Esta es una pregunta que muchas personas se hacen hoy en día, especialmente aquellas que están considerando la idea del emprendimiento como opción profesional. Responder a esta pregunta no es un tema trivial puesto que en ella se encuentran contenidos los sueños y las esperanzas de muchas personas.
Albert Einstein nos enseñó que para encontrar una respuesta a ciertas preguntas, es necesario considerarlas en un contexto o paradigma diferente a aquel en el que son formuladas. En nuestro caso, podemos ampliar el contexto y preguntarnos si una persona es o deviene, nace o se hace. Y aquí es donde José Ortega y Gasset acude en nuestra ayuda para responder: La persona nace y se hace.
El papel de los rasgos de personalidad
¿El emprendedor nace o se hace? El emprendedor nace en el sentido de que hay determinados rasgos de personalidad que favorecen la actividad emprendedora: iniciativa, creatividad, capacidad de comunicación y de “vender”, resolutividad, empatía, capacidad de liderazgo, enfoque a resultados, visión de oportunidades, flexibilidad o tolerancia al riesgo y a la incertidumbre por mencionar unos cuantos.
Todos conocemos a personajes como Steve Jobs o Bill Gates a los que podemos calificar de individuos que personifican el espíritu emprendedor. Pero no hemos de dejar de lado el hecho del lugar en el que nacieron: Estados Unidos y del ambiente que rodeó su desarrollo desde su infancia. ¿Steve Jobs hubiese sido Steve Jobs si hubiese nacido en una cultura que no hubiese tenido el emprendimiento en su ADN? No se sabe pero probablemente no.
Por lo tanto, si te estás planteando emprender, más que hacerte la pregunta: ¿tengo el perfil emprendedor? Te sugiero que te hagas esta otra: ¿qué necesito aprender para emprender con éxito?
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El ecosistema emprendedor y la experiencia
Nadie duda que el ecosistema emprendedor español goza de una madurez ganada a pulso durante la última década. Pero ¿cómo son los fundadores de éxito? ¿Qué características comunes mantienen que los identifica?
El informe Founder Pathways in Spain es un análisis exhaustivo de las trayectorias profesionales de cien fundadores de las scaleups más destacadas de España y desmonta un falso mito que puede llevar a grandes desilusiones por parte de los emprendedores principiantes: "La gente quiere crear una empresa a los 19 años y convertirla en unicornio a los 25. Es la reflexión del emprendedor en serie Pablo Fernández, impulsor de Clicars, Clidrive y Clikalia.
La primera es la sólida formación académica que atesoran. En segundo lugar, no sólo gozan de un férreo conocimiento, sino que, además, lo han adquirido mayoritariamente en universidades españolas. Por último y, en tercer lugar, estos perfiles se forjan con el paso del tiempo y una dilatada experiencia previa. Todos ellos exhiben una extensa experiencia profesional cada vez más internacional.
"Siendo realistas, se tarda mucho más en alcanzar el éxito. Mi camino empezó cuando tenía 34 años y sólo alcancé el éxito más tarde. "Trabajar en una startup reforzó mi percepción del tipo de cultura o entorno laboral en el que podía prosperar. Para mí, se trataba de trabajar para un propósito relevante en el que se promoviera el empoderamiento y la innovación.
Algunos de los datos más destacados en esta línea apuntan a que más de la mitad de los fundadores trabajaron en o fundaron previamente otras empresas de alto crecimiento, un tercio de las cuales alcanzaron el estatus de unicornio. En estas experiencias, los fundadores ocuparon puestos directivos donde desarrollaron capacidades estratégicas y operativas clave.
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El estudio muestra una clara evolución tomando 2014 como punto de inflexión. También se detecta una mayor experiencia internacional, pues el 65% de los fundadores recientes ha trabajado en el extranjero -frente al 37% en generaciones anteriores-.
