Leticia Chen Lai: Biografía de una Empresaria Cosmopolita entre París y el Mundo

Leticia Chen Lai es una mujer de gran empuje y energía. Habla con voz potente un español correcto pero divertido, teñido de invencible acento chino.

Primeros Años y Ascenso

De joven ganó concursos de belleza y vistió la banda de Miss Taiwán. De vocación cosmopolita y liberal, se ha enraizado en España sin dejar de cultivar sus vínculos con China, sobre todo en el ámbito de la economía y la empresa (como promotora de China Health & Wellness Holding).

Vínculos con España y China

Le pregunto qué podría enseñar España a China: “Le pediría a Pedro Sánchez que España ayudase a China a mejorar el nivel de su fútbol”, sonríe.

Inmigración y Trabajo

Trabajadores. Materialistas. A la hostelería, sobre todo. Y a los bazares. Y a la ropa. No piden préstamos bancarios. Qingtian, región desértica... ¡Vaya a China y pregunte!

Perspectivas Políticas

Contenta, sobre todo los mayores. Tanto como la occidental. Pero aquí se vota... China es enorme, demasiado grande y populosa para ponernos todos a votar ahora... Como en la mayor parte de su historia. Si China fuese una democracia occidental, acabaría desmembrada en mil trozos, con la gente viviendo peor. ¡No lo dude!

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Jacques Hachuel Moreno: Un Mercader Cosmopolita

Jacques Hachuel Moreno (Tánger, 4-11-1929), hijo de padre argentino y madre española, cuya caudalosa y apasionante biografía le avala como uno de esos personajes que los anglosajones califican «más grande que la vida».

Un Perfil Multifacético

Busco a Jacques: el mercader cosmopolita de origen judío; el señor del petróleo (actual presidente de la compañía petrolera H-Oil); el infatigable coleccionista de arte contemporáneo; el mecenas cultural; el divertido anfitrión que, en los 80, mezclaba a financieros, intelectuales y artistas de la Movida madrileña; el multimillonario que invertía en medios de comunicación y en ladrillo; el miembro de la Fundación Guggenheim de Nueva York; el académico de honor de la Real Academia de San Fernando; el ‘capitalista rojo’ entusiasmado con su proyecto de microcréditos en África…

Busco a Jacques: el hombre que fue asesor comercial del Che Guevara; negoció con Sadam Husein; hizo fortuna junto al magnate petrolero Marc Rich; se dejó cautivar por Mario Conde; alojó en su casa a Andy Warhol e incluso fue el productor (a través de Tesauro) de las primeras películas de Almodóvar, «a quien yo saqué de Telefónica», recuerda sin soberbia.

Busco a Jacques, insisto, porque su fulgurante vida de gran Gatsby desprende un perfume embriagador.Comencé a buscarlo (con la intención de entrevistarle) tras leer una reseña de Luis María Anson en ‘Las cartas boca arriba’, la sección que publica los domingos en El Mundo.

El autor daba cuenta de un evento cultural africano que Hachuel -»un hombre cabal, un judío generoso, un intelectual que ama la música y entiende como nadie de pintura»- celebró en su mansión madrileña de Puerta de Hierro.

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A la cena, organizada para presentar al artista angoleño Nástio Mosquito, acudió «el todo Madrid de la cultura, de la empresa, de las finanzas, de la política y de la vida social».Hachuel, junto al archivo de Pablo Neruda (compuesto por 3.000 ejemplares y que compró a su viuda), que guarda en su casa de Madrid.

De alguna forma, aquel eco de sociedad resucitaba a un personaje que siempre prefirió vivir a la sombra de la discreción. Afincado desde hace años en París -donde estudió Economía y Políticas con notas brillantes-, sus múltiples actividades le obligan a vivir prácticamente en un avión.

La víspera de nuestro encuentro había viajado hasta Madrid para reunirse en el monasterio de El Paular, en Rascafría, con un equipo de 25 asistentes que tiene desperdigados por el mundo. «Pero a Madrid vengo, esencialmente, a visitar a mi madre, a punto de cumplir 100 años, y por una serie de recuerdos ligados a la Movida madrileña», especifica este hombre de continua diáspora, que nos cita en su lujosa casa de Puerta de Hierro.

