Los éxitos se le acumulan al alero estrella de Los Angeles Lakers, LeBron James, tras conocerse su elección por parte de la revista Time como el atleta del año 2020. El reconocimiento fue hecho por lo que la revista considera sus grandes aportaciones tanto dentro como fuera del campo en un año tan difícil y especial debido a la pandemia del coronavirus.
James, que sigue en su objetivo de convertirse en el mejor jugador de todos los tiempos, llevó a los Lakers a un nuevo título de campeones de la NBA, el decimoséptimo en la historia del equipo, pero el primero desde el 2010, el último que les había dado el exescolta Kobe Bryant junto al pívot español Pau Gasol. El título fue el cuarto que logró James como profesional y el cuarto premio de Jugador Más Valioso (MVP) de las Finales, primer jugador en la historia de la NBA en ganar el galardón con tres equipos diferentes. Solo Michael Jordan, con seis títulos, tiene más.
Desde entonces, James ha extendido su contrato con los Lakers, firmando uno nuevo por dos años y 85 millones de dólares, que le permitirá también tener la oportunidad de jugar junto a su hijo mayor Bronny James, que actualmente se encuentra en la secundaria.
La portada de Time con una pintura de James fue realizada por Tyler Gordon, de 14 años. James, de 35 años, ha sido una de las principales voces del deporte al hablar contra la injusticia racial y la brutalidad policial, y antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos de noviembre promovió el registro de votantes y creó la organización "Más que un voto", en un esfuerzo por combatir el sistema electoral racista y su supresión.
El grupo está formado por destacados atletas y artistas negros que utilizaron sus canales de redes sociales para alentar y educar a sus seguidores sobre cómo emitir su voto para las elecciones de este año.
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"No sólo es el mejor jugador", declaró a Time la campeona de tenis, la japonesa Naomi Osaka, quien usó máscaras en honor a las víctimas de la violencia racial durante su carrera hacia el título del US Open del pasado mes de septiembre, "sino que tiene la voz más poderosa". Por su parte, el campeón mundial de Fórmula Uno Lewis Hamilton, otro atleta que se pronunció contra la injusticia social, también le dijo a Time que "cuando vi al otro lado del charco que otro atleta de élite también estaba luchando por causas similares, supe, está bien, no estoy solo aquí".
El año pasado el premio de Time recayó en el equipo nacional de fútbol femenino de Estados Unidos tras haber ganado el título de campeonas del mundo en Francia.
LeBron James celebra este jueves 30 de diciembre su cumpleaños y lo hace manteniendo el nivel por el que es considerado un digno rival para Michael Jordan en la pelea por ser el mejor de la historia. LeBron no es su versión más dominante, aquella que se vio en los Miami Heat, ni pretende serlo.
Ha sabido entender como nadie lo que le ha ido pidiendo cada etapa de su carrera profesional y se ha ayudado de ello para ser el líder de su equipo año tras año durante casi dos décadas. Si antes siempre le seguía la denominación de alero, desde hace tiempo que se ha vuelto imposible calibrar lo que es. Durante su etapa en Los Angeles Lakers se ha visto una reinvención constante sin dejar de ser el LeBron James de siempre.
Quizás porque la figura de LeBron no se entiende sin sus mil capas que ha vestido sobre la pista. Ahora es pívot, de los que hasta hacen el salto inicial, pero hace dos años era un base puro, siendo el máximo asistente de la NBA.
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Su último partido con 36 años lo jugó durante la madrugada del martes al miércoles. Los Lakers venían de perder cinco partidos seguidos y había que acabar esa racha como fuera. LeBron, que ya se ha olvidado de sus problemas de tobillo y abdominales, volvió a liderar al equipo angelino en la victoria contra los Houston Rockets (123-132). LeBron hizo 32 puntos, 11 rebotes y 11 asistencias en su último partido con 36 años. Los 37 los celebró jugando contra los Memphis Grizzlies para, de paso, despedir 2021.
Para 2022 tiene el reto de levantar a un Lakers sumido en la mediocridad. El peligro de caer fuera de los puestos de playoffs es real, aunque el hecho de que este el play-in siempre arroja cierta tranquilidad. Pero aún así, las cosas no marchan bien en la franquicia púrpura y morada, castigada por el Covid y una lesión de Anthony Davis que supone un agujero en defensa.