«Hace quince años, cuando empezó el emprendimiento tecnológico en España, muchas personas con talento y empuje habían trabajado en consultoría estratégica. Ahora ése es sólo uno de los muchos caminos. Se trata de venir de entornos exigentes, de alto ritmo, de alto aprendizaje y que inviten a la reflexión, ya sean otras startups, consultoras o empresas. Este círculo virtuoso demuestra cómo el ecosistema español ha madurado.
El factor genético y psicológico
El emprendedor, ¿nace o se hace? Según un estudio de Scott Shane, profesor de la Case Westenr Reserve University, la genética afecta sin duda a nuestra vida profesional. Pero los genes también pueden influir en nuestra decisión de elegir una carrera u otra o en nuestras capacidades y habilidades a la hora de trabajar.
La genética determina en gran medida nuestra inteligencia o personalidad y en el hecho de que veamos la vida con una perspectiva más positiva o negativa. Francis Galton, primo del conocido Darwin, fue el padre de la psicología diferencial.
En CEIN somos conscientes de la relevancia que tiene el emprendedor como persona en el desarrollo de un proyecto empresarial y es por ello que trabajamos para que los emprendedores sean conscientes de sus fortalezas y de aquellas áreas que tienen que reforzar.
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¿Cómo se ve el talento desde el punto de vista del inversor?
¿Qué diferencias hay entre los diversos ecosistemas emprendedores? "Por nuestra experiencia, por cada 10 empresas en las que invertimos, hay 2 que hagamos lo que hagamos fracasarán. Hay 2 más que independientemente de lo que hagamos tendrán éxito.
Agell ha subrayado que "Europa tiene mucho talento" y ha puesto el énfasis en que "empezamos a tener los ingredientes para ser una fábrica de emprendedores pero todavía hay mucho trabajo por hacer". El socio de Pear VC ha asegurado que, para ser un buen emprendedor, tienes que "rodearte de gente mejor que tú, leer mucho y buscar un coach o mentor". José Luis Agell también ha hablado de qué buscan los inversores en los emprendedores, apuntando a "la resiliencia o capacidad de superar obstáculos, un sesgo hacia la acción y la narrativa".
Más de la mitad de los proyectos emprendedores fracasan por la personalidad de las personas que los llevan a cabo. En los últimos años, los estudios sobre la capacidad emprendedora han incluido las características psicológicas de las personas que emprenden. La actitud emprendedora es la conducta de administrar los recursos para generar unos resultados, según la actividad en que se desarrolla.
Para que un proyecto empresarial tenga éxito es necesario conocer las competencias emprendedoras de la persona o personas que van a estar al frente del mismo. En numerosas ocasiones se ha comprobado que una misma idea empresarial puede ser un éxito o un fracaso en función del emprendedor que la ponga en marcha, encontrándose así con personas que pueden convertir en éxito casi cualquier proyecto que inicien.
Si pensamos que el emprendedor “nace, no se hace”, cualquiera que reúna las características adecuadas está prácticamente predestinado a ser emprendedor y a la larga, un empresario. Sin embargo, lograrlo está en función del contexto que le rodee y la influencia de factores culturales, económicos, sociológicos y psicológicos.
En este sentido, la formación tiene un papel clave en el desarrollo de las competencias emprendedoras. Un ejemplo son los grados universitarios de EDEM. Como muestras estos dos posts: uno sobre alumnos del Grado ADE y otro de estudiantes del Grado en Ingeniería que también se han decidido por emprender y desarrollar su propio futuro.
Rasgos de personalidad y comportamiento emprendedor
Si los emprendedores son necesarios para asegurar el desarrollo económico, es importante considerar cómo se pueden identificar. Los determinantes importantes del comportamiento emprendedor son los rasgos de personalidad que presentan los individuos. El siguiente paso es preguntar cuáles son estos rasgos de personalidad.
