Cada domingo y festivo, las calles del barrio de La Latina se llenan de vida con uno de los mercadillos más emblemáticos de Europa: El Rastro de Madrid. Este mercado al aire libre, que se celebra desde hace más de 400 años, es un símbolo del alma castiza de la ciudad.
El Rastro no es solo un mercado: es un espectáculo de calle, un lugar de encuentro, un plan imprescindible tanto para turistas como para madrileños. Al igual que la Gran Vía, la Puerta del Sol o el Museo del Prado, uno de los grandes atractivos turísticos de Madrid es El Rastro.
Si alguna vez has paseado un domingo por las calles que van de La Latina a Embajadores, buscando una ganga o una reliquia, has estado en El Rastro. La aglomeración de puestos, la posibilidad de regatear y el ambiente lo convierten en un epicentro caótico que, paradójicamente, es la esencia del espíritu castizo.
Orígenes Sangrientos: El Matadero y la Ribera de Curtidores
Para entender por qué este emblemático lugar se llama El Rastro, debemos situarnos en el siglo XVI. Por aquel entonces, la zona que hoy acoge miles de puestos ambulantes no era un lugar de comercio, sino de industria pesada ligada a la carne y al cuero. El origen de este nombre está íntimamente ligado al antiguo matadero municipal de Madrid, que se situaba en las cercanías de la actual plaza de Cascorro.
Este mercado debe su nombre al rastro de sangre que dejaban las reses cuando se sacrificaban y se traían desde el matadero. Este hecho provocó que toda la zona baja, aprovechando la cuesta de la calle, se llenara de talleres de curtidores y carniceros.
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El nombre El Rastro proviene del reguero de sangre que dejaban las reses arrastradas o trasladadas desde el matadero hasta los talleres de curtido. Los animales sacrificados, o sus partes, bajaban por la cuesta de la actual Ribera de Curtidores, dejando un rastro fácilmente identificable y que, con el tiempo, bautizó popularmente a toda la zona. De hecho, el nombre de la calle principal, Ribera de Curtidores, es un eco directo de aquella actividad sangrienta y la industria del cuero que la propició.
Hoy nos referimos a la transitada Ribera de Curtidores, entre la Plaza de Cascorro y la Ronda de Toledo, aunque se prolonga hasta el Paseo de las Acacias. En su origen fue conocida como calle de las Tenerías. Proliferaban allí fábricas de curtidos donde acudían los madrileños a comprar carne, asaduras, despojos, etc. Se tiene constancia de que las primeras construcciones de esta calle se remontan a mediados del S. XVIII.
El Rastro Madrileño data con documentación válida desde el año 1740 como un lugar de encuentro para la venta, cambio y trapicheo de ropas de segunda mano, alternativo al negocio de la venta ambulante. Se localizaba en las cercanías del antiguo matadero y en sus aledaños se realizaban tareas relacionadas con el curtido de las pieles de los animales. De hecho, ese es el origen de su nombre, ya que ‘rastro’ era en el siglo XVI sinónimo de carnicería o desolladero.
Evolución del Mercadillo: De la Industria al Comercio
Con el paso de los siglos y el crecimiento de la ciudad, los puestos de materiales sobrantes de los mataderos empezaron a mezclarse con otros comerciantes. Primero, con objetos de segunda mano, ropa vieja y trastos útiles. Después, a partir del siglo XVIII, se documenta oficialmente la costumbre de venir a esta zona los domingos y festivos para rebuscar artículos de ocasión.
Los quincalleros, los libreros de lance y los anticuarios terminaron de dar forma al caos organizado que hoy disfrutamos. De esta manera, la cruda actividad industrial fue dando paso, gradualmente, a una feria popular.
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Este venta callejera está documentada desde 1740 como un lugar de encuentro para la venta, cambio y trapicheo de ropas de segunda mano, alternativo al negocio de la venta ambulante. Se formaba alrededor del antiguo matadero, origen de su insospechado nombre.
No queda mucho, algo menos de dos décadas, para que El Rastro cumpla su 300 cumpleaños. Fue a mediados del siglo XVIII cuando un grupo de comerciantes, de manera casi clandestina, ocupó la cuesta de Ribera de Curtidores para vender sus «baratillos» a los vecinos de la Villa.
Aunque el origen del mercado está documentado por escrito desde 1740, lo cierto es que la zona ya era desde antes un punto de encuentro para la venta, el cambio o el trapicheo de artículos de segunda mano, tal y como cuenta la propia web de Turismo del ayuntamiento de Madrid.
Concretamente, hay que retroceder hasta 1497, año en el que se instaló en los alrededores el primer matadero municipal de Madrid, que, a la postre, sería el que terminaría dando nombre al popular mercadillo actual.
Atraídos por el matadero, el barrio vivió una importante expansión industrial, ya que empezaron a llegar todo tipo de comerciantes, como curtidores, cuyo oficio era curtir pieles, zapateros, o traperos, que comerciaban con productos de segunda mano y a los que una ordenanza les había expulsado del centro de la ciudad.
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De esta manera, el barrio se fue especializando como el lugar en el que se podía conseguir todo tipo de productos de segunda mano, atrayendo a cada vez más visitantes.
