El liderazgo requiere de un “conjunto de habilidades, y sobre todo de una serie de comunicaciones impersonales, por medio de las cuales el individuo que dirige un grupo influye en su ambiente, con el propósito de lograr una realización voluntaria y más eficaz de los objetivos de la organización”. El liderazgo es, por lo tanto, una disciplina.
¿Quién fue Douglas MacArthur?
Extravagante, carismático y vanidoso, íntegro, austero y desconfiado, capaz de lo mejor y de lo peor en el campo de batalla, MacArthur ocupa un lugar destacado en la historia militar contemporánea.
Su relación con el mundo militar le vino casi impuesta desde la cuna. Nació el 26 de enero de 1880 en una familia en la que no se podía ser otra cosa que militar. Su padre, Arthur, fue un héroe de la guerra de Secesión que llevó consigo a su familia de guarnición en guarnición por el Oeste mientras guerreaba contra el apache Gerónimo.
Su ingreso en West Point, en 1898, no fue más que el paso natural en su deseo por ser militar. Alumno brillante, obtuvo la nota de ingreso más alta en la academia desde hacía años.
Primeros Años y Formación Militar
La carrera militar de MacArthur comenzó cuando ingresó en la Academia Militar de Estados Unidos en West Point en 1899. Allí destacó, siendo el primero de su promoción al graduarse. Tras su educación militar, participó en varios destinos iniciales como su padre, entre ellos el servicio en Filipinas y ser ayudante de campo del presidente Theodore Roosevelt.
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Participación en la Primera Guerra Mundial
Su primer contacto real con el liderazgo en el campo de batalla se produjo durante la Primera Guerra Mundial, donde dirigió la 42ª División Arco Iris y se ganó la reputación de líder valiente y eficiente.
Herido y gaseado en más de una ocasión, sus hazañas en el frente francés le valdrían varias medallas y el apelativo de “D’Artagnan americano” por su arrojo, aunque también críticas de jefes y oficiales por su gusto por lo espectacular, su negativa a usar el casco en las cargas o la atípica costumbre de ir a mandar a la primera línea del frente.
Ascenso y Modernización del Ejército
Su prestigio al acabar la guerra le catapultaría a cargos de relevancia, incluidos nuevos destinos en Filipinas, hasta ser ascendido a general de cuatro estrellas y nombrado, en 1930, jefe de Estado Mayor del Ejército, gracias a su exsuegro, gran elector del presidente Herbert Hoover.
“La próxima guerra -aventuró en 1932- será una guerra de movimiento. Nadie podrá salvar a quien no opere con rapidez. La nación que no domine el aire correrá peligros mortales; el Ejército y la Armada tienen necesidad de una cobertura aérea”. De acuerdo con esta filosofía, proyectó una modernización del material del US Army (nuevos blindados, más aviación, etc).
Pese a las exigencias de MacArthur, los presupuestos militares menguaron año tras año. Y con ello creció su desprecio hacia unos políticos que, según creía, no comprendían la importancia del gasto militar en un momento en que Alemania y Japón se rearmaban. De esta época datan sus primeros choques con el nuevo presidente, Franklin D. Roosevelt, a quien llegó a responsabilizar de futuras derrotas norteamericanas.
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Cuando, en 1935, parte a Filipinas, hay quien considera que ha sido una hábil maniobra de Roosevelt para librarse de una incómoda figura en Washington y de un potencial adversario político. En este destino le acompañará la que sería su tercera esposa, Jean Faircloth, que le daría su primer hijo, y un oficial llamado Dwight Eisenhower en su Estado Mayor.
El Impacto de Douglas MacArthur en la Segunda Guerra Mundial
Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, MacArthur fue llamado a convertirse en comandante de las Fuerzas del Ejército de Estados Unidos en Extremo Oriente. Su logro más notable durante la guerra fue desarrollar una campaña de salto de islas, cuyo objetivo era eludir las posiciones japonesas fuertemente fortificadas y, en su lugar, concentrar los limitados recursos aliados en islas estratégicamente importantes que no estuvieran bien defendidas.
MacArthur, a quien Washington otorgó en julio de 1941 el nuevo mando norteamericano en Extremo Oriente, presumió de conocer a fondo la mentalidad asiática y de prever con antelación los movimientos enemigos.