Aquí, es necesario considerar que sólo aquellos rasgos que han tenido fuertes argumentos científicos pueden ser considerados como integrantes de la personalidad emprendedora. Por fortuna, la literatura ha empezado a converger en un grupo determinado de rasgos y en el que, en mayor o menor medida, están de acuerdo los investigadores.
- Locus de control interno alto: Las personas con un locus de control interno alto piensan que ellos son capaces de controlar los resultados, por lo que dedicarán más esfuerzo y persistencia hacia los resultados deseados, lo que, a su vez, debería ayudar a iniciar una aventura empresarial y a mantenerla exitosamente. Por el contrario, las personas con locus de control externo pueden ser más pasivas. Si uno piensa que no es capaz de controlar los resultados, no tiene razones para cambiar activamente su entorno y comenzar un negocio.
- Autoeficacia: La autoeficacia se refiere a la convicción de que uno puede organizar y ejecutar efectivamente acciones para producir unos resultados. Refleja la percepción para realizar un trabajo o tarea concreta. La autoeficacia afecta a la elección de la acción y a la cantidad de esfuerzo ejercido. La gente evita carreras y ambientes que exceden sus capacidades y emprenden vocaciones para las que se juzgan capaces. La iniciativa empresarial conlleva importantes riesgos y dificultades, por lo que parece claro que los emprendedores necesitan altos niveles de autoeficacia. Dado que la autoeficacia predice la perseverancia ante dificultades y la efectividad personal, también se relaciona con la actividad emprendedora.
- Propensión al riesgo: Los individuos con puntuaciones altas en esta dimensión, estarán inclinados a comportamientos de alto riesgo, es decir, considerarán las alternativas cuyas consecuencias finales puedan alejarse de su marco de expectativas de resultados. Por su parte, los sujetos con baja propensión al riesgo, tenderán a comportamientos de bajo riesgo, y evitarán las alternativas que puedan causar resultados que varíen mucho de sus expectativas. Es obvio que la actividad emprendedora implica, por definición, asumir riesgos de algún tipo. La propensión al riesgo es, junto con la proactividad y la innovación, una de las tres dimensiones de la llamada orientación emprendedora. En este marco, la propensión al riesgo se refiere a la disposición del sujeto a comprometerse con oportunidades bajo posibilidades de fracaso. La tolerancia y actitudes positivas hacia el riesgo predicen la formación de intenciones emprendedoras.
- Proactividad: Esta se refiere a la tendencia a iniciar y mantener acciones que directamente cambian el ambiente circundante. Las personalidades proactivas identifican oportunidades y actúan sobre ellas, muestran iniciativa, realizan acciones directas y perseveran hasta que consiguen un cambio significativo. En contraste, las no proactivas fracasan en identificar y actuar sobre las oportunidades para cambiar cosas. La proactividad implica un énfasis en anticipar y prevenir problemas antes de que ocurran y una orientación a la acción que incluye una interpretación creativa de las normas y un alto nivel de persistencia y paciencia para operar el cambio. La proactividad es otra de las dimensiones indispensables en la denominada orientación emprendedora, lo que supone perseverancia, adaptabilidad y disposición para asumir la responsabilidad ante el fracaso. También se ha confirmado la relación entre la personalidad proactiva y el comportamiento emprendedor, tanto en empresas ya creadas como en la población general.
El emprendedor y la formación continua
El emprendedor se enfrenta a innumerables obstáculos que pasan por la falta de cultura emprendedora, falta de recursos y falta de conocimientos y consecuentemente inseguridad en el terreno empresarial. Todo esto constituye un reto permanente para los emprendedores, que se puede y se debe apoyar en la formación continua. Lo que sí está claro es que los emprendedores y su personalidad, son claves para la economía.
Durante los últimos cinco años, múltiples estudios han indicado que es probable que exista el llamado “gen emprendedor”: personas con ciertas características genéticas y una personalidad magnética, que gracias a sus capacidades poseen más posibilidades de convertirse en emprendedores con éxito. Existe una gran división de opiniones entre los expertos en la materia.