Con LeBron lo único imposible en este punto parece vaticinar cuando terminará su carrera. ¿Cuando termine su contrato con los Lakers en 2023? ¿Cuando cumpla los 40 años? ¿O cuando su hijo Bronny dé el salto a la NBA como él mismo ha llegado a decir?
LeBron se va acercando a varios récords de longevidad en la NBA. Ante los Rockets alcanzó los 36.000 puntos y se sigue acercando a los dos únicos que tiene por delante en este ránking: Karl Malone (36.928) y, algo más lejos, Kareem Abdul-Jabbar (38.387). Récords tiene muchos. Siendo el más joven en la historia en llegar a las cifras redondas en puntos, desde los 1.000 hasta los 36.000.
Y si todo va según lo que dicta su forma actual, acabará llegando a las 10.000 asistencias y los 10.000 rebotes. Más lejos queda un registro que se marcó hace poco, el del jugador con más temporadas en activo en la NBA. LeBron va por la 19ª y en la 2022/2023 será el noveno en la historia en llegar a la 20ª. Luego le quedarán otras dos para igualar las 22 de Vince Carter, lo que le obligaría a llegar en activo hasta la 2024/2025.
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¿Quién lidera en la NBA? Puede ser un jugador, un entrenador, un directivo. Un jugador, Lebron. Un entrenador, Popovich, Brad Stevens. Puede serlo en unos años Luke Walton, para mi firme candidato a mejor entrenador temporada 16/17. Un directivo, Pat Riley. En la final de este año, Lebron lideró; Curry no.
Curry es muy bueno, pero no es un líder. Puede serlo Draymond Green, pero le falta un trecho, una experiencia, una serenidad. Puede serlo Pau Gasol en San Antonio, ahora que al irse Duncan, Popovich necesita dentro de la pista un quarterback, alguien que traslade capacidad de emulación.
Pau pudo serlo en Los Angeles, pero la sombra de Kobe era alargada e incluso en sus años de decadencia, tenía demasiado ego como para dejarse aconsejar. Pau ha sido un líder en el sentido más profundo y heroico del término en el inolvidable Campeonato de Europa 2015, No pestañeó. Habló lo justo. mantuvo la serenidad en todo momento. No perdió energía emocional ni concentración. Sabía cuales eran sus recursos y los optimizó sin cambiar un milímetro su capacidad para ser ejemplo. En los tiempos muertos sus compañeros le miraban entre el respeto y la admiración. habló lo justo. ESO ES LIDERAR.
Llegó a Chicago y se encontró una plantilla vendida económicamente antes de su llegada a un escolta que tiraba bien y a un base que se negaba a aceptar que había perdido el 40% de su portentosa capacidad física. Ahora, en San Antonio, no hay más que experiencia en la excelencia. LIDERAR Lebron James era un paquete de músculos y mucha prepotencia que ocultaba complejos cuando se prestó a la pamema de "voy a elegir equipo" y se fue a Miami.
Anteriormente, se reia de la oposición en temporada regular y se cagaba en Play-off... Hast que conoció a Pat Riley. Lebrón salió de Miami convertido en un líder. Lo demostró sobre todo el primer año en Cleveland que acabó en la final, pero sin título. Riley, el mejor ejemplo de traslación de entrenador de éxito con estratega detrás (Jerry West) a estratego con plenos poderes con absoluta serenidad en la ejecución de un plan meticulosos que tardó meses en elaborar y años en llevar a cabo. En el camino, enseñó a liderar a Lebron.
Parte del título 15/16 de Cleveland, se lo deben a Riley, que en Miami: 1) Elaboró un plan. 2) Convenció a a tres jugadores, sus egos y ambiciones económicas,Lebron, Bosh, Wade, para que cediesen como gallos y en sus ganancias. Algo nunca visto en la historia de la NBA. 3) Eligió entrenador para llevar a cabo la estrategia de juego. 4) Concilió, calmó, integró voluntades, roces, dudas. Popovich ha liderado un proyecto de largo aliento que dadas las características de su franquicia, ha tardado años en florecer.
Dos generaciones de jugadores, exactamente. Luego, el éxito del propio modelo le dió la extraordinaria ventaja de la credibilidad por obra bien realizada. Ahora, no hay un solo jugador NBA que no quiera jugar en un equipo de Popovich. Liderar es una compleja tarea que requiere años de trabajo, de experiencia, de respetar y que te respeten.
