La Tiendita Mexican Market: Historia y Evolución

Desde mediados de la década de 1950, México asistió a una auténtica Revolución Comercial que alteró por completo las condiciones de distribución y las pautas de consumo del país.

En este artículo se pretende demostrar que la aportación de los españoles a este fenómeno resultó decisiva. La tesis que se sostiene es que las externalidades irradiadas por las comunidades de inmigrantes, articuladas como economías de enclave, las prácticas no colusivas implementadas entre las grandes empresas basadas justamente en la institución del paisanaje, y la combinación vertical, obligada por la escasa integración y la elevada segmentación regional, étnica y social del mercado mexicano, causaron tal transformación en el sector servicios.

En México el mayor cambio institucional experimentado por su economía a lo largo del último cuarto del siglo xx y principios del xxi, coincidiendo precisamente con su democratización, consistió en la formación de la gran empresa. En este trabajo se examina tal proceso desde la perspectiva de las firmas de distribución.

Los Pioneros (1921-1955)

Los españoles establecidos en México mostraron tradicionalmente vocación por los negocios de los abarrotes. Pero conviene no menospreciar estos pequeños locales, en tanto que acabarían por alumbrar lo que conocemos propiamente por supermercados; es decir, un establecimiento donde el cliente tomase de los anaqueles los productos que pagaría en una única caja registradora con independencia de su naturaleza, nacidos en Estados Unidos en 1880 de la mano de Atlantic & Pacific Tea Co.

Su precedente más remoto se encuentra en las denominadas «tiendas de abarrotes al por mayor», existentes ya en México en vísperas de la Revolución. Se trataba de primitivos cash & carry que servían a tiendas más diminutas, hoteles y restaurantes, cuyo equivalente en Estados Unidos serían los denominados grocery stores.

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Ya en 1921 los hermanos Azcúnaga organizaron propiamente el primer supermercado de México en Monterrey. Sin embargo, la crisis de 1926 y la depresión iniciada en 1929 disuadieron nuevas iniciativas en el sector. El abastecimiento siguió, pues, en manos de los abarroteros españoles, en algún caso, como en la Ciudad de México, agrupados en fideicomisos, lo que originó enormes carestías que ni siquiera el presidente Cárdenas, con la Ley anti-monopolios de 1932, pudo abortar, debido a la fortaleza de esos acuerdos entre comerciantes minoristas.

La oportunidad para los modernos supermercados llegó una vez concluida la II Guerra Mundial, durante la cual los hombres de negocios mexicanos amasaron considerables fortunas proveyendo de alimentos, uniformes y material diverso al Ejército estadounidense. La excepcionalidad bélica se prolongó en los años de la guerra de Corea (1950-1953).

Estos primeros locales no estuvieron vinculados al capital español, salvo El Sardinero, organizado por el santanderino Jesús Fernández Torres, establecido en México en 1930, y el de los hermanos Francisco y Estanislao Blanco, en 1943, originariamente comerciantes de tejidos.

En 1947 la firma Garza y Valdés formó en Monterrey con los recursos obtenidos en la venta de llantas importadas de segunda mano la cadena Sumesa (Supermercados S.A.).Simultáneamente nació en Tijuana, Calimax, merced a la resolución de Baraquiel Fimbres Durazo, un agricultor sonorense educado en Estados Unidos, y a las franquicias arancelarias que procuraba la frontera. Pero, en rigor, no eran supermercados, sino, todo lo más, tiendas de abarrotes organizadas como autoservicios.

La Formación del Oligopolio Español Capitalino, 1956-1963

Estas firmas no irrumpieron en el mercado hasta los años inmediatos a la devaluación de 1954, cuando México inicio su «milagro económico», tutelado por la política estabilizadora de los Gobiernos priistas.

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Su surgimiento obedeció a las nuevas exigencias de distribución de alimentos elaborados producidos a gran escala por empresas como Bimbo (pan de caja), Jumex (jugos y conservas), Valle (arroz, semillas y gramíneas), Patrona (aceite) o Modelo (cerveza). Los comerciantes españoles dieron respuesta a esta necesidad de transformar los canales de distribución y los puntos de venta tradicionales que sus connacionales habían creado en el pasado.

