscan separar y enfrentarnos, pues lo que empezó como un cuento está empezando a calar en nuestro país y esto solo nos conducirá hacia la pobreza, ah claro, perdón, olvido que el negocio de esta banda es precisamente generar pobreza y dependencia del Estado.
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Me parece hasta un poco ridículo escribir estas palabras, pero me veo en la obligación de gritar que la gran mayoría de los empresarios somos obviamente parte del pueblo y por supuesto trabajadores de bien, que la gran mayoría queremos generar valor, mejorar la vida de las personas y, por supuesto, por ello, ganar dinero. Que este virus social está provocando incluso que esté mal visto el que una persona tenga una idea, cree una compañía gigante y quiera ganar mucho dinero por ello.
Además, si es que gran parte de todos estos agoreros, cuyo negocio consiste en meter miedo, ser apocalípticos y presentar el Estado como el salvador y el benefactor, saben perfectamente que nuestro mundo en general y nuestro país en particular, a día de hoy, es mucho más rico, justo y líquido (socialmente hablando) que en toda la historia.
Ejemplos de éxito empresarial
No todos los millonarios nacieron con una fortuna bajo el brazo. Y los casos de estas personas lo ilustran perfectamente. Representan el más puro sueño americano.
- Oprah Winfrey: Fue varias veces ganadora del Premio Emmy por su programa The Oprah Winfrey Show, el programa de entrevistas más visto en la historia de la televisión. Según la revista Forbes, fue la persona afroamericana más rica del siglo XX y la única de origen negro en poseer, en el mundo, más de mil millones de dólares durante tres años consecutivos.
- George Soros: La revista Forbes estima su fortuna en 24.200 millones de dólares, una cifra que se ha ganado él solito. Todo gracias a su padre que decidió cambiar su apellido en 1936 de Schwartz a Soros, debido al creciente antisemitismo con el auge del fascismo.
- Amancio Ortega: Empezó como recadero en la mercería La Maja, un comercio de A Coruña donde conoció a todas las personas con las que más tarde crearía su imperio. Pronto, Ortega comprendió que el valor añadido se quedaba en el camino. Esa reflexión le llevó a decidir que si querían abrirse camino tendrían que ser ellos solos, la familia.
- Jeff Bezos: A principios de la década de los 90, Bezos decidió crear una librería online. Y entonces se creó Amazon.
- Howard Schultz: Director ejecutivo de la cadena internacional de café Starbucks, nació y creció en el seno de una familia pobre de Brooklyn (Nueva York). Mientras que su madre, que no terminó la secundaria, le motivó a creer en su capacidad para tener éxito.
- Ingvar Kamprad: Este empresario sueco fundó su empresa a los 17 años con el dinero que le dio su padre por haber sacado buenas notas. Conforme pasó el tiempo fue ampliando su pequeño negocio vendiendo, además, pescado, objetos decorativos para árboles de Navidad, semillas, carteras y, posteriormente, lápices y bolígrafos. Cinco años después empezó a vender muebles.
- Sheldon Adelson: Es el presidente y principal accionista de Las Vegas Sands, el mayor operador de casinos del mundo. Controla ocho casinos y dos centros de convenciones. Una riqueza que se ha ganado él solo. Con 16 años montó un negocio de máquinas de gominolas.
- Zhang Xin: Actualmente propietaria de la empresa de construcción SOHO China, se calcula que su fortuna asciende a 3.800 millones de dólares. Pasó 5 años en la fábrica de juguetes. El tiempo que le costó ahorrar lo suficiente como para comprar un billete de avión a Londres y pagarse un curso de inglés.
El empresario innovador
Sin duda existen dirigentes empresariales que concuerdan con la imagen estereotipada del «empresario», ligada a una persona fría y calculadora, instalada en la racionalidad financiera para conseguir el máximo beneficio en el menor tiempo posible. Pero ser empresario se nace, es algo que se lleva en los genes. Las escuelas de negocios pueden enseñar a ser gestor profesional, pero nunca a ser empresario, porque eso no se aprende: se ES.
La aportación más genuina de un auténtico empresario se sitúa en el ámbito de la voluntad, del dinamismo y la determinación. Entronca no tanto con la lógica racional, sino con aspectos más profundos y más íntimos de la persona (ver El camino hacia tus sueños empresariales), es decir, en su plano emocional -que debe ir acompañado de lo racional en lo económico, por supuesto-. Desafía el statu quo con innovación (de productos y de paradigmas de gestión). Define un modelo organizativo poco jerarquizado. Valora la efectividad. Compara compromiso de empleados. Pero, sobre todo, analízate a ti mismo.
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La importancia de la delegación y el equipo
Para alcanzar esta fase es imprescindible que el empresario aprenda a delegar. Este es un momento crítico en muchas empresas agroalimentarias. Si pretenden crecer y competir, el empresario necesita rodearse de un equipo de confianza e implantar herramientas que faciliten la gestión: Plan Estratégico, Cuadro de Mando, Control de Procesos, Gestión de Proyectos, etc.
En el sector agroalimentario, en muchísimas ocasiones el empresario no aborda esta transformación (por desconocimiento, por no saber cómo hacerlo, o por no querer hacerlo), lo que lastra de forma orgánica las opciones reales de desarrollo de la empresa. Es decir, aunque tengan opciones y posibilidades, la empresa no crece por falta de recursos intrínsecos: equipo y herramientas.
El empresario como facilitador
Cuando la empresa crece es necesario apartarse de la operativa para liberar el talento de tu propio equipo. Desligarte de la acción para no ser un techo en la calidad final de lo que produces (ya sea producto o servicio). Buscar el foco estratégico, la “visión” y el sueño ideal, convirtiéndote en un director de orquesta que ya no toca ningún instrumento pero que debe ayudar a que todo tenga armonía.
Cuando sientes que ya no haces falta en el proceso creador ni en la operativa es cuando más sientes que lo único que puedes hacer para sumar valor es convertirte en un facilitador de bienestar, de actitud, de positividad, de energía, de motivación y de emoción.
Conclusión
Sin más, salud y fuerza para el camino. Por último, mi respeto y admiración a todos esos empresarios que habéis peleado para que las personas con un origen más humilde tuviésemos la oportunidad de pelear y competir de igual a igual con personas de mayor poder adquisitivo. Y a todos vosotros, empresarios y emprendedores, que ahora peleáis día a día para que nuestro país sea cada vez más próspero y competitivo. Que no nos bajen la cabeza ni la mirada.
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