La historia de Esteban Rivas arranca con la compra de una tartana en 1955, cuando el fundador adquirió un destartalado autocar que conducía por el casco urbano de Madrid, "al fútbol, a los toros, a un entierro", y por las noches aparcaba en medio de la calle.
El segundo Esteban Rivas (Madrid, 1957), actual presidente de una compañía que creó su padre, recuerda: "Cuando llovía, los viajeros entraban con paraguas por las goteras que había. A pesar de las condiciones del primer vehículo, como era un hombre muy carismático, no le faltaban nunca clientes".
A medio gas por la falta de turismo y de viajes de ocio, Rivas es propietario, junto a sus hermanas, de esta empresa "madrileña y de marcado carácter familiar".
El negocio despega al calor del turismo de sol y playa de los años 60. Coincidiendo con ese desarrollo económico, su padre compró más autobuses, convirtiendo a la empresa en una de las más importantes del país de transporte discrecional de viajeros por carretera, que se consolida un tiempo después.
Con obligaciones concretas se incorporó al terminar su formación en ESIC y la mili, con 23 años, en 1980. Desde pequeño fue realizando trabajitos. Los sábados actualizaba el libro de mantenimiento y reparaciones de cada autocar, con la información del jefe de taller. Su vocación era la de ser empresario y hacerlo junto a él.
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No tuvo escapatoria. No le hubiera hecho gracia que él hubiese querido ser médico, abogado o fontanero. Quería que continuase con su legado, el que había levantado con tanto esfuerzo. Él murió con las botas puestas, con 81 años, en 2010.
De lo único que se hablaba era de la empresa, pero siempre antepuso a la familia. Ese sentimiento me lo transmitió desde niño. Primero somos hermanos y luego socios. Sus hermanas empezaron a trabajar, pero tímidamente, y ahora no están en la gestión. Son accionistas, cada una al 20% y él al 60%, pero no trabajan.
Hereda una empresa de 100 autocares y ahora mueven al día más del doble. Cuando se incorporó, la compañía era local. Ya había rutas escolares, viajes de ocio, transporte turístico y de personal diario a las fábricas. Vio que tenían que diversificar las actividades del negocio.
Aún con su padre, a principios de los 80, creó una empresa de alquiler de vehículos, con o sin conductor. También párkings con servicio de mantenimiento para vehículos pesados, guardamuebles, una cafetería en Getafe y algunos pequeños negocios inmobiliarios.
Dirigir una empresa familiar implica más responsabilidad, porque se siente transmisor del legado que recibió de sus padres, no el dueño. Como si fuera una joya que la utilizas, pero el fin último no es venderla, sino pasarla a la siguiente generación, si la quieren. Ésta es su responsabilidad.
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Le preocupan los resultados económicos, sí, pero también el estilo y los valores de la casa, como la familiaridad, la solidaridad, el hacer un trabajo a conciencia bien hecho, el servicio, el compromiso, el esfuerzo diario y la honestidad. El dinero es importante, pero no es su esclavo.
El arte de dirigir una empresa es como el de llevar una orquesta: hay que saber abandonar la batuta para no molestar al resto. Él ya se va haciendo mayor y su forma de concebir los negocios, su gestión y de visionar el futuro es distinta a cómo la ven los jóvenes. Y cree que sabrá dejar la batuta. Pero aún se siente con fuerzas y ganas para continuar, aunque ya va delegando. Cada vez tiene menos funciones de trinchera. La saga tiene garantizada la sucesión.
Su hija Carolina (37 años) es la directora comercial y de márketing y lleva trabajando en el negocio unos diez años. Las dos siguientes, Marina (30) y Marta (28), son emprendedoras. Y Esteban (26) trabaja en una consultora.
Con tantos autobuses rotulados con el nombre, no tuvo más opción que llamar al niño Esteban, ya que su hijo ya es el cuarto, porque su abuelo también se llamaba así. Desea que entre, pero lo decidirá él. Cree que él sí que quiere meterse, pero no le va a forzar. De momento está aprendiendo y trabajando en otras compañías.
Acérrimo colchonero (fue directivo del Atlético de Madrid de 2000 a 2004), disfraza sus autobuses con otros colores. Son el transportista oficial del Real Madrid, del Getafe y de la Selección Española. Cuando ganan, decoran con vinilos sus autocares de la división de Gran Lujo. El ocio es una cosa y el negocio otra.
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La pandemia le hizo pisar el freno (cierre de colegios, cero viajes), la crisis les ha castigado sin piedad, como a casi todas las empresas de este país. Ahora mismo operan a un 45% de actividad, aproximadamente. Los resultados de esta temporada dejan mucho que desear. Circulan a velocidad reducida, pero le va la marcha y ha aprovechado para diversificar más el negocio. Lo plantean durante la pandemia, mientras estaban totalmente parados. Con una flota parada, los conductores en ERTE, lanzaron el nuevo servicio a principios de año con cobertura en todo el territorio nacional.
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