Pero el ataque nipón a Pearl Harbor (7 de diciembre de 1941) le pilló tan desprevenido como el ocurrido tan solo un día después contra su aviación estacionada cerca de Manila, que fue prácticamente destruida en tierra. Abandonado por Washington, MacArthur, con un Ejército precario, tendrá que batirse a la defensiva.
Al ceder el mando al general Washington, MacArthur se despidió con su célebre ‘I shall return’ (volveré)
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La tenaz resistencia elevó a la categoría de héroe nacional a MacArthur, que achacó la falta de refuerzos a las envidias que despertaba. Cuando la situación se hizo agónica, Washington, que no quería perder a un militar de su talento, le ordenó abandonar Filipinas.
Al ceder el mando al general Washington se despidió con su célebre “I shall return” (volveré), una promesa que se convirtió en símbolo de esperanza para América.
A mediados de 1942 es nombrado comandante de las fuerzas aliadas en Australia, con el objetivo de defenderla. Decide hacerlo fuera de sus fronteras, atacando en golpes de mano, incluso con fuerzas inferiores y sin apenas buques.
MacArthur, que siempre culpó a los marinos de haberle abandonado en Batán, mantendrá hasta el fin de la guerra importantes diferencias con la US Navy sobre la estrategia a seguir en el Pacífico, así como una frenética carrera para llegar en primer lugar a Japón.
En este escenario pondrá en práctica la estrategia de los “saltos de rana”, un modelo de maniobra típico de una economía de crisis que le reportará sus primeras victorias.
Con esta estrategia, basada en el dominio del aire, gracias al “redescubrimiento” de la aviación por MacArthur, los principales centros de resistencia japoneses quedaron aislados y, faltos de avituallamiento, acabaron cayendo por falta de alimentos. La “marcha de los aeródromos”, seguida con entusiasmo por la prensa norteamericana, conquistó enormes extensiones de territorio a un coste mucho menor que un ataque frontal. El general de la pipa de maíz era ahora el dueño de la situación.
Estas victorias, sin embargo, no le apartaron de su verdadero objetivo. “Desde su famoso ‘volveré’ -relataba Charles Willoughby, su jefe de Inteligencia- MacArthur no se desvió de una idea preconcebida. Y es que, junto a la obligación moral que le empujaba a regresar cuanto antes para ayudar a los vencidos de Batán y Corregidor, defendía que la conquista de Filipinas cortaría a Japón la ruta del sur, que daba acceso a las materias primas. Filipinas, pues, era para él la llave de la campaña del Pacífico.
La suerte de la campaña del Pacífico, cada vez más inclinada del lado norteamericano, se decidió en una reunión en Pearl Harbor en julio de 1944 con el presidente Roosevelt y Nimitz. Allí, MacArthur no solo defiende apasionadamente su plan, sino que también presiona a Roosevelt con el argumento de hacerle aparecer ante la opinión pública como un traidor para la causa filipina, a la sazón una colonia norteamericana. Su estrategia tiene éxito.
El 17 de octubre de 1944, la fuerza de invasión comandada por MacArthur desembarca en Leyte, donde días después se producirá una decisiva batalla aeronaval. Pese a la resistencia japonesa, las tropas terrestres protagonizan rápidos y espectaculares avances. Luego vendría el salto a Luzón, la esperada liberación de Batán y Corregidor y de la propia Manila, donde es acogido jubilosamente al grito de “Mabuhay”, su nombre en malayo. En junio de 1945, todo el sur de Filipinas estaba bajo control norteamericano.
Pese a sus graves diferencias con el alto mando y el propio presidente, MacArthur fue designado, en mayo de 1945, como jefe conjunto para la invasión de Japón. No había, en realidad, un militar de más prestigio que él en aquel momento. Pero los planes para esa invasión serán muy breves.
A MacArthur, investido de plenos poderes por su mayor prestigio sobre otros generales, le corresponderá aplicar las condiciones de capitulación en el acorazado Missouri, anclado el 2 de septiembre en la bahía de Tokio. Su discurso en el USS Missouri, para sorpresa de los japoneses, fue más un canto a la paz que una humillación
Posguerra y Ocupación de Japón
Como comandante supremo de Japón, actuó en ocasiones con arrogancia y endiosamiento, defectos que nunca le abandonaron. En su primera entrevista con el emperador Hirohito, una divinidad, con quien luego selló un pacto en beneficio mutuo, le espetó: “Soy MacArthur, el comandante supremo de las fuerzas aliadas, y soy el que manda”.