Pasión por los Automóviles

Nada más traspasar la puerta de entrada, se adivina la pasión por los coches del propietario: entre las berlinas que descansan en el porche, destaca su última adquisición, un flamante Rolls Royce Phantom. Su fascinación por las cuatro ruedas se remonta a los tiempos en los que trabajaba como ayudante en el taller de automóviles que su familia tenía en Tánger.

Encuentro con Jacques

Y por fin encuentro a Jacques. Con aspecto de intelectual despistado, ágil, fibroso, vestido con juveniles vaqueros y con un reloj en cada muñeca (uno clásico y otro deportivo), no es el octogenario renqueante que uno espera hallar.

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«Lo importante es no echar tripa, ¿sabes? Creo que el envejecimiento empieza cuando comienzas a echar barriga», señala quien se ha casado en tres ocasiones y es padre amantísimo de siete hijos (cuyas edades oscilan entre los 50 años del mayor y los 18 de sus gemelos) que le han dado seis nietos.

Su completo desayuno de 1.500 calorías, su entrenador personal, sus partidos de tenis, una Blackberry repleta de citas internacionales y, sobre todo, una «bulimia cultural» que no ha decaído con los años, le mantienen lucidísimo y «eternamente joven». Así lo cree Luz de Châtillon, su secretaria desde hace 30 años, que define a su jefe como un «estratega de los negocios y un ‘gentleman’ divertido y fascinante».

La vivienda, repleta de cuadros, libros y pianos, es un zoco exquisito que refleja el alma de este Marco Polo posmoderno. De las paredes cuelgan cuadros de Andy Warhol, Keith Hering y Jean Michel Basquiat, entre otros.

«Warhol vivió en esta casa un año antes de morir. Aquí pintó parte de su serie ‘Pistolas, Cuchillos, Cruces'», revela.Bajo el lucernario del vestíbulo, dos imponentes esculturas del artista cinético Jesús Soto. Tras dos horas de entrevista (la primera de carácter personal que concede), este «pianista frustrado» nos deleitará con unas csárdás (baile tradicional húngaro) de Vittorio Monti.

Entrevista a Jacques Hachuel

PREGUNTA. Borges escribió que «en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas». A usted le han ocurrido las suficientes como para concluir que su vida ha sido intensa y fructífera. ¿Suerte o empeño personal?

RESPUESTA. Primero, como dice la canción, «gracias a la vida que me ha dado tanto». En mi vida se han cruzado personas y circunstancias extraordinarias. Me siento un privilegiado. Pero todo ha ocurrido por pura casualidad, lo que en filosofía se llama «encuentro de series». Mis padres hubiesen querido ver en mí a un investigador, un pianista notorio, un hombre de reconocimiento internacional…, y en todo eso he sido un fracasado. Por el contrario, me convertí en un mercader.

P. En su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1992) se definió, efectivamente, como un marchante…

R. Antes de nada, déjeme decirle que, 500 años después de la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos, fui el primer judío en ingresar en esta institución, con el reto de modernizar la bellísima Calcografía Nacional.

P. Enhorabuena. ¿Qué tiene Jacques Hachuel de Marco Polo?

R. Ja, ja, ja. Bueno, admiro a Marco Polo, y haber sido (y ser todavía) un mercader es lo fundamental de mi vida. En un mundo tan hostil, el comercio y la acción del mercader puede ser uno de los caminos para que los países vuelvan a encontrarse. Lo creo sinceramente.

P. ¿A qué se debe su frenética actividad en campos tan diversos como el coleccionismo de arte, el mecenazgo cultural o el comercio de petróleo?

R. Vivo con prisas desde que tomé conciencia de que no siempre seguiría vivo. La prisa es consecuencia de una especie de bulimia que me lleva a disfrutar de todo lo que ofrece la vida. De la familia, por encima de todo, pero también de las Artes, la música o la relación con la gente.

P. Como Marco Polo, usted ha traído también «paños finos» de Oriente…

R. Sí, desde 1987 presido la petrolera H-Oil, una compañía privada de exploración y producción de petróleo, gas y minerales, con base en Angola. Pero mi mayor satisfacción es compartir con mi familia ese gusto por la vida…

De repente, como una ninfa salida del jardín de las delicias, aparece su hija Leticia -la quinta de su prole- y se incorpora a la charla. Guapa, cultivada y cosmopolita, es el ojito derecho de papá. Tiene 22 años, acaba de licenciarse en Matemáticas y Estadística por la London School of Economics, habla seis idiomas y disfruta acompañando a su padre en sus viajes por medio mundo. «He aprendido más pegada a papá en estos últimos meses que en todos mis años de estudio», afirma, orgullosa de trabajar en diversas áreas de negocio del grupo petrolero.

