Miguel Hernández Martínez: Auge y Caída del "Marqués de Carrús"

Hablar de Miguel Hernández Martínez, conocido popularmente como el “Marqués de Carrús”, es recorrer una historia digna de novela que se forjó en Elche, entre las calles polvorientas del Carrús de mediados del siglo XX y los años dorados de la industria del calzado. Su vida es un ejemplo de constancia, riesgo y superación.

Inicios y Ascenso Empresarial

Nació en una familia humilde, en una casa “sin luz ni agua”, como él mismo recuerda. Su padre, Miguel Hernández Ortega, se dedicó a la venta de chucherías por los pueblos cercanos y llegó a tener un kiosko en la entonces plaza de Francos Rodríguez. Su madre, María Martínez Mas, natural de Crevillente, ama de casa y trabajadora de calzado a domicilio.

Miguel empezó desde abajo. Con apenas 14 años trabajaba como aprendiz de zapatero, hasta que en 1956 decidió dar el gran paso. Estudió en las Escuelas Graduadas y aprendió contabilidad en cursos nocturnos en la academia Ripollés. Después de conocer buena parte de los trabajos de una fábrica de calzado y de haber sido viajante, se convirtió en empresario en 1956, con un capital de 300.000 pesetas, todos los ahorros de sus padres. Con los ahorros familiares -unos 300.000 pesetas que su madre le confió con plena fe- montó su primera fábrica.

Comenzó produciendo 300 pares semanales, con empleados que trabajaban en otras fábricas y se incorporaban a la suya a las siete de la tarde. En los años 60 ya dirigía una nave de 5.000 metros cuadrados en la calle Antonio Machado, donde 300 operarios producían más de 3.500 pares diarios. Sumando otros talleres, su empresa alcanzó la cifra de 6.000 pares de zapatos al día, casi todos destinados al mercado estadounidense gracias a la sociedad que fundó con capital propio y norteamericano. El nombre de la compañía era "Miguel Hernández S. A. y la marca registrada se llamaba S.O.R. que en inglés significaba "está completo". La producción sale en avión desde Alicante o Madrid hasta Boston, con un precio medio de cinco dolares por par y precio al consumidor de 20 dólares.

La Cumbre del Éxito

El gran salto llegó en 1968, cuando firmó un contrato millonario con la empresa norteamericana Caressa. A partir de entonces, Miguel Hernández dirigía a más de un millar de trabajadores y las cifras superaban los millones de dólares en ventas.

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El 'Marqués de Carrús', como se le bautizó en aquella época de esplendor, llegó a tener una oficina de doscientos metros cuadrados en el corazón de Manhattan y levantó un chalet que ha sido, durante décadas, la envida de ilicitanos e ilicitanas. Años después cuenta que en él "no había helipuerto, pero los grifos estaban bañados en oro". Su chalet en Candalix alimentó la leyenda: piscina cubierta, lujos poco habituales en la época y unos famosos grifos bañados en oro que él mismo confirmó en entrevistas, aunque siempre negó otros rumores exagerados como la existencia de un helipuerto en este chalet.

Innovaciones Laborales

Más allá de los números, Miguel Hernández fue pionero en la introducción de mejoras laborales poco comunes en aquel tiempo. Implantó la jornada reducida de los viernes por la tarde, ofreció salarios entre los más altos del sector e instaló aire acondicionado en las fábricas.

Declive y Desafíos

La otra cara de la moneda llegó en los años 70 y 80. La crisis del petróleo, el final del acuerdo con Caressa y problemas judiciales marcaron una etapa complicada.

El calzado no fue la única actividad de Miguel Hernández. También se adentró en la construcción. Entre otros proyectos, el edificio Diana, en la zona del Sector V. Por aquel entonces ya estaba encausado por un fraude relacionado con la Seguridad Social y Hacienda: "Inicié la construcción del Diana con mucho cariño, pero entonces tuve un auto de procedimiento por impago a la Seguridad Social y Hacienda, que vino motivado por la bajada de ventas en Estados Unidos y el problema del precio del petróleo". "La gente comenzó a decir que ese edificio no se iba a terminar y las ventas que ya tenía hechas se fueron cancelando", recuerda.

Fue condenado a un año de prisión -posteriormente conmutado-, perdió su chalet de Candalix por embargo y arrastró deudas importantes. Entonces, como rememora, le condenaron "a un año de cárcel y a una importante indemnización de la Seguridad Social y a Hacienda", que propició el embargo del famoso chalet de Miguel Hernández, en la zona de Candalix, "por 400 millones de pesetas", cuenta.

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Legado y Memoria

Hoy, casi nueve décadas después de su nacimiento, la figura de Miguel Hernández Martínez sigue viva en la memoria colectiva de Elche. Carrús cambió con él y él cambió con Carrús: de barrio rural a motor obrero de la ciudad.

Hay historias que merecen ser contadas a través de sus protagonistas. La del boom de las exportaciones de calzado a Estados Unidos en los años setenta y ochenta pasa por un nombre: el del empresario Miguel Hernández.

En su autobiografía de 167 páginas con el título mi vida y mis empresas, reconoce ser "un incomprendido de Elche" porque juntaba a gente "a favor" y otra que estaba "en contra". Ahora recuerda su historia con nostalgia y termina reconociendo que "hay cosas que vienen a la memoria y otras que te gustaría no recordarlas".

Según Miguel Hernández, "Cuando me cruzo con personas que trabajaban en mis empresas, todos me dicen lo contentos y felices que estaban".

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