En sus cinco años en Tokio, siguiendo las directrices marcadas por Washington, puso en marcha una política de ocupación liberal y un plan de reformas destinado a desmilitarizar Japón, reconstruirlo y modelarlo a semejanza de Estados Unidos. Instauró elecciones libres, emancipó a las mujeres, liberalizó la educación, separó Iglesia de Estado e impulsó la reforma agraria en un campo que aún tenía rasgos cercanos al feudalismo. Cuando abandonó el país, en abril de 1951, fue condecorado por el propio Hirohito.
Douglas MacArthur en la Guerra de Corea
Una nueva guerra le llevará de los despachos al campo de batalla. El 25 de junio de 1950, tropas norcoreanas traspasan el paralelo 38 e invaden Corea del Sur. En poco tiempo ocupan Seúl y se hacen con todo el territorio excepto el enclave de Pusan, donde se establece una cabeza de puente, a la que comienzan a llegar refuerzos procedentes de Japón.
Su genio brillará aquí por última vez al idear una estrategia que, declaraba convencido, devolvería la iniciativa a los contingentes de la ONU: un desembarco anfibio en la retaguardia enemiga, que cortaría en dos sus fuerzas y aflojaría el cerco sobre Pusan.
Este había estado a punto de destituirle por proponer una política agresiva desde Formosa contra la China comunista, lo que habría llevado a la guerra con Pekín. Pese a todo, apostó por él. Y ganó.
El audaz desembarco en Incheon pilla por sorpresa a los norcoreanos, que inician una huida desorganizada hacia el norte. Pero meses después cometerá un terrible exceso de confianza. Crecido por la victoria y apoyado en informaciones de su servicio de inteligencia, que consideraba el mejor de Asia, convence a Truman de que China no intervendrá militarmente si traspasa con sus tropas el paralelo 38 en dirección norte.
Tras recibir luz verde, las tropas de la ONU (básicamente americanos y surcoreanos) cruzan el 24 de noviembre la frontera intercoreana.
La propuesta de MacArthur de bombardear Manchuria, refugio de tropas y cazas chinos, es denegada por su alto riesgo. Él lo interpreta como una nueva restricción a su mando. El 24 de noviembre lanza una ofensiva que, asegura, “terminará la guerra en Navidad”.
Pero lo que hacen sus tropas es introducirse en una trampa tendida por el estratega Lin Piao, que dispone de 900.000 efectivos. El contraataque chino obliga a MacArthur a una enorme retirada, la mayor desde Batán, y alcanza Seúl. Es una derrota en toda regla atribuida a un jefe demasiado seguro de sí mismo, que no previó todas las consecuencias de su acción.
Aunque cinco meses después la situación volverá a estar estabilizada en torno al paralelo 38, gracias, sobre todo, al general Ridgway, que acapara todo el protagonismo, la “desdichada ofensiva”, como la bautizaría Truman, es el principio del fin de MacArthur.
Desde entonces, sus desafíos a los políticos que le cortan las alas suben de tono. Su actuación es más propia de un jefe de Estado que de un militar. Esto ofende a Truman, que ve su autoridad desafiada y considera el pronunciamiento como una insubordinación y una burla a la supremacía constitucional del poder civil. Les acusa de no comprender que no se trata solo de Corea, sino de ganar la guerra al comunismo en Asia.
Y para ello, deja entrever, él no dudaría en iniciar la tercera guerra mundial.
Destitución y Legado
Para Truman era un formidable desafío: no se trataba ya de los objetivos de la guerra, sino de quién estaba al mando. Indignado, decide relevar del mando a su general.
La destitución hace estallar las pasiones en Estados Unidos, donde MacArthur conserva una enorme popularidad. A su regreso al país que no pisa desde hace 14 años recibe una de las bienvenidas más multitudinarias que se recuerdan, casi como si fuera un jefe de Estado. Medio país demuestra su animadversión hacia Truman por cesar al héroe del Pacífico y al más genuino luchador anticomunista.
