Simón Bolívar, conocido como el Libertador, fue una figura clave en la independencia de varios países de América Latina. "A Bolívar no se le puede ver por encima del hombro, ni como general, ni como estadista, ni como escritor, ni como legislador, ni como tribuno. Bolívar es uno de los más complejos y hermosos especímenes de Humanidad", afirmó el escritor y político venezolano Rufino Blanco Fombona en 1920. Quizás ésta sea una de las definiciones más agudas del Libertador, porque revela que no se trata de un mesías ni de un semidiós homérico, sino de un ser humano de vida muy compleja y, por eso mismo, hermosa para ser estudiada. Su existencia estuvo marcada por múltiples dificultades que lo condujeron al destino que conocemos.
Primeros Años y Educación
Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco nació el 24 de julio de 1783 en Caracas. Sus padres, Juan Vicente Bolívar y Ponte, y Concepción Palacios Blanco, pertenecían a linajes destacados en la sociedad venezolana. Sus padres pertenecían a dos importantes linajes caraqueños, los "amos del Valle", criollos descendientes de los fundadores de la ciudad y que ocuparon el escalón más alto de la pirámide social durante el período colonial. Todo parecía preparado para que Simón y sus hermanos administraran las cuantiosas propiedades de la familia, tal como había sucedido durante los dos siglos anteriores.
La educación de Bolívar estuvo marcada por la temprana pérdida de sus padres y una relación especial con su tutor, Simón Rodríguez. Pero pronto la desgracia se cernió sobre él: cuando contaba tres años murió su padre; y a los nueve falleció su madre, que nunca le mostró demasiado cariño. Simón quedó al cuidado de su abuelo, Feliciano Palacios. “Huérfano, prometido a una riqueza considerable, heredero presunto de plantaciones extensas, esclavitudes y casas, no tuvo una infancia feliz ni una educación sistemática”, escribe otro de sus biógrafos, Arturo Uslar Pietri, a pesar de que su abuelo buscó los mejores maestros que ofrecía la pequeña ciudad.
Entre aquel genial pedagogo y reformador social, y el niño Simón Bolívar, se estableció pronto una corriente de mutua comprensión y simpatía, que duraría tanto como sus vidas. Rodríguez entendió que su pupilo necesitaba un tratamiento diferente, pues su curiosidad, mezclada con el ambiente escaso de afecto en el que estaba creciendo, deformaban su carácter. Bolívar llegó a decir que su maestro “enseñaba divirtiendo” pero la estrategia de Rodríguez se puede resumir en la máxima “instruir no es educar”.
En enero de 1797, ingresó como cadete en el Batallón de Milicias de Blancos de los Valles de Aragua. A comienzos de 1799, viajó a España, donde recibió una educación propia de un gentilhombre, ampliando sus conocimientos de historia, literatura y matemáticas.
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En Madrid conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, con quien contrajo matrimonio en 1802. Sin embargo, su felicidad fue breve, ya que María Teresa murió en enero de 1803. La muerte de su esposa fue, quizás, el primero de los acontecimientos que orientaron su destino de forma muy distinta a la que había planeado.
Bolívar y la Independencia de América
El 19 de abril de 1810, la Junta establecida en Caracas nombró a Bolívar comisionado ante el Gobierno Británico. En Inglaterra, observó el funcionamiento práctico de las instituciones. Bolívar se incorporó al Ejército, y con el grado de Coronel contribuyó en 1811, bajo las órdenes de Miranda, al sometimiento de Valencia. Comienzan entonces sus fulgurantes campañas militares, en las cuales alternarán victorias y reveses hasta 1818, y a partir del año siguiente predominarán los triunfos.
A su paso por Trujillo, en junio, había dictado el Decreto de Guerra a Muerte, con el objeto de afirmar el incipiente sentimiento nacional de los venezolanos. Aislado en Jamaica desde mayo hasta diciembre de 1815, aguarda impaciente el momento de intervenir de nuevo en la lucha. Mientras que la derrota de Napoleón en Europa, y la llegada a Venezuela de un poderoso ejército español que manda el General Pablo Morillo, infunden nuevos ánimos a los partidarios de la causa realista, Bolívar se traslada a la República de Haití, en busca de recursos para continuar la lucha.