Sí, ya sabemos, Akiles es indestructible, exceptuando una parte del pie; un guerrero como no ha habido, pero... Ulises era un líder. Te metes en un barco para ir a casa que es una isla, peleado con Poseidón que tratando a tu nave como una cáscara de nuez, te va llevando de mal a peor durante diez años... Pero al final llegó a Ítaca. LIDERAR.
Los récords que consagran a LeBron James como leyenda NBA confirman una verdad indiscutible: el alero ya pertenece al Olimpo del baloncesto. En más de dos décadas de carrera, el jugador ha superado cada barrera estadística y ha convertido la constancia en su principal marca personal. A lo largo de su trayectoria, LeBron James transformó la historia de la liga con una colección de marcas que desafían el paso del tiempo.
Estos datos demuestran un dominio integral del juego. El jugador de los Lakers influye en cada faceta: anota, defiende, asiste y lidera con una visión que redefine el concepto de jugador completo. LeBron James no solo domina las cifras: cambió el significado de ser una estrella en la NBA. Su liderazgo se extiende más allá del deporte, con iniciativas sociales y un compromiso activo con su comunidad. Su influencia definió una época y marcó la identidad de la liga durante más de veinte años.
LeBron James lleva años pareciendo engañar al padre tiempo. LeBron James lleva años pareciendo engañar al padre tiempo. Su físico entraba en la mitad de la treintena sin dar ni una pista de envejecimiento y solo perdía en la comparación con absolutos portentos o con su propia cima atlética. Una de las más insultantes que haya conocido el deporte. Hoy día sus atributos siguen siendo impensables para alguien que cumplirá 38 años en pocos días. Pero parece obvio que su declive se ha saltado un par de escalones en los últimos tiempos. Y él mismo lo sabe.
Preguntado por cómo está adaptando su juego a las limitaciones de su cuerpo LeBron lo tiene claro: «No necesito ser un atleta extraordinario para ser efectivo». Uno de los principales achaques de la edad son las lesiones que James ha sufrido desde su llegada a los Lakers, prácticamente inexistentes en sus anteriores etapas. Este año mismamente se ha perdido ya seis encuentros y, aunque las cifras sigan siendo absoluta élite, estas llegan cada vez más desde el exterior que desde la zona, cortijo tradicional del alero.
«Los primeros 12 años de mi carrera fui un atleta sobrehumano y no podría ser tan eficiente como lo soy en el baloncesto actual. Simplemente puedo salir ahí y encontrar soluciones, soy lo suficientemente inteligente», argumentaba el Rey.
Otra de las cuestiones que produce este tema es la toma de testigo que los Lakers planearon para Anthony Davis ya en el año del anillo. Con un AD dominante como el de aquel 2020 el envejecimiento de LeBron sería más llevadero. Sin embargo, el interior nunca ha llegado a tomar todos los galones deseables, y el curso pasado directamente protagonizó una de las peores temporadas de su carrera en juego y carácter, además de quedar truncada por las lesiones. Otro gallo canta este curso, en el que Davis ha dado varios pasos adelante para paliar la baja de James y ha continuado con su idilio una vez este ha regresado. Ante las preguntas sobre la compatibilidad de la mejor versión de ambos, LeBron sonreía incrédulo.
«Hemos ganado un anillo juntos. No necesito tener conversaciones con él sobre su juego cuando he vuelto. Me puedo adaptar y seguir dándole el balón», decía franco.
Uno de los temas que nunca pasan de moda es el del liderazgo, ese gran hombre o esa gran mujer que dejan una huella indeleble en su paso por el mundo y que son admirados, envidiados, seguidos e imitados por millones de personas.
La elección de LeBron James, el jugador de baloncesto estrella de la NBA no la hemos hecho nosotros, sino la prestigiosa revista Fortune que colocó en el puesto número 31 a este líder que arrastra masas y pasiones. Según Fortune James destaca sobre todo por su intensa labor a favor de los derechos de los animales, sus campañas de concienciación social sobre las especies en peligro de extinción o el comercio ilegal de marfil, etc.
¿Es Lebron James el mejor líder de la historia de la NBA? La pregunta tiene su miga ya que por muy plagada de jugadores carismáticos y capaces de elevar el nivel de sus compañeros que haya estado esta liga, pocos se recuerdan con la generosidad y la capacidad innata para dotar a todos los miembros de su equipo de un ecosistema idóneo para que eleven su nivel a un estatus superior y se vean involucrados en la búsqueda de la gloria. Junto a Lebron la mayoría de jugadores alcanza un estatus superior en su juego, sale de su zona de confort por la exigencia enorme de uno de los mejores de la historia y acaba sabiéndose importante de un proyecto ilusionante.