El origen español no era el único vínculo que les unía. Todos ellos se habían adiestrado antes en los cursos que, desde 1893, impartía en Ohio la National Cash Register Company (1879), de los hermanos Patterson.

Los pioneros fueron los hermanos Arango, hijos de Jerónimo Arango Díaz (Zorrina, Villasón, Asturias, 1899), emigrado a Tampico en 1913. Tras una estancia en Estados Unidos, a sugerencia de su tío (canónigo de la Catedral de Oviedo), para aprender contabilidad e inglés, el primero de los Arango pasó a trabajar en una compañía petrolífera con sede en la capital de Tamaulipas y desde 1926 en su propia empresa abarrotera. Poco después casó con Luisa Arias, procedente de una acomodada familia habanera de raíces asturianas.

El matrimonio abandonó el país en 1932, obligado por la mencionada beligerancia contra los españoles. Pero regresó a México 2 años más tarde, ahuyentada por la Revolución de 1934, para establecerse ahora en el Distrito Federal. Allí se empleó Jerónimo en la fábrica textil Aurrerá, levantada en 1921 por los hermanos Ignacio, José y Antonio Goyarzu, también dueños de una planta de tejidos de algodón en El Ángel. En 1940 Arango compró ambas factorías e integró verticalmente la confección, tras instalar nueva maquinaria adquirida en Boston y Milán. Su ímpetu inversor le convirtió en el mayor productor de México y en el principal suministrador de uniformes al Ejército de Estados Unidos.

Como él, quiso Jerónimo que sus hijos varones (Jerónimo, Plácido y Manuel), involucrados paulatinamente en la empresa, recibiesen una esmerada educación en el Colegio Lasallista. Los conocimientos económicos y directivos los recibieron en Estados Unidos, en el Lawrence College of Appleton, Wisconsin. Su formación pasó también por estancias ocasionales en España.

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Obligado por la recisión que, a corto plazo, causó la mencionada devaluación de 1954, Jerónimo Arango hijo viajó a Estados Unidos para sondear nuevos negocios. De allí volvió en 1956 con el proyecto de montar una tienda de descuento similar a la de E. J. Korvette de Nueva York, en activo desde 1948.

En 1958 inauguró el supermercado Aurrerá, el primero en rigor de México, en Bolivar esquina con Chimalpopoca, en la colonia Doctores, en cuya explotación comprometió a sus 2 hermanos. En pocos meses Aurrerá rindió los beneficios suficientes para que los Arango comenzasen las obras de un gran centro comercial ubicado en la más selecta Avenida Universidad.

Los estudios de mercado elaborados por el agudo antropólogo y economista mexicano Jaime Litvak pautaron certeramente la línea de productos que debían ofrecer. También ha de ser atribuido su éxito tan repentino a la integración vertical de la producción de tejidos, siguiendo el modelo de las tiendas departamentales. Una agresiva política de precios, la publicidad y la aplicación de una espartana ordenación de las relaciones laborales basadas en el fordismo hicieron el resto.

El nuevo modelo de tienda ideado por los Arango no tardó en ser adoptado por otros emprendedores españoles. La teoría de la rueda del comercio detallista impuso su ley.

Carlos González Nova, hijo de un asturiano afincado en San Luis Potosí y, desde 1932, en la Ciudad de México, también amasó un enorme caudal exportando tejidos en los años de la II Guerra Mundial. Y, como los Arango, integró la fabricación con la adquisición de sendas plantas en Puebla y Coatepec (Veracruz) en 1946 y 1949, respectivamente. En 1959, junto con sus hermanos Antonio, José, Jaime y Guillermo, organizó en Venusiano Carranza el primer supermercado de Comercial Mexicana. Desde entonces y hasta 1962 la empresa se engrandeció con los nuevos centros de Insurgentes, Asturias, Pilares y La Villa.

El santanderino Ángel Losada llegó en 1923 a Apan (Hidalgo), donde dirigió la empresa comercializadora de cebada Impulsora Agrícola. En 1962, con otros accionistas españoles, montó el supermercado Gigante en Mixcoac, que pronto obtuvo una notoriedad similar a la de Aurrerá y Comercial Mexicana.

