Características del Liderazgo Racional Legal Según Weber

Para comprender las diferencias entre un jefe y un líder, o la naturaleza de un líder natural, es útil revisar las contribuciones históricas al liderazgo desde las Ciencias del Comportamiento y el Management. También es importante considerar enfoques menos convencionales que examinan el liderazgo en grupos humanos y su relación con la política y las organizaciones, desde perspectivas como la Antropología, la Psicología Evolucionista, la Etología Humana y la Neurociencia Social.

Teorías y Enfoques Estándar del Liderazgo

En el ámbito del comportamiento organizacional, se han desarrollado múltiples enfoques y teorías sobre el liderazgo. Entre ellos, destacan:

  • El enfoque clásico y de las teorías de rasgos: Este enfoque, predominante en las primeras décadas del siglo XX, se centraba en los rasgos y características innatas de individuos considerados aptos para el mando, como la personalidad y la inteligencia. Destacan la categorización de Weber de las formas de dominación (carismática, tradicional y racional o legal-burocrática) o la concepción de Stogdill en torno a la idea del “gran hombre”. Así como las aportaciones de los teóricos de la administración como Taylor (que define a los líderes como supervisores y administradores de recompensas y castigos), Mayo (que desde su giro humanista, redefine el papel de los líderes como promotores de la satisfacción y el buen clima en los grupos de trabajo) o Maslow (que en igual línea, los define como hábiles gestores de las necesidades humanas).
  • El enfoque conductual y de las teorías del comportamiento: Surgido a partir de la segunda mitad del siglo XX, este enfoque destacó las habilidades y la sensibilidad de los líderes para dirigir personas, como ya habían avanzado Mayo o Maslow. Varios grupos de investigación en las universidades de Ohio, Michigan y Texas desarrollaron esta línea de trabajo, enfocándose en la relevancia de los distintos estilos de dirección y comportamientos del líder (McGregor, Lewin, Likert, Blake y Mouton).
  • El enfoque situacional y de las teorías contingentes: Desarrollado en las últimas décadas del siglo XX, este enfoque representa el liderazgo como la capacidad de analizar y afrontar situaciones diversas, adaptándose a los retos y demandas de los colaboradores (Fiedler, Hersey, Blauchard). Entre ellas, se incluye también la idea de Lewin del “liderazgo situacional” (como capacidad para la adopción según los contextos, de estilos de liderazgo autoritario, democrático o liberal) o la teoría de Maslow y su definición de estilos de mando autoritarios, participativos o democráticos. También la propuesta de Blake y Mouton señala distintos estilos de liderazgo, en función de los objetivos e intereses de estas personas. Y en la misma dirección, se desarrollaron teorías como las de las contingencias (Fiedler), las metas (Evans y House), las opciones sustitutivas (Kerr y Jermier), las decisiones (Vroom y Yetton), los recursos cognitivos (Fiedler y García) o la interacción líder-ambiente-seguidores (Wofford).
  • Los enfoques integradores y teorías emergentes: Más recientes, estos enfoques integran las capacidades de gestión y manejo cognitivo de informaciones y decisiones con la consideración de otras dimensiones clave para la dirección de personas y equipos, como las habilidades sociales o la gestión de emociones. Dibujando un marco para la acción del líder, en torno a las transacciones sociales y de colaboración eficaces (Burns, Bass, Avolio, Crossan, Naujad, Goleman). Estas aproximaciones incorporan conceptos como el de “liderazgo transaccional” (Hollander), que enfatizan las competencias sociales y relacionales para motivar, orientar, enseñar y dirigir, detectar necesidades y expectativas, y atender a ellas. El “liderazgo transformacional” (Bass, House, Mcgregor, Burns) que propone una figura del líder transformador, inspirador, motivador y emprendedor, apoyando el cambio y ayudando a afrontar los retos de la transformación. El “liderazgo situacional moderno” (Drucker) como promoción de conductas adaptativas y de aprendizaje. El “liderazgo estratégico” (Kotter) en tanto que habilidad para alinear personas con las visiones y estrategias organizacionales. Así como las nuevas visiones del “liderazgo en la era de la colaboración” (Prensky, Porter, Shirky, Welch) y su planteamiento de la importancia de una buena comunicación, el correcto dominio de la imagen social digital, y la adaptabilidad a la innovación y el cambio. O de modo relacionado, las aproximaciones centradas en la “inteligencia social y emocional” (Goleman, Carnagie) y la gestión de emociones y expectativas en el manejo de la colaboración y las relaciones interpersonales.