"La energía que se respira en estas primeras sesiones de la pretemporada es muchísimo mejor que la del año pasado. Acabamos la burbuja absolutamente agotados a nivel físico y mental, no pudimos celebrar como se merecía el anillo y cuando volvimos a preparar la nueva campaña. no estábamos preparados", afirmó con la voz ronca un hombre que no paró de dar indicaciones y tratar de cohesionarse con los técnicos para mostrar a las nuevas piezas cómo quiere que se juegue.
El mismo Frank Vogel destacó la importancia de tener tan comprometido y con tanta capacidad de liderazgo a Lebron James. "Absorbe perfectamente todo lo que le decimos desde el cuerpo técnico y da un ejemplo inmejorable a los compañeros. Todos han entrenado muy duro en estas sensaciones y eso es una señal magnífico del talento y actitud que tenemos en el equipo.", comentó el entrenador, antes de que un veterano como Rajon Rondo rindiera pleitesía a Lebron James. "Todos los equipos en los que ha jugado estuvieron en la cima, marca la pauta y nadie quiere quedarse atrás.
Agigantar la grandeza de una carrera ya legendaria no es sencillo, pero el cuarto título de campeón para LeBron James, esta vez con los Lakers, le hizo inaugurar una categoría hasta la fecha sin precedentes. James es el primer jugador de la historia que gana al menos un campeonato y es elegido MVP de las Finales con tres franquicias diferentes.
El ocaso parece aún lejano para un hombre que, cerca de cumplir 36 años y acumulando un volumen de cancha monstruoso en su carrera, representa una de las cimas históricas del juego durante una fase de madurez personal que le convierte no solo en referente sobre la pista, sino también en ejemplo de liderazgo deportivo y en icono social, como punta de lanza en la lucha por fomentar la igualdad de derechos y oportunidades.
El éxito arranca, a menudo, en sitios inesperados. En momentos que no deberían significar tanto y sin embargo lo hacen. El caso angelino fue uno más. Juntar a dos superestrellas de tal calibre debía cambiar radicalmente el rumbo de un equipo que acumulaba seis años consecutivos sin pisar la fase final, la peor racha en la historia de una franquicia no precisamente acostumbrada a estar lejos de los focos: la única vez que los Lakers se perdieron dos veces seguidas los Playoffs fue a mediados de los setenta.
Sin embargo, tanto Pelinka -durante muchos años agente de Kobe Bryant- como James -con una carrera ya plagada de experiencias- bien sabían que contar con el talento es solo la primera parte de la historia. Y que para llevarla a un final feliz es necesario establecer química entre esos gigantes deportivos, que deben establecer un vínculo, una conexión real, sobre la cancha.
James y Davis compartían agencia de representación (Klutch Sports) pero LeBron prepararía personalmente el escenario para llevarlo a otro nivel. Arrancando el verano, ya confirmado el aterrizaje de Davis en California, James invitó a cenar a su nuevo compañero a uno de sus sitios favoritos en Los Angeles. James era un habitual del lugar, hasta el punto de que el jefe de cocina solía preparar, como guiño a su figura, un plato fuera de carta, una pizza con queso de oveja, cada vez que LeBron se acercaba. Pero aquella noche el protagonista iba a ser Davis.
Finalizando la cena, una en apariencia informal, LeBron sacó una tarjeta y se la entregó. Davis frunció el ceño, sin llegar a entender lo que pasaba, cuando leyó el mensaje de aquella nota, en la que finalizaba llamándole ‘bro’, un apelativo demasiado cercano considerando que ella y Savannah -la esposa de James- no habían tenido gran trato. Pero aquello era el cebo, un detalle que servía como previa al principal.
Primero porque la nota se cerraba firmada con un ‘King James #6’. Nada casual. Era una camiseta de los Lakers, con el #23. “Es tuyo”, le dijo James. Lo primero que pensó Davis, reconocería después al insider Dave McMenamin, fue que aquello sería una camiseta del propio LeBron, firmada. La inocencia le traicionó, el detalle iba mucho más allá. Cuando quiso dar la vuelta a aquella camiseta, comprobó cómo el 23 iba acompañado por el nombre de Davis. Entonces lo entendió.