El 24 de junio de 1821, en la Sabana de Carabobo, Bolívar da una batalla que decide definitivamente la independencia de Venezuela. En Quito Bolívar conoce a Manuela Sáenz, el gran amor de los últimos años de su vida. El 11 de julio Bolívar se halla en Guayaquil, en donde desembarca el día 25 el General José de San Martín, procedente del Perú.
En enero de 1824 Bolívar se hallaba enfermo de cuidado en Pativilca, en la Costa del Perú, donde recibió la noticia de que la guarnición del Callao se había pasado a los realistas. Lima cae en manos de los realistas, pero el Congreso del Perú, antes de disolverse, nombra a Bolívar Dictador -como en la antigua República Romana- con facultades ilimitadas para salvar al país.
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Características del Liderazgo de Bolívar
El liderazgo de Simón Bolívar se caracterizó por una serie de virtudes y habilidades que le permitieron movilizar a las naciones y alcanzar sus objetivos:
Estrategia
Influenciado por las enseñanzas de su profesor Rodríguez, su amor por la lectura, seguimiento a otros líderes, su resiliencia y su obstinación a lograr resultados, a su persuasión y reflexión, el Libertador definía sin duda alguna, el paso a paso de su campaña para alcanzar su sueño.
Comunicación
Simón Bolívar expresaba su sentir y era coherente en su actuar; jamás tomo una decisión llevada por la emoción negativa o por el dolor de la deslealtad. Bolívar, sabía cómo hablar al pueblo granadino. Movilizar 5 naciones significa persuadir con asertividad a muchos.
Resiliencia
El Libertador no declinó con las crisis; por el contrario, nada detuvo su sueño de liberar a América del ejército español. EL paso por el páramo de Pisba y el combate en Paya, recordado como uno de los más difíciles de la historia por las condiciones climáticas y falta de experiencia de los soldados es muestra de su resiliencia.
Además de estas características, el liderazgo de Simón Bolívar se sustentaba en valores como la sinceridad, sabiduría, justicia, valor, lealtad y compasión.
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El Legado de Bolívar
Simón Bolívar, al momento de definir el destino institucional de Venezuela, se pronunció por un gobierno republicano y democrático, no obstante nuestras tradiciones monárquicas y nuestra falta entonces de experiencia política. Entre las consideraciones que justificaban alcanzar la independencia de América, cita el desconocimiento de la vida política como hechura de los americanos, y no obstante nuestras carencias, se pronuncia por un sistema democrático capaz de asegurar la felicidad y el bienestar de sus ciudadanos, la seguridad de la sociedad y la estabilidad política.
En distintas épocas algunos historiadores, al juzgar las dictaduras de Bolívar en Perú y en Colombia, han pretendido atribuirle ideas cesaristas y considerado la supuesta existencia de una especie de: «Presidente Bolivariano» como tipología para avalar a infames dictadores y autócratas. Nada más avieso e injusto contra los hechos históricos y políticos del Libertador.
Las «dictaduras» de Bolívar fueron relativas y circunstanciales, no destruyó la permanencia de las instituciones, no desoyó la voluntad popular, no desconoció la ley, no se perpetuó en el poder. Por la dictadura de Bolívar, el Perú se salvó de sus enemigos y fue libre.
Su carta a Rafael Urdaneta el 18-9-1830 es categórica: «Yo pienso que no dirá nada tan grande como mi desprendimiento del mando y mi consagración absoluta a las armas para salvar al gobierno y a la patria...”.
Quiero referirme a la lealtad, precisamente porque la carencia de ella y por supuesto el deseo del poder de sus compañeros de campaña y coterráneos fue la causa para desintegrar el sueño del Libertador y la que trasciende en la separación de la Gran Colombia. La lealtad significa ser integro, ser coherente, ser fiel a los principios, cumplir nuestra palabra y defender lo que creemos. Exige hablar con la verdad a uno mismo y a los demás. Si bien Bolívar murió por la “tisis“, su principal dolor casi mortal fue la deslealtad de su pueblo.
Hoy, en pleno siglo XXI, a cualquier instancia estas características del liderazgo siguen tan vigentes, qué decir de los valores.
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