P. Su secretaria, Luz, me comentó que siempre está imaginando nuevos negocios, que ve oportunidades donde otros ni las huelen… ¿Visionario?

R. Más que visionario, creo firmemente en dos lemas que procuro llevar a la práctica. El primero es «Sal de tu zona de confort»: la persona que acumula experiencias y se instala en un camino determinado, en mi opinión, se equivoca. Cuando ya está instalada, tiene que salir de esa posición de confort y dar un salto al vacío, aunque sea para darse la torta. El segundo es: «Identifica lo que va a ocurrir y anticípate».

P. Se ha definido como un «capitalista rojo que siempre creyó en su perfil de ganador dentro del capitalismo». ¿Lleva el gen tiburón en su ADN?

R. Así me llaman en África. No soy ningún empresario, ni mucho menos un tiburón. No soy un hombre rico.

P. Pues lo parece…

R. Vivo como un rico, nada más.

P. Bien rodeado, por cierto, de ‘picassos’, ‘bacons’ y ‘mirós’… ¿Es cierto que la Colección Hachuel de arte contemporáneo es la primera de España y la tercera del mundo?

R. Eso era antes; ya no. Digamos que estuvo entre las mejores del mundo.

P. ¿Qué criterio sigue para colgar un cuadro en su casa?

R. Es complicado. Hay cuadros que llegan y no pueden convivir con el entorno. Tuvimos un greco y no hubo forma de encajarlo, aunque a mi mujer le encanta El Greco. Estuvo tirado en el suelo, junto a nuestra cama, y al final se lo vendimos al Banco de España.

P. Sus padres le inculcaron su pasión por las Bellas Artes…

R. Sin duda. De niño recuerdo a mi padre tirando de mí, llevándome a galerías o museos, tanto en Tánger como en las ciudades donde se celebraba el salón del automóvil de turno, porque mi familia tenía un negocio de coches. Mi primer empleo fue de ayudante en el taller, revisando motores, y más tarde empecé a vender autos, primero en Tánger y luego en España, donde contribuí a la instalación de Citroën en Vigo. ¡Mi primer coche fue un 2 CV!

P. ¿Cómo recuerda su niñez en la «ciudad internacional» de Tánger (administrada desde 1923 hasta 1956 por varios países, hasta su reincorporación al reino de Marruecos), al abrigo de la Guerra Civil?

R. Con problemas permanentes de adaptación, porque mis padres me metieron en una escuela con 2 años y medio y siempre iba descolgado respecto a mis compañeros. No podía compartir juegos ni aficiones con los mayores.

P. No sé si su madre sigue riñéndole por aporrear el piano…

R. Ja, ja. Siempre dijo que tocaba el piano de forma ruidosa. Eso sí, cuando me fui a estudiar a París me escribía todo el tiempo para decirme que necesitaba ese martilleo insoportable. A sus 99 años, mamá [Estrella Moreno, hija de españoles asentados en Tetuán] sigue siendo una persona de orden.

P. ¿Cómo le marcó el París de Sartre y Simone de Beauvoir, la ciudad donde estudió Comercio y Políticas?

R. Me sentía como un africano ignorante que se encuentra ante las maravillas del mundo y quiere empaparse de todo: jazz, teatro, conciertos… Ya por entonces, padecía esa bulimia cultural. Como las chicas no me hacían mucho caso (por pequeño y por feo, supongo), tenía mucho tiempo disponible y me metía en cualquier manifestación y en cualquier círculo intelectual. Fui delegado de una asociación comunista franco-rusa y abrí el centro judío, sin demasiados correligionarios.

P. ¿Qué conserva de ese espíritu comunista?

R. Soy, básicamente, un hombre de izquierdas…, que está casado con una burgalesa católica y más bien de derechas, ja, ja, ja. El caso es que mis convicciones políticas me llevaron a Cuba para conocer ese comunismo.

Jacques Hachuel desembarcó en la isla en diciembre del 59, casi un año después de que Fidel Castro tomara el poder. Tenía 30 años y estaba harto de vender coches. Por casualidad o «encuentro de series», acabó asociándose con Cofinanco, un grupo español de comercio exterior, contribuyendo a reanudar el comercio entre España y Cuba.

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