El Rastro en el Siglo XXI
A partir del siglo XXI El Rastro posee una regulación municipal establecida, que permite al Ayuntamiento de Madrid controlar el número de puestos, el tamaño de los tinglados, lo que puede venderse, y las calles donde puede celebrarse.
El Rastro de Madrid se celebra todos los domingos y festivos en torno a la Plaza de Cascorro, la amplia calle Ribera de Curtidores. El Rastro de Madrid se celebra todos los domingos y festivos en torno a la Plaza de Cascorro y la calle Ribera de Curtidores.
Si acudes antes de las once de la mañana podrás pasear tranquilamente. Pero si prefieres vivir el animado ambiente que caracteriza a este mercado, la hora perfecta es más pegado a medio día, hora que concluye.
Actualmente, el mercadillo tiene más de 1.000 vendedores que suelen abrir sus puestos a las 9:00 de la mañana y terminan su jornada sobre las 15:00 horas.
¿Qué Puedes Encontrar en el Rastro?
En este mercadillo callejero puede encontrarse artículos difíciles de encontrar en tiendas habituales, así como objetos curiosos, muebles vintage o artículos de colección. Puestos con antigüedades, venta de segunda mano, libros antiguos, componentes electrónicos, ropa, complementos… y prácticamente todo lo que se te ocurra.
Como se ha mencionado anteriormente, en el Rastro se puede encontrar infinidad de objetos muy distintos entre sí. Podrás descubrir la gran cantidad de artículos poco comunes y difíciles de encontrar en tiendas habituales, como muebles vintage, antigüedades, libros de segunda mano, zapatos, joyas… y muchas más cosas.
Aunque no existe una organización fija, normalmente los puestos suelen agruparse según el tipo de artículos o mercancía que comercialicen. Por ejemplo, la plaza del General Vara de Rey congrega un gran número de puestos de ropa de segunda mano o en las calles del Carnero y Carlos Arniches se venden libros viejos a precios de ocasión.
Aunque no hay una organización fija, normalmente los puestos se agrupan según el tipo de objeto que venden. Por ejemplo, en la plaza del General Vara de Rey podrás encontrar un gran número de puestos de ropa de segunda mano, mientras que en las calles del Carnero y Carlos Arniches se venden libros antiguos o de colección.
La arteria principal del Rastro es la calle Ribera de Curtidores, que baja desde la plaza de Cascorro y se ramifica en decenas de calles llenas de puestos y tiendas permanentes. Aquí comienza todo. Perfectas si buscas libros antiguos o arte.
El Rastro Sempiterno: Un Viaje Fotográfico a Través del Tiempo
La Asociación de Comerciantes Nuevo Rastro Madrid, que representa a las tiendas físicas de la zona del tradicional mercadillo, ha liderado el libro «El Rastro Sempiterno», una obra literaria y visual que, explican, sumerge a los lectores en un viaje a través del tiempo, explorando las raíces del mercado desde 1920 hasta la actualidad. Así, el volumen, diseñado por el fotógrafo Miguel Ángel Sintes Puertas, y con el apoyo del Ayuntamiento de la capital, ha reunido a creadores y fotógrafos destacados para ofrecer una visión de la historia viva del Rastro.
Con prólogo de Andrés Trapiello y la crónica del historiador José A. Nieto, «El Rastro Sempiterno» comienza su viaje a través de las fotos de Andrés Ripollés y Baranda (La Almolda, Zaragoza, 1845 - Madrid, 1926). No en vano, de él proceden las primeras fotografías del mercado: los bazares, la calle de las Américas y la Ribera de Curtidores, datadas entre 1898 y 1910.
De Juan Miguel Pando Barrero (Madrid, 1915 - 1992) contamos con fotos de las décadas de los treinta y los cuarenta. A las fotografías de Pando Barrero les siguen las de su hijo, Juan Pando Despierto (Madrid, 1943) y las tomadas por José Luis Mur Vidaller (Labuerda, Huesca, 1949).
Por su parte, las fotografías de César Lucas (Cantiveros, Ávila, 1941) pertenecen a mediados de la década de los setenta. «Desde entonces, el Rastro, me produce mucha atención y curiosidad en las imágenes que descubro en cada visita. Es un mundo antiguo y moderno», relata en el libro.
Muchos de los autores de las fotografías recuerdan para el libro sus recuerdos. Es el caso de Eduardo Dea González (Madrid, 1947), que acompañaba a su madre, modista, en busca de retales de telas para hacer vestidos. O Bernardo Pérez Tovar (Madrid, 1956), que, desde los 15 años, tenía un pequeño puesto «al lado de los servicios públicos donde nos poníamos los hippies y vendía pulseras y bolsos de cuero». O Jorge Póo Rayón (Comillas, Santander, 1960), que nunca olvidará ese viaje que hizo a Madrid, con nueve años, de la mano de sus padres, tío y abuelo, y visitó El Rastro, «un lugar que me pareció fascinante, donde podía ver a gentes rarísimas que tenían todo tipo de cosas, la mayoría desconocidas para mí, tiradas por el suelo».
Todos estos artistas, junto a Miguel Ángel Sintes Puertas, Julián Rojas Ocaña, Pepe Calderón y Vicente López Tofiño, se encargan de inmortalizar las estampas de este escenario de millones de historias matritenses.
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