Algunos afirman que hay personas que nacen para ser los lobos de la manada, son simplemente líderes natos que piensan a lo grande, desechan sus miedos y muestran una gran confianza en sí mismos. Para otros, esta capacidad de dirigir equipos, se basa en un buen aprendizaje y en contar con buenos mentores y buenos equipos que apoyen una estrategia bien planteada.
Pero no es tan fácil como ambos puntos de vista apuntan. Si existiera un gen, y fuera algo innato, los emprendedores no se tendrían que esforzar nada, estaría todo hecho. Es cierto que algunas personalidades son más afines al emprendimiento. Lo más importante es fijarse en la personalidad de alguien y su forma de afrontar los peligros. Pero esto no quiere decir que sea todo genética, es la mezcla de experiencia, conocimiento, observación y ambiente lo que hace a un emprendedor ser emprendedor.
El amor por los riesgos es lo único que no se puede enseñar y que está dentro de cada persona. Existen cursos para emprendedores e incluso hay jefes que tienen capacidad de enseñar a sus empleados a ser buenos líderes. Con buenos mentores las personas pueden sentir amor hacia el emprendimiento, no es necesario aprender a amar los riesgos. Emprender es maravilloso. Tienes la oportunidad de trasladar al mundo real lo que comenzó siendo sólo una idea dentro de tu cabeza.
La realidad del emprendimiento: datos y estadísticas
La realidad es mucho más cruda que estas promesas. En 2023, según los datos del informe elaborado por Global Entrepreneurship Monitor (GEM España), el 13,5% de la población adulta en España está llevando a cabo actividades de emprendimiento, más o menos la mitad de ellos se corresponden con proyectos de menos de tres años y medio y la otra mitad a proyectos consolidados.
Pero, además, según datos de Eurostat y un informe de Cepyme (Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa), el 61,5% de las empresas creadas en España no superan los cinco años de vida, y un 25,7% de las nuevas empresas en España desaparecen en el primer año de su creación.
Pero, ¿cualquiera puede ser emprendedor? Técnicamente sí, solamente hace falta ir a la Seguridad Social y darse de alta como autónomo. Pero conseguir sacar adelante un proyecto con garantías es algo mucho más complicado. Lo cierto es que el resultado de quiénes somos depende mucho menos de nosotros de lo que nos gustaría.
La influencia de la genética y el ambiente
Pero vayamos a la base de lo que nos construye como seres humanos. En primer lugar, tenemos que hablar de genética. Los seres humanos tenemos aproximadamente 20.000 genes que codifican en mayor o menor medida las capacidades que nos facilitan o nos dificultan la vida a la hora de emprender.
Por ejemplo, si queremos saber qué influencia tiene la genética en la inteligencia general, mediremos mediante tests esta aptitud en un grupo grande de mellizos y gemelos. Si la diferencia es más pequeña en el grupo que comparte el 100% de la carga genética que en el grupo que comparte de media el 50%, podemos asumir que la genética tiene un papel fundamental.
Katherin Harden Page, directora del laboratorio de Genética Conductual del Desarrollo de la Universidad de Texas, analizó los datos del estudio de Polderman para algunas medidas interesantes para este artículo y concluyó que la influencia de los genes en la inteligencia general de un adulto se estiman en en torno a un 80%. Además, esta influencia ya se manifiesta a edades muy tempranas, en torno a los dos años. Pero los estudios van más allá.
Sin duda no somos tabulas rasas, cada uno venimos con unas cartas genéticas que nos facilitan o nos dificultan la adaptación al medio emprendedor. Pero, ¿los genes son determinantes? La respuesta es un rotundo no. La genética sólo es una predisposición. El contexto y la interacción con este son la otra gran cara de la moneda de lo que nos construye como personas.