LeBron decidió en su día llevar el 23 en los Lakers pero sabía que aquel era también el número de Davis, el que había llevado en la universidad (Kentucky) y el que había mantenido toda su carrera NBA (New Orleans). “Fue un momento muy especial”, contaría Davis, que comprendía cómo LeBron le daba la bienvenida de una forma integradora, invitándole a construir el éxito juntos, no haciéndole sentir como su escudero sino como un igual. Es justo lo que buscaba LeBron.
Davis aterrizaba sin apenas experiencia en la fase final pero James se encargó de hacerle ver que su sitio no estaba por debajo. Resulta complejo, por no ser algo tangible y a menudo ni a la vista, conocer hasta qué cuota el liderazgo marca el camino colectivo. Pero lo difícilmente debatible es que lo que hace. James predicó con el ejemplo desde el primer día del ‘training camp’ -impactó a Frank Vogel su recuperado compromiso defensivo-, desde el primer entrenamiento en la ‘burbuja’ tras el parón -su forma física y ambición marcó a los compañeros- y cargando sobre su espalda el peso de los suyos cuando hubo que afrontar dificultades.
Sobre la pista, desde fuera llega a ser incluso difícil entender tal despliegue atlético, inalterable en el fondo y abrumador en las formas, para un hombre ya camino de los 60.000 minutos de carrera (solo Abdul-Jabbar y Malone acumulan más en la historia de la NBA). James es como un purasangre que nunca envejece. Ni siquiera el minucioso control al que somete su cuerpo, en materia nutricional, de entrenamiento y recuperación, lo explica por completo. LeBron gasta en torno a un millón y medio de dólares al año en conseguir que su cuerpo siga siendo la mejor máquina imaginable. Pero si en transición es una estampida, a media pista es un superordenador.
James ejerce un control absoluto de situaciones de partido, tanto propias como ajenas, lo que le permite entender el juego a un nivel difícilmente alcanzable para el resto. Porque su rol de generador en los Lakers, en realidad el mismo que ocupó durante toda su carrera solo que sobredimensionado por las circunstancias de la rotación, es el que más y mejor traslada su concepción del baloncesto: es un especialista en crear ventajas desde un prisma colectivo.
James acabó liderando a su equipo en las Finales de la NBA, ante Miami, en puntos, rebotes y asistencias, algo que ha conseguido ya antes y que recuerda, una vez más, su impacto a todos los niveles en cancha. Su acierto en el lanzamiento exterior (2.5 triples por partido en las Finales, por encima del 41% de acierto) constata, para colmo, que su única kryptonita posible ha sido aniquilada a base de trabajo, conocimiento y determinación. Sobre la pista no hay nada que James no domine.
El éxito atrae, no obstante, juicio masivo. Y en el caso de LeBron eso supone el recurrente regreso del eterno debate sobre el más grande de la historia, uno en el fondo tan imposible de cerrar -por la complejidad de poner en paralelo épocas y baloncestos diferentes- como irresistible de abrir -por la innegable atracción humana por la comparativa y el morbo-.
Sí resultaría necesaria en todo caso, y aunque resulte arduo lograrlo en una época de fuerte polarización y alarmante ausencia de término medio, observar esos debates con la perspectiva histórica que realmente tienen sus protagonistas. Es decir, desligarlos de todo fondo destructivo y no constructivo, alejarlos de la narrativa que pretenda hacer a ciertas leyendas mundanas con el único y perverso fin de aumentar el valor de una sola.
Así en el debate con Michael Jordan, como en todo aquel que incluya igualmente a Kareem Abdul-Jabbar o Bill Russell, por citar tres ejemplos de máxima dimensión, lo único condenable vendría a ser la renuncia voluntaria -por una u otra parte- a valorar lo ajeno, el cerrar los ojos por deseo propio ante cualquier realidad que pueda acontecer y poner en riesgo el predominio de la preferida.
Por ello en toda era, especialmente en tramos de confrontación, siempre será interesante apostar por valorar mucho más que enfrentar. Y es que en el fondo uno de los peores defectos humanos sigue siendo, casi inalterable al paso del tiempo, no ser capaz de reconocer la grandeza, la historia con mayúsculas, cuando esta tiene lugar ante sus ojos. De ese modo, y sea cual sea su escalafón histórico, el lugar de James quizás debiera ser la retina en nuestros ojos y un espacio en nuestra memoria. A salvo.
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