No hubo mayor conflicto entre los 3 promotores. De hecho, la condición de españoles les hermanó y evitó toda tentación de competir entre ellos. La fraternidad y complicidad llegaron a tal punto que las 3 firmas intercambiaron equipos gestores y accionistas (caso de Gigante y Comercial Mexicana), se apoyaron mutuamente en la elaboración de sus proyectos de instalación de centros comerciales, copiaron las unas de las otras sus características arquitectónicas, y se enfrentaron conjuntamente a los sindicatos cuando decidieron en 1962 abrir los domingos. También batallaron codo con codo contra los almacenes departamentales de origen francés (El Palacio del Hierro y El Puerto de Liverpool) y estadounidense (Sears o Woolworth), que llegaron a amenazar a firmas como Lewis con cancelar sus acuerdos si suministraban mercancías a los españoles. En suma, conformaron un férreo oligopolio, sustentado en el paisanaje y la comunidad de intereses.

El mercado del Distrito Federal admitía su reparto no traumático. El Ejecutivo, complacido por el abaratamiento de las subsistencias y la mejora de la distribución de alimentos que entrañaron estas empresas, después de las tensiones inflacionarias vividas hasta entonces, causadas justamente por fallos en los canales de distribución, miró para otro lado. Incluso quiso participar en este emergente negocio con una red estatal de supermercados, ligada al Instituto de la Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

La Fuerza del Norte y la Hegemonía de Aurrerá (1964-1975)

En estos años otras áreas de la República, sobre todo en los Estados del norte, disfrutaron de la mejora en las condiciones de distribución que traían consigo estas empresas. Una de ellas, Soriana, de Torreón, propia de los herederos de un castellano emigrado a Zacatecas, se incorporó al consorcio comercial español.

Pero libaneses (Antonio Chedraui Obeso), chinos (los Ley) y polacos (los Rabinovit, promotores en 1968, junto con los Hemuda y el productor de cine Miguel Moragrera, del gran espacio comercial «Plaza Patria» de Guadalajara), amenazaban respectivamente desde Veracruz, Culiacán y Jalisco con romper el equilibrio hispano cuando, no tardando, pretendiesen establecerse en el Distrito Federal.

Resultaba, pues, perentorio adelantarse a la llegada de estos nuevos competidores, cubriendo los huecos potenciales. Los Arango llevaron la batuta en esta estrategia.

En efecto, supieron anticiparse a la expansión urbanística de la capital hacia el sur con la instalación de centros comerciales en lo que entonces eran áreas inhóspitas y deshabitadas y poco más tarde mudaron en nuevos núcleos residenciales de clase alta. En estas transacciones inmobiliarias contaron con la asesoría, como no, de un español, Nemesio Díez, vinculado al Grupo Modelo.

Los Arango iniciaron en 1965 el beneficio de Superama (1965), supermercados dirigidos a los clientes más adinerados, y Bodega Aurrrerá, una tienda de descuento genuinamente mexicana caracterizada por la venta de grandes unidades en caja cerrada y empaquetado múltiple, a las clases populares.

La familia también exploró las virtudes de la integración vertical, con la explotación de una modalidad singular de almacén departamental. En 1964, y tras un segundo viaje a Estados Unidos, en este caso a California, surgió una nueva idea de negocio, allí conocido como short order: el restaurante-tienda. Nació así VIPS, cuyo primer establecimiento se ubicó en Lomas de Sotelo. La idea no era del todo original en México: tal servicio lo venía prestando en la capital de la República desde 1919 el legendario Sanborns de los azulejos, inicialmente como una botica, por una familia de Los Ángeles cuyo apellido le dio nombre. Pero los Arango, buenos conocedores del segmento «clasemediero», tuvieron la habilidad de dar a los VIPS un toque menos elitista.

Ya en 1970 los Arango organizaron Suburbia, cadena de ropa con marca propia, inspirada en los Orbachs's neoyorquinos, con la particularidad de que los clientes, a través de Banamex, podían financiar sus compras.

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