El Estado Emprendedor: Desmontando Mitos sobre Innovación

Desde la perspectiva capitalista, siempre se ha considerado que el sector privado es innovador, dinámico y competitivo, mientras que el Estado desempeña un rol más estático, interviniendo en el mercado tan solo para subsanar posibles fallos en el desarrollo de sus actividades. La economista Mariana Mazzucato se encarga de desmontar este falso mito ampliamente extendido para demostrar que el Estado es la organización más emprendedora del mercado y la que asume inversiones de mayor riesgo.

Suele pensarse que es mejor dejar la innovación en manos de los empresarios dinámicos del sector privado, y que el Estado debería mantenerse al margen. En El Estado emprendedor, su libro más emblemático, Mariana Mazzucato desmonta este falso mito para demostrar que el Estado, lejos de limitarse a intervenir en el mercado para subsanar posibles errores o abusos, es en realidad la organización más audaz del mercado, capaz de asumir las inversiones de mayor riesgo, y un facilitador clave de las innovaciones tecnológicas que impulsan el crecimiento económico.

Con numerosos ejemplos, Mazzucato explica cómo, sin el papel crucial de los fondos públicos, el iPhone no sería tan inteligente, ni habrían tenido lugar muchos de los más importantes avances farmacéuticos o en las energías renovables. El sector privado solo encuentra el coraje para invertir después de que un Estado emprendedor haya realizado las inversiones de alto riesgo, y los «genios de la innovación», tan dados a las quejas por las trabas administrativas y fiscales, son en realidad beneficiarios privilegiados de las inversiones públicas en el desarrollo de nuevas tecnologías.

Al no admitir el verdadero papel del Estado, hemos terminado creando un «sistema de innovación» en el que el sector público socializa los riesgos mientras las recompensas se privatizan. Mazzucato propone ideas para cambiar esta dinámica disfuncional, reformulando los parámetros del tradicional debate Estado versus sector privado de manera que ambas partes resulten beneficiadas.

Mazzucato destaca que del “75 por ciento de las nuevas entidades moleculares aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicinas entre 1993 y 2004 se pueden rastrear sus orígenes en investigaciones de laboratorios del Instituto Nacional de Salud (NIH) de los EE. UU financiados con fondos públicos. El Consejo de Investigación Médica del Reino Unido descubrió los anticuerpos monoclonales, que son la base de la biotecnología.

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Un ejemplo quizás más potente sea la revolución en información y comunicaciones. La Fundación Nacional de la Ciencia de los EE. UU. puso los fondos para el desarrollo del algoritmo que es la base el motor de búsqueda de Google. Los fondos iniciales para Apple salieron del Programa de Investigación e Innovación de las Pequeñas Empresas del gobierno de los EE. UU. Además, “Todas las tecnologías que hacen “inteligente” al iPhone también han sido financiadas por el Estado… Internet, las redes inalámbricas, el Sistema de Posicionamiento Global, la microelectrónica, las pantallas táctiles así como el más reciente asistente personal activado por voz SIRI”. Apple juntó todo esto, de manera brillante.

La respuesta está en las inmensas dudas, lapsos de tiempo y los costos asociados con la innovación fundamental basada en la ciencia. De hecho, mientras más competitiva y pro financiera sea la economía, menos propenso será el sector privado en asumir esos riesgos. Los días de los vanguardistas Laboratorios Bell de la AT&T han quedado atrás. De cualquier manera, el sector privado no hubiera podido crear Internet o el GPS. Arguably, the most important engines of innovation in the past five decades have been the US Defense Advanced Research Projects Agency and the NIH.

Mazzucato insiste en que esto implica no solo que el Estado apoye la investigación y el desarrollo, aunque es vital (en los EE. UU. el gobierno aporta casi un cuarto de los recursos para la I+D y casi el 60 por ciento de la investigación básica). Pero el Estado también es un emprendedor activo, asumiendo riesgos y, por supuesto, aceptando los inevitables fracasos. De hecho, el reciente papel de la Nación como principal promotor de las innovaciones fundamentales debe tanto a su Estado como al espíritu de levantarse y actuar de sus emprendedores.

Entre los legisladores aumenta la creencia en el mito de que el Estado solo es un obstáculo y, por lo tanto, priva a la innovación de su soporte y a la humanidad de las mejores perspectivas para su prosperidad. Segundo, el gobierno ha aceptado cada vez más que financia los riesgos, mientras que el sector privado “cosecha” los resultados. Lo que está surgiendo, entonces, no es un verdadero ecosistema simbiótico de innovación, sino uno parasitario, en el cual los elementos deficitarios son socializados, mientras que los elementos rentables en su mayor parte son privatizados.

Mazzucato no se limita a exponer argumentos teóricos y ofrece casos reales, poniendo al descubierto las innovaciones asumidas por el Estado y las estrategias empresariales que se esconden detrás del iPhone de Apple o del desarrollo del sector de las energías renovables. El Estado emprendedor es un libro revelador que propone cambiar los parámetros del tradicional debate Estado versus sector privado para plantear los terminos de una nueva relación simbiótica en la que ambas partes resulten beneficiadas.

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