Su afirmación es rotundamente desmentida por la Junta de Jefes de Estado Mayor.
Desde entonces, como profetizó su famosa máxima de “los viejos soldados nunca mueren, solo se desvanecen”, su figura se irá difuminando y acabará muriendo, en medio de la indiferencia general, en abril de 1964, cuando contaba 84 años. A sus exequias no acudirían ni Truman ni Eisenhower, aunque sí el primer ministro de Japón.
El Complejo Liderazgo de Douglas MacArthur
El polifacético liderazgo del general Douglas MacArthur sigue siendo objeto de intrincados estudios y análisis. Sus estrategias militares, a menudo consideradas audaces y revolucionarias, transformaron drásticamente el curso de la acción durante conflictos mundiales clave. Sin embargo, su liderazgo también estuvo marcado por la controversia, sobre todo en relación con sus interacciones con los dirigentes políticos y su adhesión a la jerarquía de mando.
Al contemplar el papel de Douglas MacArthur durante la Segunda Guerra Mundial, sería difícil ignorar la magnitud de su influencia. Como comandante de las Fuerzas del Ejército de EEUU en Extremo Oriente, las decisiones de MacArthur fueron fundamentales para el Teatro del Pacífico del conflicto. Sus estrategias influyeron significativamente en el curso de la guerra, repercutiendo en las tácticas aliadas y en el consiguiente resultado.
Un aspecto interesante relacionado con el liderazgo de MacArthur durante esta fase es el concepto de "salto de isla". En el centro de esta estrategia estaba el objetivo de eludir las posiciones japonesas fuertemente fortificadas y apuntar selectivamente a islas estratégicamente significativas con defensas más débiles.
| Enfoque Estratégico | Descripción | 
|---|---|
| Salto de islas | Estrategia para eludir islas fortificadas y atacar puntos débiles estratégicos | 
La invasión de Filipinas en 1944-45 es una aplicación notable de la estrategia de salto de isla de MacArthur. En lugar de atacar agresivamente todos los bastiones japoneses, MacArthur prefirió aislar las islas ocupadas por los japoneses en lugar de capturarlas. De este modo, pretendía cortar las guarniciones japonesas de sus líneas de suministro, forzándolas a un estado de ineficacia.
Aunque célebres por sus acciones decisivas durante la II Guerra Mundial, las decisiones estratégicas clave de MacArthur no estuvieron exentas de polémica. Su enfoque a veces unilateral y su tendencia a saltarse las jerarquías le convirtieron a veces en una figura polémica. Un ejemplo de decisión controvertida fue cuando -desafiando la estrategia recibida y sin consultar a sus superiores- lanzó una invasión de Filipinas. La operación tuvo éxito, pero su desprecio por la consulta fue señalado por sus superiores.
La controversia sobre el liderazgo de MacArthur surgió a menudo por su tendencia a la autonomía y a la toma de decisiones independiente, una característica que algunos consideraban ingeniosa, mientras que otros consideraban que iba más allá de su mandato.
La Guerra de Corea
La Guerra de Corea fue otro episodio de la historia en el que Douglas MacArthur dejó una profunda huella con sus ideas militares. Fue nombrado comandante del Mando de las Naciones Unidas (UNC), y su planificación desempeñó un papel esencial en la remodelación de los acontecimientos de la península coreana durante la guerra.
El elemento sorpresa era una característica distintiva de la estrategia de mando de MacArthur. Un excelente ejemplo de ello fue el desembarco de Inchon, considerado uno de los movimientos más audaces de la guerra. Al pillar al enemigo con la guardia baja lanzando un ataque anfibio en la costa fuertemente fortificada de Inchon, MacArthur pudo anular lo que parecía una victoria inminente de Corea del Norte.
Antes de la audaz maniobra de MacArthur, la capital de Corea del Sur, Seúl, había caído, y las fuerzas de la ONU y de Corea del Sur presionaban sus espaldas contra la ciudad de Pusan en lo que llegó a conocerse como el Perímetro de Pusan. El desembarco en Inchon permitió a MacArthur cortar las líneas de suministro norcoreanas e invertir el curso de la guerra.
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