A nivel de emprendimiento es fácil pensar en que nacer en una familia que tiene negocios nos facilita el acceso a información que hace que sea más fácil poner en marcha nuestros proyectos. Es lógico entender que acudir a una prestigiosa universidad nos pone en contacto con personas con nuestras mismas inquietudes que, años más tarde, se pueden convertir en amigos, socios o consultores.
Papageorge y Thom publicaron un estudio en 2020 en el que evaluaron la influencia del medio y de la genética en el éxito académico. Para ello utilizaron lo que se denomina índices poligénicos, modelos para tratar de predecir en qué medida cada una de las combinaciones genéticas influye en un determinado rasgo. Los resultados fueron demoledores.
Pensemos en el ambiente como el suelo en el que crece una planta. Si tiene los suficientes nutrientes los genes se manifestarán y habrá diferencias en los fenotipos de las mismas, pero si carece de ellos las plantas se igualarán a la baja. En 2007, se publicó un estudio en la revista Nature en el que Nelsos y sus colaboradores evaluaron los cocientes intelectuales de los niños que habían sido adoptados frente a los que habían crecido en dichos hospicios.
En la misma línea, hay ciertas experiencias al inicio de la vida que tienen un impacto en el desarrollo y funcionamiento de la corteza frontal. A su vez, ciertas experiencias en la adolescencia también pueden marcar un punto de inflexión en el desarrollo y funcionamiento normal del cerebro, como por ejemplo la inestabilidad social en este periodo (Breach, Moench, & Wellman 2019). Pero también padecer ciertos trastornos mentales afectan al funcionamiento óptimo de las áreas frontales del cerebro.
Por poner ejemplos de algunos estudios: la depresión (Belleau, Treadway, & Pizzagalli 2019), el trastorno de estrés post traumático (Mah, Szabuniewicz & Fiocco 2016), la anorexia nerviosa (Alfano y colaboradores 2020), la bulimia nerviosa (Donnelly y colaboradores 2018), la dependencia del alcohol (Shields, C. N., & Gremel, C. M.
Conclusión: ¿Nacemos o nos hacemos emprendedores?
Según los datos de los estudios científicos podríamos afirmar que el emprendedor por un lado nace y por otro lo hacen. Si dos gemelos genéticamente idénticos tienen la misma familia, van al mismo colegio y crecen en el mismo barrio, lo esperable es que obtengan los mismos resultados. En este caso el coeficiente de libre albedrío sería 0. Un coeficiente de libre albedrío de 1 sería el equivalente a que las diferencias en las puntuaciones entre hermanos iguales que han crecido juntos son similares a las diferencias entre dos personas que no comparten ni genética ni ambiente.
Siempre habrá un día que uno de los dos hermanos se ponga enfermo y no vaya a la escuela. Estos pequeños cambios pueden suponer diferencias más o menos pequeñas en diferentes variables. Por ejemplo, cuando medimos las diferencias de altura entre gemelos el coeficiente de libre albedrío es de 0,15. Todos sabemos que de padres altos, niños altos. Si están en un ambiente en el que se les proporciona una correcta alimentación, los gemelos tenderán a tener más o menos la misma altura. Pero es que el coeficiente para los ingresos durante 20 años es de 0,4, más o menos la misma probabilidad de desarrollar una depresión.
Emprender es un reto constante: es enfrentarse a problemas nuevos cada día en un entorno que cambia cada vez con más rapidez. Es una aventura para la que debemos contar con muchos recursos en la mochila. Que vayamos más o menos preparados para el camino que tenemos delante depende en gran medida de cuestiones que no elegimos. El emprendedor nace con una predisposición, y el ambiente la cincela.
| Factor | Influencia |
|---|---|
| Genética | Predisposición a ciertos rasgos y habilidades |
| Ambiente | Desarrollo y manifestación de las capacidades |
| Formación | Adquisición de competencias y conocimientos |
| Experiencia | Desarrollo de habilidades estratégicas y operativas |