El Liderazgo Racional Legal de Max Weber

Max Weber, un sociólogo alemán, identificó tres tipos ideales de dominación: tradicional, carismática y racional-legal. El liderazgo racional-legal se basa en la creencia en la legalidad de las normas y el derecho de quienes ejercen la autoridad, es decir, en la legitimidad del cuadro administrativo. Este tipo de dominación descansa en la creencia racional de la legalidad o la legitimidad de las ordenaciones estipuladas y del derecho de mando que tienen los encargados de ejercer la autoridad, es decir, en la legitimidad del cuadro administrativo. Por ello «su idea básica es: que cualquier derecho puede crearse y modificarse por medio de un estatuto sancionado correctamente en cuanto a la forma».

En la autoridad racional o legal lo que se obedece son ordenaciones impersonales u objetivas y a las personas que dichas ordenaciones establecen como capacitadas para el dominio. Es decir, se obedece a una o varias personas no en virtud de algún derecho propio, sino que se obedece a la regla estatuida, la cual establece, a su vez, a quién y en qué medida se debe obedecer. Manda la ley, no tanto la persona. Es el tipo de dominio más impersonal, pues incluso el soberano se somete a la ley. Las intenciones obedecen aquí a normas públicas, no al capricho de un líder. Tiene además el carácter de ejercicio continuado. (En cambio, en el líder carismático, cuando éste o sus discípulos mueren, el dominio se acaba). El equipo administrativo de este tipo de dominación no está formado por funcionarios nombrados por el señor, y no son un tipo de funcionarios cualesquiera sino funcionarios de formación profesional, es decir, funcionarios cuyas condiciones de servicio se basan en un contrato con un sueldo fijo.

En la autoridad tradicional no se obedece a unas leyes impersonales sino a la persona del señor, el cual es impuesto por la tradición y vinculado por ella al poder por motivos de piedad. Basada en la antigüedad del mandato, éste adquiere un carácter sacro inamovible: el mandato es bueno porque es antiguo. Se internaliza la ley de modo que los súbditos toman las leyes admitidas como mandatos obligatorios, como valores, siendo así que el incumplimiento de dichos mandatos conlleva una reprobación social.

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El caudillo, el líder carismático, «cuando es «abandonado» por su dios, o cuando decaen su fuerza heroica o la fe de los que creen en su calidad de caudillo, entonces su dominio se hace caduco». La obediencia, dice Weber, se produce y mantiene por la confirmación de designios, y esta autoridad crea derecho, derrocando o poniendo en cuestión el poder tradicional.

En todos los Estados modernos, se hayan instaurado dos tipos de funcionarios: los funcionarios administrativos, puramente burocráticos, y los políticos. Si en la dominación legal y en la tradicional lo que predomina es una administración cotidiana, ya sea por normas y costumbres transmitidas desde generaciones anteriores, ya sea por leyes y principios universales y abstractos, Weber reclama con el tercer tipo de dominio la necesidad de un carácter carismático, que es imprescindible en un líder político para evitar una «rutinización de la política», pues «el carisma es totalmente contrario a la rutina, a lo alltäglich».

Implicaciones en la Sociedad Moderna

Weber detecta que un fallo del Estado moderno es que el poder efectivo no está ni en manos del monarca ni en las del Parlamento, sino que está en la burocracia. Dado este creciente proceso de socialización y la burocratización que acompaña al desarrollo capitalista, no debe de extrañar que se produzca, como desembocadura natural, el establecimiento de un Estado socialista y una economía socializada. La alternativa es pues, o bien una burocracia subordinada al orden capitalista y el Estado de derecho, o bien una burocratización total que desemboque en un Estado socialista. O en palabras del propio Weber: «Sólo nos queda elegir entre la democracia caudillista con máquina o la democracia sin caudillos, es decir, la dominación de políticos profesionales sin vocación, sin esas cualidades íntimas y carismáticas que hacen al caudillo».

Weber va a poner sobre el tapete los problemas de la democracia, de los partidos, del Parlamento y de todas las instituciones de poder de la organización capitalista y del Estado de derecho. A esto hay que añadirle la burocratización creciente de los partidos de masas. Pues las masas, y de esto se da perfecta cuenta el sociólogo alemán, ya no pueden ser tratadas como algo meramente pasivo en cuanto a la administración, sino que su toma de posición va a afectar directamente al aparato de poder.

Así, el dirigente, elegido directamente gracias a la demagogia y a la legitimidad democrática, es el «hombre de confianza» de las masas. Ante este hecho Weber no puede dejar de ver una reinterpretación autoritaria del carisma. Este dirigente cobra toda la legitimidad y todo poder, pues es el dirigente elegido por la nación misma. Por ello dirá Weber que «desde la aparición del Estado constitucional y más completamente desde la instauración de la democracia, el demagogo es la figura típica del jefe político en Occidente».

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En Weber la democracia plebiscitaria tiene como objeto la jerarquía burocrática, pero dejándola intacta. Lo que Weber pide es un equilibrio y un compromiso con la burocratización y la democratización.

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